El Clásico dejó mucho más que goles: confirmó el final de una era y certificó, salvo milagro, el título liguero del Barcelona. En Montjuïc, el conjunto azulgrana remontó un 0-2 inicial y superó con claridad a un Real Madrid desdibujado, víctima de sus errores estructurales y de una plantilla desequilibrada. Raphinha volvió a ser decisivo en una noche que puede sellar el campeonato si el Madrid no vence al Mallorca, o si el Barça hace los deberes ante el Espanyol.
Durante quince minutos, LaLiga vivió un espejismo blanco. Un penalti provocado por un error de Cubarsí, convertido por Mbappé, y una definición del francés tras pase de Vinicius, colocaron un sorprendente 0-2 en el marcador. Sin embargo, el castillo de naipes merengue se vino abajo en cuanto el Barça afinó la presión. El Madrid, confiado en aguantar la renta, se echó atrás, y ahí empezó su desplome.
Lamine Yamal y Gerard Martín marcaron el camino al área rival hasta que Eric García aprovechó una prolongación de Ferran en un córner para recortar distancias. A partir de ahí, el Barça dominó el partido de principio a fin. El empate llegó tras una jugada larga, culminada por Lamine con un disparo ajustado al palo. Luego, Raphinha, primero tras un desajuste defensivo y después con presión alta sobre Lucas, firmó el tercero y el cuarto antes del descanso.
El Real Madrid no encontraba respuestas. Desnudo atrás y sin ideas arriba, fue un equipo sin rumbo. Ancelotti, en su probable último Clásico, intentó reconducir la situación tras el descanso con la entrada de Modric y Brahim. La mejora fue tímida, y ni Vinicius ni Bellingham aparecieron en los momentos clave. Valverde, tocado, fue el único que sostuvo algo la dignidad blanca.
A pesar del dominio, el Barça dio una última muestra de fragilidad con el 4-3 de Mbappé, tras una jugada aislada servida por Modric. Fue un susto, pero nada más. Los culés pudieron cerrar con más goles, aunque Ferran topó con el brazo de Tchouaméni —jugada polémica revisada y desestimada— y un tanto de Fermín fue anulado por mano previa.
LaLiga ya tiene color azulgrana, y el Clásico fue el reflejo de lo que ha sido el campeonato: un Barça sólido, con más hambre, frente a un Madrid sin identidad clara y con muchos interrogantes. La reconstrucción blanca empieza ahora, mientras los de Xavi celebran una victoria que vale más que tres puntos.