Si Alemania enamora en ‘su’ Eurocopa, España también. Ante Italia, los vigentes españoles, los de Luis de la Fuente firmaron una exhibición que se convierte en un clásico instantáneo de nuestro fútbol. Menos la pájara y el sufrimiento en el descuento, la victoria ante la azzurra (1-0) rozó la perfección. No por nada estamos ya en los octavos de final, como primeros, y sin importar lo que suceda ante Albania en la última jornada de la fase de grupos. Oficialmente, la Selección se ha ganado el permiso a soñar.
El cambio de paradigma en España: ¿adiós al estilo de posesión?
🎼 La octava sinfonía de España
La historia de España y de Italia es la del fútbol europeo. Siempre han estado ahí, con sus más y sus menos, dando forma a uno de los clásicos del viejo continente. No hay choque suyo sin su foto icónica, y tampoco encuentro sin consecuencias. Nunca dejan a nadie indiferente. Con ese espíritu llegaron ambos equipos a Gelsenkirchen, lejos del Mediterráneo que les vio nacer. Ganase quien ganase, de su enfrentamiento saldría un favorito claro a ganar la Eurocopa. España se plantó en la mina del Rühr para reafirmar esa condición, e Italia para recordar su posición de vigentes campeones. Ni el jovial ambiente de la previa pudo silenciar el sonido de los tambores de guerra. Se avecinaba una tormenta.
No tardó en llegar el momento de los himnos. Los italianos eran conscientes de que era su momento de marcar territorio, como en la Eurocopa de 2021. “Italia, Italia…”, cantó gran parte del estadio. Miedo. Entonces, sonó el de España. Pese a no tener letra, supo cambiar el signo del dominio territorial. Y es que, después del himno, la azzurra desapareció. La Selección tiñó de rojo el césped del Veltins Arena. Tras las notas de la Marcha Real, tocaron las de una sinfonía digna de los mejores años de nuestro fútbol. La circulación del balón, la presión… Todo funcionó bien. Hasta los más dudosos con el estilo estaban contentos, pues, entre tanta música clásica, hubo espacio para el rock & roll. Cada vez que Nico Williams tocaba la pelota, los violines daban paso a las guitarras eléctricas. Di Lorenzo no podía más ante semejante variedad musical.

Nico Williams fue una pesadilla constante para la defensa italiana.
Fue una primera media hora para enmarcar. Solo faltó el gol para conseguir la matrícula de honor. Ahí, por primera vez en mucho tiempo, no se habló de pegada de España, sino del acierto del guardameta. Porque sí, Gianluigi Donnarumma estuvo genuinamente bien. El del PSG salió en las fotos, pero esta vez para hacer varios pósteres tremendos. De él salió toda la resistencia de una Italia dormida, acongojada ante el “Lo-lo-lo-lo”. No se les puede culpar, porque tampoco podían salir. Ante la mínima posibilidad de incendio, Cucurella y Rodri sacaban el extintor. Luego, de inmediato, se la daban a Fabián para volver a empezar. El partido, aunque no hubiese inaugurado el marcador, ya opositaba a ser uno de los más disfrutables en la historia del fútbol español.
🇪🇸 Hasta Calafiori quiso ser español
Pese a que la segunda mitad comenzó bronca por una falta de Cristante a Rodri, el paso por vestuarios no aguó la fiesta de la Selección. Los de Luis de la Fuente se estaban divirtiendo. Ni la tardanza de ese primer gol podía cambiar el rumbo de semejante exhibición. Solo faltaba el tanto para declarar el estado de felicidad en España. Felipe VI, desde el palco, deseaba decretarlo para empezar a soñar (de verdad) con la Eurocopa. Ante tal arranque de optimismo, Calafiori sintió envidia. Aunque solo fuese por una jugada, él también quería ser español. Ya fuese por su sentido de la justicia futbolística o por cualquier otra cosa que se nos escapa, inició el trámite para nacionalizarse. Se hizo oficial justo a tiempo, con una puntualidad burocrática poco habitual. Así, ante un mal remate de Morata y un despeje tímido de Donnarumma, se marcó en propia. No pudo celebrarlo, porque volvió a ser italiano inmediatamente, pero ya contaba con el agradecimiento de todo un país.
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— Selección Española Masculina de Fútbol (@SEFutbol) June 20, 2024
El gol, por desgracia, hizo que España sintiese algo de vértigo. No podemos culparles, pues nosotros tampoco pensamos vernos así tan pronto. La exhibición futbolística se frenó. Tocaba sufrir, aunque solo fuese un poco. Y, con Italia como rival, era lo justo. La azzurra pudo dar un paso hacia delante, y comenzaron a aparecer los flashbacks. El codazo de Tassotti, los penaltis en 2021… Mal negocio esto de hacer memoria. Así, los de Luis de la Fuente comenzaron a sufrir, más por ellos mismos que por sus rivales. Como contra Croacia, había llegado la pájara. Mientras todo el país miraba al reloj, ya comenzaba a asomar el primer ‘pero’ de la exhibición de España.
Los últimos minutos se hicieron eternos. Insoportables, más bien. Lo que antes era una posesión infinita, se transformó en una cantidad preocupante de pérdidas. Los fantasmas del pasado se acumulaban a cada segundo que se pasaba. No todo podía ser bonito, ¿no? De alguna manera había que mantener humilde a la Selección. Ciertamente, los designios del fútbol tampoco iban a conseguirlo. Y es que, si solo se contase la calidad de las ocasiones, las mejores fueron de España. Donnarumma, como con el 1-0, fue el único que impidió el tanto que cerraba todo. Mantuvo vivos a los suyos antes de un descuento más agónico desde lo emocional que desde lo futbolístico. Al final, también hay que aprender a sufrir para poder disfrutar. Con los octavos en el horizonte, es lo que queda para volver a reinar en Europa. Ya podemos empezar a soñar.