BARÇA 3-5 VILLARREAL
⚽ Barcelona

El Villarreal despedaza la moral del Barça en Montjuïc

Dentro de la depresión futbolística en la que vive el Barça, parece que siempre hay un sótano por debajo. Aun así, parece que esta tarde, en Montjuïc se han quedado cerca de tocar fondo. El Villarreal, tras una segunda parte para el recuerdo, ha asaltado el feudo culé (3-5) y aleja a los de Xavi Hernández de la pelea por el título.

Los fantasmas de Ernesto Valverde y el crédito «infinito» de Xavi

​⛅​ La primera parte gris del Barça fue la calma antes de la tormenta

El Barça estaba listo para vivir en Montjuïc capítulo más de su bucle futbolístico. Dentro de este día de la marmota en el que los culés no avanzan y aumenta su desesperación, el contrario sería el Villarreal en esta ocasión. Había ganado el Real Madrid, por lo que estaban obligados a hacer lo propio para reducir la brecha con los primeros puestos de la tabla. El problema, una vez más, estaba donde siempre. Los azulgranas, que llevan mucho tiempo sin disfrutar del fútbol, ya no entendían su juego sin sufrir. Cada pase, cada lance y cada toque provocaba un dolor de cabeza y la aparición de una pregunta incómoda: ¿merecía la pena pasarlo tan mal?

Marcelino García Toral planteó el partido esperado. Los castellonenses estaban replegados, esperando a que el Barça se desquiciase solo para asestar su primer golpe. Por ello, el dominio culé en los primeros minutos se sentía artificial. Era algo con una fecha de caducidad muy próxima, pues la mandíbula de cristal de los azulgranas no les permite hacer sostenibles estos tramos. Gerard Moreno, imbuido por ese picante que le da el ser canterano del Espanyol, sería el que asestaría ese gancho que dejaría grogui a los de Xavi. Ya había avisado el Villarreal tras dos goles anulados, y fue el tercero el que subió al marcador. Sin marca y cerca del punto de penalti, su remate fue inapelable. El 0-1 confirmaba, un día más, el bucle depresivo del Barça.

Barça Villarreal

El Villarreal jugó con las emociones del Barça en una segunda parte para la historia.

Ni el paso por los vestuarios ayudó a despejar ese ambiente cargado que se adueñó del encuentro tras el gol de Gerard Moreno. Aun así, el destino estaba empeñado en mostrarle al Barça que podía ser peor. Jorgensen buscó en largo a Sorloth. No tenía que haber peligro ante semejante balón frontal, pero Cubarsí, fruto de su inexperiencia, falló. El balón llegó llovido a Cancelo, que tuvo tiempo para pensar. Entre pasarle el esférico a Iñaki Peña y controlarlo, no se decidió por ninguna. Ilias Akhomach, en cambio, sí que tenía la determinación para quedarse con la posesión. Sin nadie por delante, dribló al guardameta rival y marcó el 0-2. Xavi, ojiplático desde el área técnica, estaba obligado a reaccionar. Habían tocado fondo, o eso creían.

🤯​ La montaña rusa de emociones se llevó por delante al Barça

Mientras miraba al banquillo, el técnico culé encontró la solución. Tenía que salir Ferran Torres. Quizás no era el atacante más talentoso que había en nómina, pero sí era el más rebelde. Y, tras ver que el brillo en las botas no les estaba llevando a ningún sitio, su entrada al campo era la mejor respuesta posible. Esas ganas de desafiar lo que estaba establecido se notaron desde que puso un pie en el verde. La grada de Montjuïc lo había notado: acababa de empezar la remontada. Dos minutos después de ingresar en el choque, Ferran asistió a Gündogan para recortar distancias. Poco después, tras asediar a un Villarreal temeroso por perder su ventaja, Pedri consiguió el empate. Para cerrar, Eric Bailly se marcó en propia por un mal despeje. La energía de Ferran Torres, esa que notó la afición del Barça, le había dado la vuelta al partido en cosa de 10 minutos. Él había respondido a esa pregunta de la primera mitad. Claro que merecía la pena sufrir, aunque solo fuera por estos momentos.

Vinícius, Ferran y unos números para el debate: ¿quién es más decisivo?

El 3-2 suponía más que una gran remontada. Era la muestra de que los de Xavi eran capaces de romper su día de la marmota. Por ello, el estado de felicidad se instauró en el feudo culé. Lo habían conseguido. Sin embargo, ese sería su gran error. El Villarreal, tras esos minutos locos, se recompuso y se agazapó. Así como en el resto del partido, estaban preparando su gran golpe. Fruto de la relajación de haber cumplido, nadie advirtió la llegada de Guedes por la derecha. No tuvo piedad para marcar el 3-3. El bucle y la dichosa pregunta habían vuelto. La neblina de Montjuíc, seña de identidad de ese ambiente cargado en el que vive el Barça, volvió a hacerse palpable. Si bien parecía el giro más cruel, aún quedaba lo peor. Si creían haber tocado fondo con el 0-2, el partido quería demostrarles que siempre hay un piso más abajo.

En el último minuto de tiempo reglamentario, un balón colgado impactó contra el brazo de Comesaña. Munuera Montero pitó penalti de inmediato. Sin embargo, se estaba cocinando la llamada del VAR. El centro le daba en el brazo… pero estaba pegado. No habría pena máxima. Xavi no se lo podía creer. «Es una puta vergüenza», le dijo a la cámara, y eso que no sabía que aún faltaba lo peor. Entonces, llegó la puntilla. Tras un barullo en el área. Sorloth marcó el 3-4. Cayó como un jarro de agua fría para el Barça. El encuentro, que seguía ganas de despedazar la moral azulgrana, se quedó cerca del 4-4. En la contra de esa misma jugada, Morales marcó el definitivo 3-5 para el Villarreal. Ni las respuestas que dio Ferran eran una certeza para el Barça. Y, después de este partido, será difícil volver a encontrarlas dentro de ese bucle depresivo en el que viven.

Ir al contenido