La carrera de un futbolista se podría asemejar a los dientes de una sierra: picos y valles. Como la vida misma; momentos de subida —felicidad— y de bajada —tristeza—. Victorias, goles, premios individuales o nuevas experiencias llenarían el saco del primer grupo, mientras que derrotas, malas dinámicas, pocos minutos o confianza y lesiones estarían en el segundo. En el deporte, es una evidencia, se llora más de pena que de alegría. Y es en estos momentos donde la gestión emocional juega un papel relevante. Raúl Albentosa ha tocado el cielo, pero también ha abierto la puerta del infierno. Durante la pandemia, que aunque ya nos parezca el nodo es algo que ocurrió en 2020, vio la cara amarga del deporte.
Una lesión en el tendón de Aquiles de su pierna derecha le lastró durante un año entero. Operaciones, visitas al hospital, recuperaciones y, sobre todo, resiliencia. Santi Cazorla, uno de los centrocampistas más talentosos que ha dado el fútbol español, tuvo una lesión parecida unos años atrás. Una intervención casi rutinaria se convirtió en un calvario, con una serie de infecciones e incluso gangrena para el asturiano. La decisión para sanar la zona fue drástica: tuvo que quitarse tejido de su antebrazo izquierdo para ponérselo en el tendón con el objetivo de poder tener una vida normal y volver a jugar (actualmente está en su Oviedo). Albentosa nos muestra su muñeca izquierda. Una herida bastante fea interrumpe las líneas de un tatuaje como si le hubiesen dado un hachazo. «Fue realmente duro», nos cuenta. Esa es una marca que le acompaña y le define. Una lesión que le recuerda cada día la lucha que fraguó para poder seguir cumpliendo su sueño.
🏥 Un doloroso calvario y un camino de superación
Nos situamos en La Coruña. Albentosa jugó en el Deportivo, de julio de 2016 a enero de 2019, con una cesión de algo más de cuatro meses al Nàstic de Tarragona. El dolor aparece en la vida de Albentosa. Aunque los futbolistas profesionales están acostumbrados a lidiar con él; a forzar si hace falta. «Era una lesión crónica que ya venía de cuando yo estaba en el Dépor. Tenía problemas con las botas y se me hizo una calcificación en el hueso», cuenta a Legal Sport en nuestra visita a la ciudad deportiva del Vejle, su actual club. En 2019 rescindió su contrato con el Deportivo, en una situación personal complicada para él y perdonando el año y medio de contrato que todavía le quedaba con los de Riazor. Se quedó en el dique seco seis meses hasta fichar por el CSKA de Sofía. «En Bulgaria me empezó a doler. La molestia en el tendón me impedía correr bien», recuerda.
En marzo de 2020 llegó la pandemia y Albentosa decidió pasar por el quirófano: «Volví a España perdonando dinero y en una situación muy delicada del CSKA. Pensé que era el momento indicado para tratar el problema». Llegaron las tres primeras operaciones. Todo parecía bajo control, pero a veces las cosas no son tan fáciles como parece. «Fui a La Coruña a operarme. Me quedé en Boiro para estar cerca del doctor y de mi preparador físico. Estuve unos cuatro meses lejos de mi familia, pidiendo permisos para moverme y para que los míos pudieran venir a visitarme alguna vez cuando flexibilizaron las restricciones. No podía ir a nadar, no podía correr detrás de mis hijos… la herida no se acababa de curar y eso que tomaba muchos antibióticos», explica el experimentado central.
Albentosa buscó otras opiniones y en Salamanca, lugar de residencia de su mujer, encontró la respuesta. «Una especialista en heridas me vio y me dijo que tenía una infección», recuerda. Decidió irse a Valencia, cerca de su Alzira natal, para volverse a intervenir. «Me operaron dos cirujanos plásticos y un traumatólogo. Me cogieron una parte de la muñeca y trozos de hueso de la cadera para poder tapar el agujero creado para arrancar la infección del hueso al lado del tendón. En total, me operaron cinco veces. En la última me vi postrado en la cama del hospital, sin un trozo de carne del brazo y con el pie en alto. Sin poderme mover. Me derrumbé», asegura el futbolista.
👏 «Yo solo preguntaba si iba a poder jugar otra vez al fútbol»
A partir de la quinta intervención, Raúl empezó a mejorar. Y acto seguido tuvo una conversación vital con los doctores: «Yo les preguntaba todo el rato si podría volver a jugar. Era mi único objetivo. Y me contestaron que sí», nos relata con una sonrisa. El injerto de tejido cuajó en su tendón y las bacterias que provocaban la infección desaparecieron. Tras varios meses de recuperación, en enero de 2021, casi un año después, pudo empezar a correr con normalidad. «Nunca pensé en dejarlo. En mi cabeza tenía el pensamiento de volver a jugar en Primera división. Sabiendo que ya tenía una edad (32 años en ese momento) y que no me iba a firmar cualquier equipo después de tanto tiempo parado. Pero nunca pensé que tendría que colgar las botas. Me lo merecía después de todo lo que pasé», insiste.
Empezó a entrenar y a ponerse a punto: «Yo siempre me he cuidado y, pese a la inactividad, me noté muy bien. Fuerte. Yo le decía a mi mujer que iba a volver seguro». Y cumplió con su palabra. Un año después de rescindir con el CSKA de Sofía se incorporó para el tramo final de temporada 2020/2021 en el Dinamo de Bucarest con el objetivo de ayudar a este histórico club de Rumanía a mantenerse en la Primera división del país. Ahí conoció a Mario Nicolae, director deportivo de la entidad rumana y que, posteriormente, le llevó de la mano al Vejle danés, donde ya lleva dos años y medio y es el capitán del equipo en la Superliga, máxima categoría. Albentosa ha renacido como futbolista en la tierra de los vikingos. Una dinastía que él mismo podría liderar con su aspecto talludo, tatuajes y pelo rubio lacio.
Ver esta publicación en Instagram
Albentosa ha dejado atrás una horrible pesadilla. Una que casi le arrebata su sueño de ser futbolista profesional. Aunque se queda con los aprendizajes del trayecto. Con más de 16 años de experiencias en el fútbol, desde que debutara con el Elche por allá en 2008, el valenciano ha conocido a infinidad de personas, aunque confiesa que «cuando viví todo este proceso me di cuenta de quién estaba realmente a mi lado». Pocas llamadas e interés por saber de su situación. Una realidad bastante cruda, «aunque no guardo rencor a nadie». Su filosofía de vida le empuja a dejarse llevar por el momento y a poner los cimientos de lo que realmente desea para su futuro: «una vez me retire me gustaría ser entrenador, me apasiona el fútbol. Pero quiero comprarme una casa en el campo y vivir tranquilo, tener mi espacio, mi huerto y que esté mi familia al lado. Eso sería ideal para mí». A veces en los pequeños placeres se esconde un mar de ilusión.