Un estudio elaborado por expertos de la University of South Australia, una universidad pública ubicada en la ciudad australiana de Adelaida, ha demostrado que la actividad física es una alternativa eficaz para combatir los síntomas de depresión, ansiedad y angustia psicológica.
Según esta investigación, sus beneficios se ponen de manifiesto tanto en relación con personas a las que se ha diagnosticado algún trastorno mental como respecto de la población en general.
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El estudio, publicado por el British Journal of Sports Medicine y dirigido por los profesores Ben Singh, Timothy Olds y Rachel Curtis, ha visto la luz en un momento en el que se está intensificando la preocupación por los efectos que los deportes de alta competición pueden causar a la salud psicológica de quienes los practican.
Casos como el de Ricky Rubio, que fue eximido de participar en la reciente presentación de los Cleveland Cavaliers a fin de ayudarle a que se centre en su salud mental, o los graves problemas de presión psicológica reconocidos por la atleta estadounidense Simone Biles, son solo algunos de los muchos y notables ejemplos recientes que se han conocido.
El ejercicio físico es positivo para la salud mental
Muy razonablemente, se ha interpretado por lo general que este tipo de problemas no se derivan de practicar el ejercicio deportivo en sí, sino de las consecuencias que tienen, sobre muchos deportistas, las fuertes exigencias de las competiciones de mayor nivel.
Sin embargo, el riesgo de esta prudente opinión es dar lugar a que se piense no solo que el ejercicio físico no es per se el “culpable” de tales problemas de salud mental, sino que es “neutral” en relación con la aparición y desarrollo de estas.
De ahí el gran interés de un estudio que demuestra que el ejercicio físico, lejos de ser meramente “neutral” en relación con las enfermedades mentales, es una vía eficaz para combatirlas. Más aún, llega a la conclusión de que “todos los tipos de ejercicio físico son beneficiosos” para ello, sean aeróbicos, de resistencia o mixtos.
Sus autores han analizado la información procedente de doce bases de datos generadas por investigaciones realizadas hasta el 1 de enero del pasado año, con 97 revisiones de 1.039 pruebas que sumaban un total de 128.119 participantes.
Un aspecto muy relevante de su investigación es que, aunque estudios previos ya habían destacado el positivo impacto del ejercicio físico sobre la reducción de los síntomas de ciertas enfermedades mentales, las acusadas diferencias metodológicas, de muestreo y de selección de los grupos de personas comparadas hacía extraordinariamente difícil evaluar hasta qué punto sus resultados dibujaban un panorama común y podían ser interpretados en su conjunto. Este inconveniente ha quedado superado por el estudio australiano.
Casi 1.000 millones de enfermos en todo el mundo
Como es habitual en las investigaciones de carácter universitario, sus autores precisan con cuidado y prudencia el alcance de sus conclusiones, pues subrayan que estas indican que el ejercicio físico es muy eficaz para reducir los “síntomas leves o moderados” de depresión, ansiedad o angustia psicológica. Pero también señalan con firmeza el “importante papel” que tiene a la hora de combatirlas, por lo que “la actividad física debe ser un enfoque fundamental” para gestionarlos.
Por añadidura, las enfermedades mentales constituyen un problema que no es precisamente menor. Como se refleja en este estudio, “970 millones de personas de todo el mundo —es decir, una de cada ocho— sufrieron en 2019 algún género de trastorno mental diagnosticado y casi una de cada dos (concretamente, un 44% del total) experimentará algún síntoma de enfermedad mental a lo largo de su vida”.
Se estima que el coste a escala mundial de las enfermedades mentales es de 2,4 billones de euros (sí, billones: doce ceros) y se calcula que podría superar los 5,5 billones en 2023.