Hemos asistido en los últimos meses a la “teatralización” del desacuerdo político entre los grandes partidos políticos de nuestro país en el marco del debate parlamentario sobre la nueva Ley del Deporte.
Una teatralización, es decir, escenificación basada única y exclusivamente en la necesidad de decir lo contrario “porque sí” y sin reflexionar; o, lo que es peor, sin tener el más mínimo conocimiento de la perspectiva de lo que se está diciendo o defendiendo.
Una constata, con demasiada frecuencia, que el debate parlamentario acaba deviniendo en un simple teatro de oposición de postulados, realizado por personas que no tienen ni idea de lo que hablan. Simplemente, leen lo que les han escrito algunos/as (que tampoco tienen demasiada idea de lo que han escrito, pero que recogen las ideas de lo que les han dicho unos terceros, que valoran como aportaciones muy sesudas en función de si lo que les dicen va a favor o en contra de lo que deben defender en la Cámara, dependiendo del rol que deben ejercer en la obra de teatro); y cuyo único papel es poder tener un discurso más o menos hilado para que conste en los diarios oficiales de sesiones de las Cámaras para la posterioridad.
Da igual que lo que se afirme guarde relación o no con los postulados político ideológicos del partido al que representan; da igual que lo afirmado tenga o no coherencia jurídica; da igual que lo planteado o propuesto ofrezca soluciones reales o lo contrario; o que sea un inicio de problemas irresolubles. Todo esto da igual, no importa, lo que importa es estar en el rol teatral que me han dicho que debo hacer en la obra y que, cual buen actor, ejecuto a la perfección.
Hemos llegado al final de la obra de teatro. El telón ha bajado y la Ley del Deporte está vigente tras los trámites pertinentes de aprobación propios de un Proyecto de Ley por el gobierno, presentación a las Cortes Generales, enmiendas, debates en Comisiones y plenos de Congreso y Senado, y ratificación por el Rey.
Puro teatro
Así pues, la aprobación de la nueva Ley del Deporte —impulsada, que no creada, por el gobierno socialista— ha llegado a su fin.
La escenificación pulcra y profesional (teatral) de los actores en la obra ha hecho creer a los medios de comunicación y a la opinión pública, en general, que existían dos modelos diferenciados de soluciones jurídicas para resolver los dos principales dilemas planteados en esa obra teatral: la publificación o despublificación de las federaciones deportivas, y la participación autonómica en las competiciones internacionales.
Pues bien, podemos afirmar, sin ningún género de dudas, que la visión experta de la crítica independiente y conocedora de la materia afirma que todo ha sido un puro teatro y que la realidad de las cosas es muy distinta a como la cuentan o a como la quieren contar.
Vamos a explicarnos. He afirmado que el texto de la nueva Ley fue impulsado por el Partido Socialista, pero no creado por dicho partido. Los críticos teatrales que conocen lo que sucede tras el escenario saben perfectamente que los responsables socialistas del Consejo Superior de Deportes se encontraron en sus cajones con un borrador de Ley elaborado en la época del gobierno del Partido Popular; y, como tenían mucha prisa y necesidad —Next Generation— de aprobar una nueva Ley, simplemente la maquillaron con algunos retoques de género (retoques que, por cierto, por mucho que se repitan infinidad de veces en el articulado de la Ley, no aportan absolutamente nada nuevo al acervo jurídico y no modifican en nada el régimen jurídico vigente hasta ese momento), así como con algunos retoques en las denominaciones de las competiciones (retoques que el tiempo demostrará equivocados y, que curiosamente, el Partido Popular no introdujo en las enmiendas, porque, como ningún lobby se lo pidió, sus diputados no debían saber que su modelo había sido otro).
Un modelo de deporte bien definido
Cuando algunos repiten y repiten que la Ley no surge de una reflexión profunda sobre el modelo deportivo que necesita el país, o bien son unos desconocedores completos de la materia o simplemente escriben al dictado; o ambas cosas a la vez.
El modelo español de deporte se ha discutido en los últimos años en diversidad de ocasiones, tanto en foros académicos como parlamentarios, así como en jornadas específicas de expertos que convocó el Consejo Superior de Deportes y donde los diversos especialistas aportaron sus valoraciones (por cierto, todas ellas favorables a la despublificación); aportaciones que incluso llegaron a ser publicadas en un libro de obligada lectura bajo la dirección de uno de los mayores expertos en esta materia que tiene nuestro país.
El modelo de despublificación del deporte federado estaba ya presente en el borrador de Ley que se había elaborado en la época del gobierno del Partido Popular y que este había “avalado” en sus debates internos. El Partido Socialista simplemente desempolvó ese texto, lo maquilló con unas simples notas de colorete en las mejillas (notas sin valor jurídico real alguno) y lo impulsó, que no creó.
La coherencia entre el borrador de Ley del Deporte elaborado en la época de gobierno del Partido Popular y la ideología económica, social, no intervencionista, rol de la sociedad, etc. del mismo partido era lógica y digna de valoración positiva.
En la misma tesitura se puso la versión ideológica, más centrista, del Partido Socialista, avalando esos postulados ideológicos del modelo deportivo y proponiendo exactamente el mismo modelo que había preparado el Partido Popular; y, así, presentó y aprobó el proyecto de Ley y lo ha defendido en el debate parlamentario.
Lo puramente teatral e incoherente ideológicamente ha sido el rol de los actores parlamentarios del Partido Popular en el debate de esta Ley. Les ha tocado representar el personaje contrario a lo que elaboraron y a lo que ideológicamente piensan y defienden; pero, ya sabemos, en las Cortes, el teatro es lo principal.
Rol teatral de personaje desubicado y completamente esquizofrénico es el que han querido asumir los actores de VOX, que, en este caso, ni saben, ni entienden, porque desgraciadamente, a diferencia de los actores del Partido Popular, que sí se creen el personaje, los primeros solo tienen una participación relevante en cuanto a personajes de un teatro infantil de marionetas, movidos por el ideólogo confeso de su partido en los temas deportivos.
Capítulo aparte merecerá, en su momento, el otro gran debate, puramente teórico y sin valor jurídico real alguno, cual es el del modelo de participación autonómica en las competiciones internacionales. Humo. Puro humo.