La imagen de la cuarta jornada de la fase de grupos de la Champions League 2023/2024 ya es parte de la historia de la competición. Gianluigi Donnarumma, el hijo pródigo de Milanello, volvía a San Siro para pasar una de las peores noches de su vida. Y no fue precisamente por la derrota del PSG. Los aficionados del Milan le prepararon un infierno, tirando billetes al campo con su cara. No le perdonan su traición hace un par de años, cuando se fue tras dejar tirado a un club dispuesto a hacer una locura por su canterano más ilustre. Porque si Roma no paga a traidores, Milán demostró que sigue los pasos de la capital.
🧤 Donnarumma debería haber sido el Buffon de San Siro
Cuando un joven Gianluigi Donnarumma debutó con el Milan ante todo un Real Madrid en pretemporada, se sabía que había empezado algo grande. Le paró un penalti a Toni Kroos, y los primeros titulares ya apuntaban a que aquel espigado joven iba a seguir el legado de su tocayo Buffon. Aquello sucedió en el verano de 2015, dos años antes de que el Milan se enamorase de él. Estaba en la pintoresca localidad de Castellammare di Stabia, al sur de Nápoles, allí donde nació. Los emisarios rossoneros no tardaron en cerrar la incorporación del guardameta, que tenía 14 años por aquel entonces. Había llegado a Milanello para comenzar su legado.
Su buen desempeño en la cantera y aquella pena máxima que le paró a Kroos hicieron que su popularidad subiese como la espuma. Tanto es así que los grandes clubes de Europa llamasen a su puerta. El Milan, que no quería perder a su joya, le convenció para quedarse en 2017. Para que se sintiese como en casa pese a estar lejos de ella, la renovación incluyó el fichaje de su hermano Antonio. Querían que ‘Gigio’ echase raíces en San Siro. Esa confianza en Donnarumma fue correspondida, pues era la única luz que tenía el Milan durante unos años muy complicados. Como todo ídolo de San Siro, era imposible verle sin las franjas rojas y negras.
💰 Mino Raiola y la renovación
El problema de la traición es que siempre viene de aquel en el que se confía. A medida que se acercaba el final de su contrato, el meteorito del covid-19 impactó con fuerza al mundo del fútbol. La economía de todos los clubes estaba en entredicho. Pese a ello, el Milan estaba dispuesto a hacer una locura por Donnarumma. El techo salarial del club de 4 millones de euros al año solo lo superaba Zlatan Ibrahimovic, y querían que el guardameta fuese la otra gran excepción. Pusieron sobre la mesa una oferta cercana a los 7 millones anuales, así como la garantía de ser la cara visible de un proyecto que por fin estaba recogiendo lo que había sembrado. Mino Raiola, su agente, sabía que podía conseguirle un mejor contrato en un transatlántico europeo. El italiano, con su fama de negociador duro, no lo iba a poner fácil.
El Milan, por muchas muestras de cariño que mostrase públicamente, cada vez veía más complicado que su idilio con el guardameta continuase. Su mejor futbolista se iba a ir gratis en un momento delicado. Tanto tiempo creciendo como rossonero para acabar así. No era capaz de hacer un mínimo esfuerzo con el club que le dio todo, ese que hasta contrató a su hermano y estaba dispuesto a saltarse sus propias reglas financieras por él. Poco después de ganar la Eurocopa en 2021, se hizo oficial el fichaje de Donnarumma por el PSG. La afición solo pudo expresar su dolor y resentimiento por redes sociales, pues ni el covid-19 les dejaba estar juntos en el duelo. Su héroe les había traicionado.
💵 La noche de la venganza del Milan
Como si fuese una suerte de justicia poética, el Milan ganó el Scudetto en esa misma temporada. Cuando le prometieron un proyecto serio, no mentían. Habían pasado página de la mejor manera posible. Mike Maignan, el encargado de sustituir a Donnarumma en la portería, borró todo recuerdo posible del italiano. Con el Milan asentado de nuevo en Champions League, era cuestión de tiempo que se volviesen a cruzar con ‘Gigio’. El destino, tan picante como siempre, hizo posible ese reencuentro en la presente edición de la Champions League. Desde que quedaron emparejados, la afición ya estaba planeando su venganza.
Imprimieron billetes con la cara de Donnarumma con el número 71, pues este tiene una connotación negativa en el sur que le vio nacer. Además, aparecían los términos «mercenario» y «Dollarumma», que no necesitan más explicación. Durante el partido, el lanzamiento de billetes fue constante. Mientras que le cantaban todo aquello que nunca imaginaron decirle al que fue su ídolo, el Milan decretó su victoria. Habían ganado al hombre que los traicionó, a aquel que no valoró sus esfuerzos por mantenerse unidos. Y, con todo ese contexto, ya se entiende la visceralidad de los aficionados locales. Habían consumado la venganza que no pudieron tener para mandar un mensaje potentísimo: no habrá nunca nadie por encima de su club.