Los primeros días del año están siendo escenario en suelo británico de una serie de conflictos en materia de patrocinio futbolístico que dan prueba de que una actividad antaño casi idílica, y que en la actualidad resulta cada día más compleja, no termina de ser abordada con suficiente rigor, prudencia y sensatez por los agentes que se lanzan alegremente a ella en Reino Unido.
El primer ejemplo es nada menos que del Manchester City. El pasado mes de julio, el club de Pep Guardiola suscribió una extensión del acuerdo al que llegó en 2022 con Asahi, una de las cuatro mayores compañías cerveceras del Japón, que posee una cuota de mercado cercana al 40%.
El ‘Caso City’ cuestiona la lógica tradicional del patrocinio
La ampliación del acuerdo implicaba estampar en la ropa de entrenamiento de los jugadores del club el logotipo de uno de los productos estrella de la empresa japonesa: una cerveza sin alcohol denominada Super Dry 0.0.
Hasta aquí todo bien… salvo que ha entrado en liza una marca de ropa creada en 1985 en la muy británica ciudad inglesa de Cheltenham, llamada Superdry; y que, para mayor inri, cuenta entre sus principales productos un amplio abanico de prendas de tipo deportivo: sudaderas, pantalones de jogging, t-shirts…
Millones en juego
La marca ha solicitado legalmente la emisión de una “orden de restricción” que impida al City seguir luciendo la marca de la cerveza japonesa porque su obvia similitud con la de la empresa de ropa crea “confusión”. Ha argüido al respecto que «las diferencias entre Super Dry y Superdry son tan insignificantes, que pueden pasar desapercibidas para el consumidor medio».
Más aún, no se ha “cortado” a la hora de argumentar, de manera adicional, que la confusión podría perjudicar seriamente su reputación, dada la “mala calidad” de la ropa deportiva que habitualmente vende el City en sus tiendas.
El asunto puede ser económicamente serio, porque el acuerdo inicial de los citizens con Asahi era de más de 18 millones de euros y se dice que la extensión ha sido por el mismo importe. Además, de resultar condenado, el club podría tener que afrontar el pago de una sustancial compensación económica a Superdry.
Prohibido para menores
A su vez, el Blackburn Rovers tuvo que quitar la marca de su patrocinador de la camiseta que lució uno de sus jugadores durante el partido de la FA Cup que le enfrentó al Cambridge el pasado día Reyes,
El encuentro estaba resultando tan francamente cómodo para los de Ewood Park (ganaron 5-2), que su entrenador, Jon Dahl Tomasson —el que fuera jugador de Milan, Feyenoord y Villarreal, entre otros—, tomó la razonable decisión de hacer debutar a un chaval de solo 15 años, llamado Rory Finneran. Este se convirtió así en el futbolista más joven que juega un partido oficial en el historia del equipo blanquiazul.
El problema es que, desde la temporada 2021/2022, este equipo lleva en la parte frontal de sus camisetas la marca de la empresa de vapeadores Totally Wicked; y en Inglaterra está prohibido que los menores de 18 años hagan publicidad de marcas de alcohol, juegos de azar, cigarrillos o vapeadores.
Despilfarro de dinero público en el fútbol británico
En todo caso, lo de Rory Finneran es, al fin y al cabo, un problema de menores. Sin embargo, lo del Gobierno escocés y el fútbol son palabras mayores. El tema es algo antiguo, pero se ha conocido ahora y ha causado un cierto escándalo político.
Resulta que en las ediciones de 2008/2009 y 2009/2010 de la Copa Escocesa de Fútbol, el Gobierno escocés decidió patrocinar la competición, a razón de 1,2 millones libras por temporada, para promover, primero, una campaña llamada Homecoming (Vuelta a Casa) cuyo objetivo era animar a los nativos escoceses que viven fuera de su tierra a que volvieran a visitarla; y, después, un programa de salud denominado Active Nation.
En aquel momento, el primer ministro escocés, Alex Salmond, declaró que el acuerdo al que su gobierno había llegado para ello con Asociación Escocesa de Fútbol (SFA) era una forma novedosa para atraer visitantes a Escocia y mejorar la salud de la nación. Por ello, consideraba “una obviedad asociarnos a este trofeo emblemático.
Pues bien, la desclasificación de una serie de documentos oficiales del Gobierno escocés, hasta ahora confidenciales, parece demostrar que el asunto era todo menos “una obviedad”.
Resulta que, pocas semanas antes de que fuera anunciado, varios ministros del gabinete habían admitido en privado que el acuerdo tenía importantes deficiencias, que se iba a llevar por delante de manera exagerada una buena parte del presupuesto de la campaña Homecoming y que apenas se había estudiado si sería eficaz como forma de promover una vida más sana entre la población a la que se quería alcanzar a través del Active Nation.
En definitiva, para escarnio actual de aquellos dirigentes políticos, un documento de la entonces secretaria de Sanidad, Nicola Sturgeon, advertía con meridiana claridad que ese patrocinio podría dar lugar a acusaciones de ser un mero «despilfarro de dinero público…».