Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 dejaron uno de los momentos más emotivos en una cita olímpica. En plena pandemia del Covid-19, Mutaz Barshim de Qatar y Gianmarco Tamberi de Italia protagonizaron una historia de solidaridad y fraternidad que conmovió al mundo. Cuando el planeta más lo necesitaba. Los dos atletas compartieron la medalla de oro en la prueba de salto de altura. Tuvieron la opción de seguir compitiendo para dirimir a un único ganador. Sin embargo, decidieron subir juntos a lo más alto del podio. Un momento que se selló con un abrazo imborrable. En una situación en la que se evitaba el contacto por seguridad y se utilizaba mascarilla, la felicidad de Barshim y Tamberi superó a todas las restricciones e impedimentos temporales para dejar una fotografía imborrable.
🤝 Un duelo épico y un gesto inolvidable
La noche del 1 de agosto de 2021, Barshim y Tamberi fueron saltando adversidades en forma de altura y barras hasta alcanzar la final del salto de altura con el objetivo de alcanzar la gloria olímpica. Desde el inicio, ambos demostraron su destreza, superando alturas impresionantes y dejando atrás a sus competidores. La cita alcanzó su clímax cuando ambos saltadores lograron superar la marca de 2.37 metros. Sin embargo, cuando la barra se elevó a 2.39 metros, ni Barshim ni Tamberi pudieron superarla en sus tres intentos.
Con el empate en 2.37 metros, el siguiente paso según las reglas olímpicas sería un salto de desempate para determinar al ganador. Pero lo que ocurrió a continuación fue un testimonio del espíritu deportivo y la amistad que une a estos dos atletas. El juez de la competencia se acercó a los dos saltadores y les explicó las opciones. Fue entonces cuando Barshim, con una mirada decidida y una sonrisa en el rostro, hizo una pregunta que cambió el curso de la historia: «¿Podemos tener dos oros?». El oficial, sorprendido, respondió que sí, si ambos aceptaban la propuesta. Sin dudarlo, Tamberi asintió con entusiasmo. Los dos amigos se abrazaron, celebrando juntos un momento que simbolizaba mucho más que una victoria deportiva. Era un triunfo del compañerismo, el respeto mutuo y el amor por el deporte.

Momento de la alegría tras la decisión de compartir el oro.
La historia de Barshim y Tamberi, pese a ser rivales, tiene un componente de similitud y resiliencia. El italiano se perdió en 2016 los Juegos Olímpicos de Río por culpa de una lesión en el ligamento de su tobillo izquierdo. Es más, Tamberi celebró el oro mostrando el yeso que le acompañó durante varios meses. Barshim, nacido en una familia de origen sudanés, se inició en el atletismo a una edad temprana, siguiendo los pasos de su padre, que era marchador. Además de la marcha, Barshim se interesó por el salto de longitud y el triple salto, pero decidió especializarse en el salto de altura. Sin embargo, no consiguió el éxito de manera instantánea: «siempre era de los peores», ha mencionado el catarí en alguna ocasión. Pese a esto, siguió entrenando, mejorando, se recuperó de una lesión de tobillo en 2018 y llegó a Tokio para ganar el oro.
📷 Una imagen en los Juegos Olímpicos que dio la vuelta al mundo
La decisión de Barshim y Tamberi de compartir la medalla de oro fue recibida con aplausos y admiración en todo el mundo. Atletas, entrenadores y fanáticos elogiaron su gesto como un ejemplo de los valores fundamentales del olimpismo. «Este es el verdadero espíritu de los Juegos Olímpicos», comentó Sebastian Coe, presidente de World Athletics. «Se trata de la amistad, el respeto y la excelencia. Lo que hicieron Mutaz y Gianmarco será recordado por generaciones».

Imagen de Barshim y Tamberi en el podio antes de recibir el oro olímpico.
Los deportistas de los Juegos y de todo el mundo aplaudieron esa imagen, catalogándola como un símbolo de respeto y de compañerismo en el deporte. Para Barshim y Tamberi, compartir el oro no solo fue un reconocimiento a su talento y esfuerzo, sino también una celebración de su amistad y resiliencia. En una era donde la competencia feroz a menudo eclipsa los aspectos más humanos del deporte, su historia se destaca como un faro de esperanza e inspiración. El desenlace de la final fue un pacto de no agresión que benefició a sus protagonistas. Los dos atletas se favorecieron de la oportunidad para compartir la victoria. No hubo perdedor, sino un doble ganador.