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El patrocinio del deporte femenino en Canadá, amenazado por graves denuncias de agresiones y acoso contras las atletas

Hace pocas fechas, se ha hecho público que Canadian Women & Sport, una entidad que promueve el deporte femenino en el país norteamericano, ha elaborado un estudio (en colaboración con el famoso Boston Consulting Group y la centenaria Canadian Tire Corporation, compañía especializada en la comercialización un amplio abanico de productos y servicios), que subraya las crecientes oportunidades que ofrece el deporte femenino profesional en Canadá para que las empresas hagan inversiones en marketing, patrocinio u otras iniciativas de parecida naturaleza.

El informe, al que sus promotores han puesto un título del que se puede discutir la limitada sofisticación, pero no la claridad (“It’s Time: Accelerating Professional Women’s Sport in Canada”, es decir, “Es el momento: acelerando el deporte profesional femenino en Canadá”) parte de la base de que este mercado está “desatendido y subdesarrollado”.

Por ello, «invertir en el deporte femenino profesional en Canadá puede abrir una nueva era de crecimiento y oportunidades, con importantes beneficios comerciales y sociales durante décadas», según Allison Sandmeyer-Graves, directora general de Canadian Women & Sport. «Desde el hockey o el fútbol, hasta el baloncesto y los deportes electrónicos, y aún más allá, el deporte femenino profesional en Canadá está maduro para la inversión«, añade Nan DasGupta, directora general y socia principal del Boston Consultinng Group.»Este sector, que está sin explotar, ofrece una propuesta de valor única para los inversores, particularmente para aquellos que tienen visión de futuro y una mentalidad de capital de riesgo.»

Costes de entrada en el mercado francamente bajos, fundamentales perspectivas de crecimiento, empatía con aficionados y consumidores, amplias posibilidades de alineamiento con los valores del desarrollo sostenible, aunando así beneficios sociales y comerciales… son algunos de los factores que, según los promotores del estudio, pueden hacer muy rentables las inversiones empresariales en este ámbito.

Graves y contundentes denuncias

Sin embargo, estas halagüeñas perspectivas para el patrocinio, el marketing y demás tipos de inversión empresarial en el deporte pueden irse al garete si Canadá no consigue atajar un grave problema que puede hacer que los inversores se lo piensen dos veces antes de entrar en este mercado: las denuncias recientemente presentadas por un grupo muy representativo de mujeres deportistas de primer nivel de diferentes disciplinas que han denunciado públicamente haber sido víctimas de tratos vejatorios, abusos sexuales, amenazas, represalias … que, según ellas, serían moneda corriente en el mundo del deporte canadiense.

Los ejemplos son contundentes no solo por su relevancia, sino por el ámbito en el que han sido presentados: las sesiones públicas de dos Comisiones parlamentarias.

En ellas, Ciara McCormack, futbolista profesional que ahora juega de defensa en el Treaty United irlandés, confesó que su decisión de irse a vivir fuera de Canadá fue debida a que no se sentía segura en su país tras haber intentado denunciar a Bob Birarda, exentrenador del equipo nacional de Canadá y de los Vancouver Whitecaps, como autor de agresiones sexuales. No parece que su denuncia anduviera descaminada si se tiene en cuenta que Birarda fue condenado en 2022 a dos años de prisión precisamente por agresión sexual contra jugadoras adolescentes en la Columbia Británica.

Añadió que muy condecoradas futbolistas de la selección nacional femenina que protestaron contra abusos y agresiones semejantes fueron expulsadas del equipo y nunca volvieron a representar a su país.

A su vez, Andrea Neil, excapitana de la selección femenina de fútbol, que jugó con Canadá en cuatro Mundiales y ayudó a entrenarla en un quinto, dijo que se había impuesto una autoritaria atmósfera de silencio en el fútbol femenino canadiense para evitar que las denuncias salieran a la luz pública.

También Emily Mason, ex esgrimista del equipo de Canadá y fundadora de Fencing for Change (Esgrima por el Cambio), y Myriam Da Silva Rondeau, ex boxeadora olímpica, declararon antes los diputados haber sufrido agresiones y amenazas por su empeño en denunciar estos comportamientos. Esta última deportista aseguró que los abusos le habían provocado una disociación tan grave en su salud mental, que no recordaba ni su clasificación ni su participación en los Juegos Olímpicos.

Emily Manson y Ciara McCormack señalaron con claridad quién debe tomar cartas en el asunto. La primera sostuvo que es “imperativo que haya una investigación pública lo antes posible. ¿Cuántas voces más necesitamos oír antes de que la ministra de Deportes, Pascale St. Onge, tome medidas?». Y la segunda fue aún más incisiva, pues se preguntó públicamente si la ministra «está siquiera mirando».

Esta recogió el guante. Tras la vista, afirmó que la valentía de las testigos era «increíble y les doy las gracias por compartir sus historias»; y añadió ante los medios de comunicación que la cuestión no era ya “si vamos a hacer algo, sino qué y cómo”.

¿Estudiar o actuar?

Estas palabras de la ministra resultan significativas, porque, según los medios de comunicación, el gobierno de Justin Trudeau y la propia Pascale St. Onge se habían resistido hasta ahora a las peticiones de deportistas, políticos y académicos para que se llevara a cabo una investigación sobre los abusos.

Unas peticiones a la que se ha sumado hasta la diputada, ex portavoz del Gobierno en el Parlamento y exministra de Deportes, Kirsty Duncan: «El abuso es un sucio secreto oculto en el deporte canadiense y lo que la gente está viendo es la punta del iceberg. El problema de las agresiones sexuales, los abusos y el acoso en el deporte es polifacético y está profundamente arraigado. Se trata de agresiones, abusos y acoso a deportistas por parte de entrenadores y personal de apoyo. La única manera de llegar a la complejidad de este asunto es a través de esta investigación».

Otras voces van, incluso, más allá. Gretchen Kerr, catedrática de la Universidad de Toronto especializada en malos tratos a deportistas, ha declarado que no cree que sea necesaria ninguna investigación ni ningún estudio, porque el problema se encuentra ya suficientemente probado. «Conocemos su prevalencia. Conocemos los tipos de daños. Sabemos cuáles son sus causas y tenemos algunas buenas soluciones. Sabemos lo suficiente como para dedicar nuestros recursos a buscar soluciones en lugar de seguir estudiando el problema. Es hora de actuar y de moverse”.

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