Llevamos ya mucho tiempo asistiendo a una convulsión jurídico-futbolística en España. Hemos visto cosas que dejan Blade Runner en pañales. Seguro que el lector recordará muy bien el personaje de la película que había visto “cosas que vosotros no creeríais”: atacar naves en llamas más allá de Orión o brillar rayos-C en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser…
Bien es verdad que todos esos momentos se perderán en el tiempo, “como lágrimas en la lluvia”. Lo que nunca se va a perder en el tiempo del fútbol español es el recuerdo del ataque a las instituciones por parte de los siths, con su particular Darth Sidious o Palpatine a la cabeza (y su maestro Darth Plagueis hablándole al oído).
Sin dejar de lado del todo las similitudes frikis, veamos qué encontramos ahora sobre el escenario de esta guerra sorda y ciega.
Por un lado, tenemos al tentetieso, tentempié, siempretieso, dominguillo o porfiado de la feria pública: el muñeco al que le tiran de todo constantemente, al que agreden y empujan, pero que, gracias a su sólida base, siempre vuelve a la posición original, manteniéndose en pie pase lo que pase. El secreto, en efecto, está en su base y también en su dignidad.
Por otro lado, está el famoso jefe sith (o subjefe, ya que, según ciertas teorías, es otro “el que mece la cuna”). El capo de la familia, alguien que va disparando, este sí, como un mono con tres pistolas. En una de estas, se dará un tiro en el pie (o en la cabeza, tenuemente protegida con cachirulo o zorongo).
La importancia de leer con inteligencia entre líneas
Cada uno tiene sus simpatizantes, pero también sus haters. Normalmente, la víctima suele despertar cariño y comprensión; e, incluso, indignación, si es injusto lo que le ocurre y uno es capaz de reparar en la injusticia.
Tenga siempre en cuenta el amable lector que aquí no todos son iguales y que hay buenos y malos. Es posible que ahora la selva mediática no permita conocer bien a los personajes (o a los actores) y distinguir cuáles son las motivaciones de cada uno. Tranquilos, más pronto que tarde sabremos perfectamente quién es quién.
Un primer dato: atacar constantemente a alguien por cosas que, te gusten más o menos, son lícitas, demuestra muy mala baba, mucha pasta gastada y un pobrísimo argumentario. Y, si no hay razones, siempre queda el recurso de inventarlas, adornarlas y facilitárselas a un periodista con parche en el ojo (son pocos, como los piratas, pero los hay) y el titular tipo garfio está servido. Cuando todo eso se quede en nada, el del parche estará ya ocupado en enfangar la vida de otro y el del cachirulo seguirá contando billetes.
Lector ilustrado, si le gusta el Derecho —y, en especial, el que apellidan “deportivo”—, es aconsejable que se pare un momento a pensar, analice con ecuanimidad todas las denuncias presentadas por la desorganizada banda del personaje del cachirulo (formada por gremlins que le brotan como bolas de pelo rancio) y lea inteligentemente entre líneas las noticias publicadas. Seguro que al final verá… la nada.
Y si al principio no la ve, no se preocupe, le ayudaremos a descubrir la verdad. Poco a poco.