Cada vez que se produce eso que llamamos un “parón de selecciones”, se produce también eso que llamamos el “virus FIFA”.
En términos académicos, nos referimos con este último término, de aire un tanto sarcástico, “a las secuelas que sufren los equipos de los clubs deportivos cuando sus jugadores regresan lesionados o sobrecargados tras un partido con sus selecciones respectivas”.
Lesionados o sobrecargados. Normalmente, se pone el foco en lo primero, es decir, en los problemas físicos que pueden sufrir los jugadores durante los partidos. Sin embargo, aunque quizá sea menos evidente, todo lo que sucede antes y después de los encuentros puede perjudicar también muy seriamente el rendimiento de los internacionales cuando se reincorporan a la disciplina de sus respectivos equipos. Y una de las cosas que sucede muy frecuentemente es que los internacionales tienen que hacer largos desplazamientos para participar en esos partidos.
¿Cómo de largos son? Seguramente será un caso extremo, pero se ha hecho el cálculo para un jugador japonés y el resultado es bastante estremecedor.
Ocho vueltas al mundo
Maya Yoshida es un internacional nipón que juega como defensa en el Schalke 04 de la Bundesliga. Se convirtió en internacional con ocasión de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012 y, a sus 34 años, ha participado en los últimos tres Campeonatos del Mundo, ha jugado en cinco clubes de otros tantos países (Nagoya, el Venlo holandés, Southampton, Sampdoria y, desde el año pasado, Schalke 04) y suma unos 150 partidos internacionales.
Pues bien, se calcula que, entre el 29 de mayo de 2018 y el 29 de septiembre de 2022, Maya Yoshida viajó 300.000 kilómetros, estuvo desplazándose el equivalente a casi 20 días seguidos, dio más de 8 veces la vuelta al mundo y cruzó 74 veces las franjas horarias.
Sin menospreciar el efecto de otros importantes factores de riesgo que están vinculados a viajes muy largos y repetidos, es esta última una de las circunstancias que más preocupa a los especialistas en salud deportiva. “Son los jugadores que viajan hacia el este, cruzando múltiples zonas horarias, los que están en mayor riesgo y necesitan más tiempo para adaptarse», subraya Christa Janse van Rensburg, catedrática y jefa de la Sección de Medicina Deportiva de la Universidad de Pretoria (Sudáfrica).
Un estudio exhaustivo
Sin ánimo de ponerse alarmistas, lo cierto es que la especialista sudafricana hace una importante advertencia. “Se ha realizado una amplia investigación sobre trabajadores por turnos, es decir, que trabajan por ejemplo durante la noche una semana y durante el día a la semana siguiente —que es una comparación similar a la de cambiar el reloj biológico con frecuencia—, y se ha demostrado que, a largo plazo, su morbilidad cardiovascular es mayor; son susceptibles de sufrir enfermedades metabólicas, como la diabetes; e, incluso, se pueden incrementar las condiciones cancerígenas”.
Un aspecto relevante de este asunto reside en solo tres palabras: “a largo plazo”. En efecto, las consecuencias negativas pueden no manifestarse inmediato y, en cambio, sí hacerlo más adelante.
Para conocer mejor este fenómeno, entre otros objetivos, Van Rensburg está participando en un estudio sobre fútbol de diez años de duración, promovido por la Fundación Drake, en el que se realiza un seguimiento de la salud física y mental de 170 futbolistas y del que se derivarán varios subestudios parciales.
Consejos para el Mundial femenino de julio
La investigación no se centra solo en riesgos tan graves y llamativos como los antes mencionados, sino también sobre otros más habituales en la práctica deportiva, tales como el dolor articular en tobillos, caderas y rodillas de los jugadores; la salud mental, especialmente en lo relativo a la ansiedad y la depresión; y la salud ginecológica de las mujeres deportistas.
Por lo que se refiere a la jugadoras de fútbol, conviene recordar que, dentro de muy pocos meses, se va a celebrar en Australia y Nueva Zelanda el Mundial femenino, lo que exigirá un elevado número de viajes largos y cambios de franja horaria a buena parte de las jugadoras de las selecciones clasificadas.
Van Rensburg da cuatro consejos al respecto: tratar de adaptarse al sueño antes del viaje, durmiendo una hora antes al día durante cuatro días; tomar melatonina, que es una hormona que produce el cerebro como respuesta a la oscuridad; utilizar lentes de color ámbar cuando haya que aislarse de la luz, especialmente a la llegada, y usar luz azul si la llegada es de noche y el reloj biológico así lo requiere; y, por último, planificar la hora óptima de llegada para ajustarse al mejor horario posible y a la exposición lumínica más adecuada.