España es un país tremendo. Creo que nunca me cansaré de vivir en la que es mi tierra. Ni entraré en las gañanadas habituales de país de pandereta ni similares, porque no va por ahí todo esto. Admiro mucho la capacidad que tenemos como nación para reinventarnos siempre en el arte de la estupidez. Siempre somos capaces de una nueva, y lo mejor de todo es que la analizamos hasta la extenuación. Nos entretiene valorar el ingenio de nuestro igual. Además, en todo este juego se suma algo importante. En el arte de la estupidez hay un claro factor sorpresa, pues cuando nos ponemos a decir tonterías somos imprevisibles. Nunca se sabe por donde va a salir. El último en demostrarlo fue Joan Laporta con su madridismo sociológico, acuñando un término que ya es histórico. Esto merecía un Dieguenazo.
Joan Laporta, imputado por un delito de soborno en el ‘caso Negreira’
💎 El madridismo sociológico, una joya de nuestros tiempos
Como es más tonto el que sigue la tontería que el que la dice y yo me considero muy por debajo de Laporta, este humilde espacio de opinión va dedicado al análisis pormenorizado del madridismo sociológico. No podía evitar el unirme al deporte nacional, ya lo siento. Además, hay otro factor tremendamente subjetivo. Admiro profundamente al actual presidente del Barça. Es el Ousmane Dembélé de los despachos: tan errático como talentoso, y con la incertidumbre de no saber por donde te va a salir en un uno contra uno. El madridismo sociológico es su último regate imprevisible. ¿Qué me imputan por un escándalo bochornoso? Genialidad al canto. ¿Por qué todos los jugones sonríen igual?
Todo esto del madridismo sociológico es un árbol que no deja ver el bosque. Llega en los tiempos del ‘caso Negreira’ y la posverdad, donde lo cierto es lo que uno quiera creer y no lo que realmente es. Laporta, que es mucho más inteligente que el resto y está más que graduado en el arte de crear cortinas de humo, ya ha conseguido desviar la atención de algo gravísimo. Con su imputación, todos los presidentes del siglo XXI del FC Barcelona han sido investigados por la justicia. Es gordísimo. Pero más grave es que exista una mano negra (o blanca, en este caso), que los persigue y los juzgue por varios casos de corrupción anteriores y por el hecho de haber pagado al vicepresidente de los árbitros durante 18 años. Ni Messi en sus mejores años salía tan fácil de semejantes líos.
A cada comentario que se cuelga sobre el madridismo sociológico, menos se habla de la investigación al presidente del Barça por algo que va en contra del deporte y mancha la imagen de un club tan grande. Esa imprevisibilidad inherente a la estupidez lo ha eclipsado todo. Te pilla tanto a contrapié lo del madridismo sociológico que no puedes esperar a comentarlo y a señalar a Laporta. Comienzas a pensar en como desmontar lo que han dicho, pues la verdad es la tuya y no la del otro. En cuanto entras en ese proceso mental has contribuido a que el foco se aleje de donde debe para plantarse en lo que quieren. El madridismo sociológico, que en su teoría es una herramienta de control que ejerce el Real Madrid sobre sus enemigos, es lo mismo en la práctica, pero vestido de azulgrana. Es, en definitiva, una genialidad.
Ojo, que no nací ayer. Soy consciente que estas prácticas vienen de todos los lados, de ahí que el arte de la estupidez sea tan nuestro. Todos formamos parte de esta ridícula y posmoderna rueda. Y que quieres que te diga, es algo entretenido al final del día. Volvamos al punto de partida: admiro profundamente esa inventiva para sorprender en el momento más inesperado. Es lo que nos hace ser lo que somos, y no las tapas ni nuestra historia. Nos encanta crear la estupidez, regodearnos en ella. Ya sea el madridismo sociológico o con el último bulo absurdo comentado en el Congreso de los Diputados, es algo que nos emociona. Por tanto, mientras avanza la temporada me prepararé unas palomitas. Los personajes del fútbol español y las tramas que originan son mi trama favorita. Y yo, desde este espacio, siempre estaré dispuesto a darles bombo. Si no puedes combatirlos, únete.