No todo iba a ser perfecto en el Real Madrid. Menos mal, porque si no, sería demasiado aburrido. Tras ganar la Supercopa de Europa y mostrar su enorme potencial, los de Carlo Ancelotti no lograron pasar del empate en su debut liguero ante el Mallorca (1-1). Y es que, si quieren ganarlo todo, nova a ser tan sencillo como juntar a los mejores.
✨ El fútbol parece fácil cuando juegan los buenos
Si hay un contexto en el que no es agradable visitar Mallorca a mediados de agosto, ese es el futbolero. Ya esté Javier Aguirre o Jagoba Arrasate en el banquillo, Son Moix no es una buena plaza para debutar en liga. Ni para el Real Madrid de los nuevos galácticos, por mucho que vengan de ser supercampeones de Europa. Al menos, entre los blancos, no se palpaba tanta trascendencia. Era el día del debut de Mbappé en España, y el resto sobraba. No había manera de que los bermellones sacasen a los de la capital de su luna de miel en la previa, y tampoco la hubo al inicio del partido. Como mandan las leyes del talento, los que son buenos se juntaron y se disiparon todas las dudas. La jugada empezó con Mbappé y Bellingham, la continuó Vinícius y finalizó Rodrygo de la mejor manera posible.
Con el 0-1, esas mismas leyes del talento invitaban a pensar en una goleada. Total, si ya habían hecho lo más difícil, ¿qué les podría frenar? El problema es que nunca es tan fácil. La sencillez es un espejismo provocado por la naturalidad de los talentosos, pues la realidad es mucho más complicada. Los de Arrasate, conscientes de ello, comenzaron su rebelión. Poco a poco, enfriaron los ánimos blancos a base de garra. Consiguieron sacar el que promete ser el late motiv merengue de la temporada: ¿qué haría Toni Kroos? Mucho habían tardado en echarle de menos. Sin el alemán, el Real Madrid sufrió ante la presión local. Cada vez progresaban peor, y el cambio del control por el talento ya no sonaba tan bien. Se había acabado la luna de miel, aunque solo fuese por un momento y aunque el marcador indicase lo contrario.
⚔️ El trabajo bermellón, el antídoto al talento del Real Madrid
Tras comprobar que a Son Moix se va a sufrir y no a disfrutar, el paso por vestuarios debía ser un bálsamo para el Real Madrid. Era el momento de parar la sangría de los últimos minutos de la primera parte y de pensar en lo que estaba por llegar. Esa limpieza mental le funcionó a los blancos… aparentemente. Recuperaron el control del partido sobre el papel, pero perdieron la ventaja en el luminoso. Un excelente lanzamiento de córner de Dani Rodríguez conectó con Muriqi, que con un remate inapelable empató la contienda. Fue la confirmación de todos esos fantasmas ignorados en la previa. Se había terminado oficialmente la luna de miel blanca. Les tocaba dejar de lado el glamour para remangarse.
El Real Madrid lo intentó con todas sus fuerzas, peleando incluso contra ese late motiv kroosista tan invasivo. La entrada de Modric ayudó para olvidar al germano y que su equipo se volcase contra la portería de Greif. Con tanto talento en el campo, era el guion ideal para conseguir el triunfo. Pero no. Otra vez más, el Mallorca volvió a equilibrar la balanza. Todo el equipo hizo una labor titánica para defender la frontal del área, lo que imposibilitó que hubiese hueco para la magia visitante. Y, al final, así fue. Lo lograron: frenaron al supercampeón de Europa, al equipo que más talento tiene en el mundo. Porque no, no siempre ganan lo mejores ni siempre es tan fácil. El empate supo a victoria para el Mallorca, y como un fracaso para el Real Madrid. Hasta en el descuento les abandonó la épica, ya que cambiaron los goles por una roja directa para Ferland Mendy. Al menos, de cara a lo que queda de temporada, saben que no tendrán que volver a Son Moix. Algo es algo.