El Barça no pasó del empate en su visita ante el Rayo Vallecano (1-1). Una vez más, los azulgranas comenzaron perdiendo y se quedaron cerca de cosechar su tercera derrota consecutiva en Vallecas. Este pinchazo en el barrio madrileño le da a Real Madrid y Girona una oportunidad de oro para aumentar la ventaja en los primeros puestos de la clasificación respecto a los vigentes campeones de liga.
⚡ Una vez más, el Barça sufrió en Vallecas
Xavi Hernández se presentó en Vallecas con ganas de espantar a los fantasmas que le perseguían. Lejos del runrún que hay siempre acerca el juego de su Barça por la siempre exigente afición culé, esta visita a Madrid era algo personal. Nunca había ganado al Rayo Vallecano como entrenador, y los azulgranas no lo logran desde 2018. Para más inri, se le abrieron las puertas del banquillo del club de su vida tras una derrota de Koeman en el Estadio de Vallecas. Tenía que ser el día para pegar carpetazo a este asunto. Ya que ninguno de los futbolistas de la convocatoria estaban en el club cuando lograron su última victoria ante el Rayo, era el día para mirar al futuro.
El problema es que, desde el principio del encuentro, la dinámica del juego recordaba peligrosamente a ese último partido de Koeman. El Rayo Vallecano era valiente en su presión, consciente de que los que tenían miedo eran los visitantes por sus traumas del pasado. Por mucho que amasase el balón el Barça, las aproximaciones más peligrosas eran de los de Francisco. Se intuía otro partido memorable de los de la franja, especialmente de sus centrocampistas. Así, con la primera parte entrando en sus últimos compases, pasó lo que siempre le pasa a los azulgranas en este escenario. Unai López botó una falta que, tras varios rechaces, acabó de nuevo en sus pies. No pensó y dibujó un cañonazo que se coló por el primer palo de Iñaki Peña. El 1-0 demostraba que los fantasmas del Barça no eran algo de su psique, sino algo tangible.
🔃 Gündogan y Joao Félix cambiaron el rumbo del partido
No ha dado tiempo material a que trascendiese lo que pasó en el vestuario visitante durante el descanso, pero se puede imaginar. Xavi Hernández, que empezó el partido con ganas de dejar atrás sus traumas, se plantó en el entretiempo con el mismo problema de siempre. No habían avanzado nada. Tocaba cambiar el signo del encuentro desde el banquillo, y el técnico culé le dio una vuelta a su cuadrado con Gündogan y Joao Félix. Si el alemán estaba más cerca de la base, el portugués estaría entre líneas. Funcionó para sortear la valiente presión del Rayo, por lo que solamente les faltaba lo más difícil e importante: el gol. Para evitarlo, apareció el demonio más temido por el Barça en Vallecas. Stole Dimitrievski, verdugo de los últimos tropiezos azulgranas en el barrio, decidiría todo.
Sea como fuere, el Barça estaba envalentonado. La entrada de dos futbolistas que no conocían la maldición culé en Vallecas encendía la luz entre tanta oscuridad. Ni el meta montenegrino del Rayo parecía tan temible así, pues cerca estuvo de recibir un autogol tras un remate al palo de Raphinha. Por lo civil o lo criminal, los de Xavi Hernández por fin habían entendido que era el día de acabar su racha ante el Rayo. Y ahí apareció Íñigo Martínez. Liberado en salida de balón y a contracorriente del juego de toque que encarna la camiseta que lleva, jugó en largo. Su pase rompió la defensa rival para encontrar a Balde, y este, desde el vértice del área, buscó a Lewandowski. Entre el polaco y Lejeune batieron a Dimitrievski. El empate llegaba al electrónico del Estadio de Vallecas y quedaban unos minutos para romper ese equilibrio.
El Barça, envalentonado ante los demonios que le atormentaban, buscó ese tanto que rompía su maldición. No se dio, pero tampoco podían quejarse. Sin haber superado sus traumas en Vallecas, sí habían plantado cara. Como en toda película de terror que se precie, el punto de quiebre llega cuando la víctima enfrenta a esa fuerza sobrenatural. Esto mismo hicieron los culés. Por mucho que tengan que esperar para vencerlos definitivamente, escaparon con vida ante un dignísimo Rayo Vallecano. Mientras se marchan de su pesadilla, ven como Real Madrid y Girona pueden poner más tierra de por medio en la liga. Al menos, en esa película de terror tienen más armas para salir victoriosos.