Salvo que un estudio de la firma Research&Markets esté notablemente errado, las apuestas realizadas en el mercado mundial de los deportes de todo tipo sumaron más de 600.000 millones de dólares en 2022, es decir, el equivalente a seis veces el Producto Interior Bruto conjunto de los 190 países del globo. Y están creciendo a un ritmo anual acumulativo superior al 4%.
Bien es verdad que una de las vías elegidas de manera cada vez más intensa por las casas de apuestas para promover su negocio —el patrocinio de clubes y eventos deportivos— ha recibido recientemente un serio golpe en la Premier league.
Sin embargo, conviene matizar el golpe: se ha dicho y entendido que esas marcas ya no podrán patrocinar a los clubes ingleses. En realidad, lo que no podrán hacer es poner su logotipo en la parte frontal de las camisetas de los jugadores de esos equipos a partir de la temporada 2025-26. Hasta entonces, los ocho clubes de la Premier que ya lo hacen (el 40% del total) podrán seguir mostrando logos de casas de apuestas en el pecho de sus futbolistas.
En todo caso, no por ello el hecho deja de ser sintomático y significativo; y posiblemente otras Ligas podrían imitar en adelante a la inglesa. En efecto, hay una seria preocupación por el impacto de la expansión meteórica del negocio de las apuestas sobre el aumento de la ludopatía entre los ciudadanos y por el riesgo de que suponga una vía para promover el amaño de partidos, entre otros riesgos no menores.
Aun así, el daño para las casas de apuestas de que se extendiera el ejemplo de la Premier League sería importante, pero no precisamente irreparable. Al parecer, es lógico y está suficientemente probado que hay una estrecha correlación entre ser seguidor de un club o de un deporte determinado y hacer apuestas sobre uno u otro. Pero no es imprescindible.
¿Te acuerdas de Holling Vincoeur?
La escena es muy antigua. Pertenece a una excelente serie de TV que se produjo en EE.UU. allá por los años noventa —“Doctor en Alaska”, o “Northern Exposure” en su título original— y que ha sido felizmente rescatada no hace mucho por varias plataformas digitales de pago.
En ella, Holling Vincoeur, propietario del único bar de un pequeño y perdido pueblo de Alaska, confiesa a los atónitos parroquianos que están viendo la final de las Grandes Ligas por la TV del local que no le gusta el beisbol. Es más, lo odia. Termina el partido, los aficionados comprueban quién ha ganado la “porra” sobre el número exacto de carreras conseguidas y el vencedor es… Holling Vincoeur.
Es solo una anécdota de ficción, pero ilustra un fenómeno conocido: no hace falta ser seguidor de un deporte o un club para apostar por él.
De hecho, muchos apostantes no lo son y se juegan su dinero al ganador de una carrera de galgos sin haber ido nunca a un canódromo. Mucho menos hace falta ser un experto. Si un buen aficionado se apuesta que, por término medio, el Barcelona vencerá al Rayo en dos de cada tres partidos, ganará la apuesta. Pero solo por término medio. Porque si apostó sobre el resultado del último partido jugado en Vallecas, habrá perdido todo el dinero.
No obstante, puede consolarse si así ha sido: un estudio sobre decenas de miles de recomendaciones de analistas financieros en la Bolsa de Nueva York puso de manifiesto que estos sesudos expertos habían cometido más errores que aciertos a la hora de pronosticar el comportamiento de las acciones. Un mono loco tirando una moneda al aire hubiera acertado más.
De modo, que no hace falta ser experto ni aficionado para apostar. Nunca lo ha sido, pero mucho menos ahora.
Antes, la familiaridad con el deporte o el club en cuestión facilitaba el acceso “natural” a donde se hacían las apuestas; y, “sensu contrario”, la falta de familiaridad operaba al revés. Ahora, con las herramientas digitales, ya no ocurre así. Uno puede apostar desde Alhaurín (es un poner) por el número de “fumbles” que se producirán en el próximo Kansas City Chiefs-New York Patriots sin saber quién rayos es Patrick Mahomes, igual que un vecino de Oak Ridge (Missouri) puede apostar a que el Real Madrid sacará más “corners” que el City el próximo 9 de mayo sin saber quién demonios es Guardiola.
La práctica omnipresencia de las diferentes maneras de hacer apuestas sobre cualquier cosa desde cualquier parte del mundo que ofrecen las plataformas digitales accesibles por internet o a través del teléfono móvil explican en gran parte el crecimiento exponencial de este mercado. De acuerdo con un estudio de Zion Market Research, el mercado mundial de apuestas deportivas online supuso 24.400 millones de dólares en 2020 y crecerá a razón de más un 10% anual acumulativo hasta finales de 2028. Dicho en otras palabras, superará los 55.000 millones de dólares en ese año. Sí, más de la mitad del PIB mundial del año pasado.
En definitiva, el mercado de apuestas deportivas se asienta en una accesibilidad universal e inmediata de tal magnitud, que loables iniciativas, como la de la Premier League, tienen más importancia cualitativa, por llamar la atención sobre determinados riesgos sociales, que efectos cuantitativos.