El Real Madrid ya está en la final de la Copa del Rey, pero lo hizo con el sello inconfundible que lo caracteriza: una montaña rusa de emociones que llevó a su afición al borde del infarto. En una noche de locura y épica en el Santiago Bernabéu, el equipo de Ancelotti logró imponerse en la prórroga ante una Real Sociedad valiente y combativa, que acarició la gesta hasta el último suspiro.
La historia parecía escrita de antemano. Como tantas otras veces, el Madrid comenzó cediendo terreno, dando alas a su rival en el Bernabéu. A los 16 minutos, la Real Sociedad ya había igualado la eliminatoria con un tanto de Barrenetxea, que culminó una gran jugada tras un pase preciso de Pablo Marín. Los txuri-urdines demostraban personalidad, moviendo el balón con criterio y descolocando a la zaga blanca.
Pero el Madrid es experto en romper guiones preestablecidos. El empate no tardó en llegar, cortesía de Endrick, quien con un sutil toque por encima de Remiro materializó un pase magistral de Vinicius. La reacción blanca encendió el estadio y dio paso a un festival de detalles técnicos, aunque sin demasiadas ocasiones claras antes del descanso.
El Real Madrid, expuesto en defensa
Tras la reanudación, la Real Sociedad no se amilanó y volvió a golpear con contundencia. Un desafortunado autogol de Alaba puso el 1-2, y poco después, Oyarzabal firmó el tercero, desatando la incredulidad en Chamartín. Con el 1-3 en el minuto 80, la Real acariciaba la final, pero entonces despertó el Madrid de las noches imposibles.
Bellingham recortó distancias con una volea impecable y, en la siguiente jugada, Tchouaméni igualó con un cabezazo letal tras un saque de esquina. El Bernabéu era un volcán en erupción, pero aún quedaba un nuevo giro de guion. En el 92, la Real forzó la prórroga con otro testarazo de Oyarzabal tras una mala salida de Lunin. Un desenlace cruel para los blancos, que ya se veían clasificados.
Rudiger asesta el golpe definitivo
Con el físico al límite y la tensión desbordada, el partido se convirtió en un cara o cruz. Vinicius y Mbappé rozaron el gol, pero fue Antonio Rüdiger quien decidió el duelo con un imponente cabezazo en un córner botado por Güler. El central alemán se erigió como el rey del manicomio en que se había convertido el Bernabéu.
La Real Sociedad se marchó con la cabeza alta tras haber firmado un partido colosal, pero el Madrid, fiel a su leyenda, resistió al abismo y se citó con la historia. Sevilla espera al conjunto blanco en una nueva final. Como siempre, con sufrimiento, pero con el espíritu indomable que lo hace único.