El Atlético de Madrid se recompone de su tropiezo ante el Barcelona de la semana pasada con una victoria ante el Almería (2-1). Los de Simeone encarrilaron el partido en la primera mitad con los goles de Morata y Correa, pero su mala segunda parte le dio alas a unos andaluces que creyeron en una remontada que no llegó por el acierto de Oblak bajo palos.
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🏡 El Atlético de Madrid se divierte en el Metropolitano
En medio de su tremenda racha como locales, la derrota del Atlético de Madrid ante el Barcelona dolió. Pinchó el globo del optimismo, pero ayudó a que sacasen una conclusión: como en casa, en ningún sitio. Sin ser una publicidad de cierta marca de pizzas cuyo nombre no quiero acordarme, los de Simeone son un equipo en el Metropolitano y otro diferente cuando van de visita. Ante un Almería que no había ganado en esta temporada, la ocasión era perfecta para pegarse un homenaje en su feudo.
Y, para ser sinceros, lo de montarse la fiesta en casa tiene su encanto. Por mucho que haya que quedarse luego a recoger los restos, no hace falta quitarse el pijama para pasarlo bien. El Atlético de Madrid, con ese costumbrismo propio del que está tumbado en su sofá, salió mandón. Griezmann, una vez más, manejaba los hilos. Tan cómodos estaban que hasta Álvaro Morata y Ángel Correa, sendos delanteros atascados en el oficio del gol durante los últimos encuentros, marcaron dos tantos. El 2-0 campeaba en el marcador antes del minuto 25, demostrando una vez más lo fácil que es para ellos irse de juerga desde la comodidad de su salón.
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🌟 Oblak salvó los muebles
El problema de estas fiestas hogareñas es que es muy fácil que se salgan de madre. Y, al ser el Atlético el anfitrión, solo a ellos les podían fastidiar su idílica tarde. La relajación lleva al exceso de confianza, y esta al final abrupto de la juerga rojiblanca. Cuando la segunda parte parecía que iba a ir por los derroteros de la primera, los de Simeone se durmió la siesta. El Almería, que vio la estampa, supo que era el momento de dar un paso hacia delante. Leo Baptistao, antiguo inquilino de la casa rojiblanca, fue el que trajo las malas noticias. Como aquel que avisa que ya no quedan hielos, aprovechó un rechace en el área para marcar a placer y avisar de que se había terminado el buen ambiente.

Jan Oblak fue clave para mantener el 2-1.
Quedaba media hora por delante, y el Atlético de Madrid seguía adormilado. La comodidad del hogar había jugado en su contra. Ahí, mientras el Almería se empeñaba en aguar definitivamente la fiesta, hubo un futbolista que hizo de despertador de los suyos. Mientras sus compañeros se desperezaban, Jan Oblak fue el héroe del partido. Él había encontrado más hielos e iba a hacer todo lo posible porque los tres puntos se quedasen en su casa. Parada a parada, hizo de su resistencia la desesperación almeriense.
El meta esloveno del Atlético de Madrid aguantó tanto que consiguió que llegasen los refuerzos. Y, con ellos, se tenía que dar por finalizada una fiesta que podía haber acabado muy mal. La posesión rojiblanca fue el equivalente a ese incómodo momento en el que aparecen las bolsas de basura y se empieza a recoger. Ya no quedaba ni un hilo musical al que agarrarse en el Metropolitano. El Almería batalló hasta el final, con ganas de irse a un after para seguir de fiesta. Por desgracia para ellos, no convencerían a un Atlético que conseguía un nuevo triunfo como local. Ellos ya vieron en su visita a Barcelona que son muy caseros, y así seguirán para luchar por la liga.