Del 26 de julio al 11 de agosto se celebrarán los Juegos Olímpicos, el evento deportivo más significativo, que en esta ocasión aglutinará un total de 329 competiciones. París es la ciudad privilegiada que albergará esta edición, pese a la competencia siempre existente. Pero, ¿de verdad es rentable? ¿cuánto dinero desembolsa el anfitrión?
❌ Los Juegos Olímpicos no suelen ser rentables
No, los Juegos Olímpicos no son rentables. Esa es la respuesta más rápida en torno a la rentabilidad de esta cita deportiva. Es complejo, no obstante, medir la compensación del gasto, ya que más allá del impacto económico generado y los puestos de trabajo conseguidos, habría que estimar el uso y disfrute que en el futuro se le va a dar a las instalaciones construidas para la cita olímpica.
Alcaraz y Jenni Hermoso, los deportistas españoles más buscados antes de los JJ. OO.
Un análisis de datos de AltIndex, recogido por Bolsamania, demuestra «que es menos beneficioso económicamente de lo que afirman. Aunque las ciudades anfitrionas obtienen puestos de trabajo temporales gracias a las mejoras de las infraestructuras que siguen beneficiándolas en el futuro, los costes siguen siendo gigantescos».
De hecho, las previsiones financieras de la organización de unos Juegos Olímpicos nunca se cumplen. El sobrecoste medio de unas Olimpiadas es de 9.700 millones de dólares. Eso sí, existen grandes diferencias entre unas ciudades y otras.
💰 París, una de las olimpiadas menos caras
París no puede presumir porque su gasto en infraestructuras ha superado en un 76% —más de 9.600 millones de dólares— el presupuesto inicial, proyectado en 2016. No obstante, es solo el segundo menor sobrecoste de las dos últimas décadas.
En este aspecto el peor ejemplo es Montreal, que acogió los Juegos Olímpicos en el año 1976. En su caso el gasto fue 13 veces superior al estimado y tardaron más de 30 años en amortizar la inversión en el estadio principal. En Pekín 2008 hubo un sobrecoste tasado en más de 40.000 millones de dólares, y en Tokio, afectados por la pandemia —las Olimpiadas se retrasaron ocho meses y se celebraron finalmente sin público—, pagaron 20.700 millones más de lo esperado.