El Metropolitano fue testigo de una noche que quedará grabada en la memoria de los aficionados al fútbol español, pero no por las razones que uno desearía. El empate (1-1) entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid pasará a la historia como el derbi de la vergüenza, un encuentro marcado por la violencia en las gradas que empañó lo que debería haber sido una fiesta del fútbol madrileño. Un partido que tuvo que ser suspendido por Busquets Ferrer a causa del lanzamiento de objetos, como mecheros, desde la grada de ultras colchoneros sobre Courtois. Una imagen que no puede ser otra que la de los capitanes del Atlético, Simeone incluido, negociando con los hooligans, con la mejor de las intenciones, por supuesto, que no deja de evidenciar el poder y el peso que estos grupos tienen todavía dentro de la infraestructura de los clubes más grandes del país.
✋ Fútbol, poco; vergüenza, toda
La tensión se palpaba en el ambiente desde el inicio del partido. La narrativa de la previa era de sobra conocida. Ambos equipos, conscientes de lo que estaba en juego, salieron al campo con la determinación de no ceder un centímetro. El juego se desarrollaba con la intensidad característica de estos enfrentamientos, pero nada hacía presagiar el bochornoso espectáculo que estaba por venir. Bueno, mentimos: el pésimo espectáculo de dos de los mejores equipos de LaLiga, con casi todas sus estrellas sobre el campo, a excepción de Mbappé, fue de aúpa. Juego lento, sin riesgos, sin ocasiones, sin diversión ni espectacularidad. Nada de nada. Todo fue ruido antes porque en el campo habría muy poquitas nueces después.
El primer tiempo transcurrió sin grandes sobresaltos, como no podía ser de otra manera. Julián Álvarez tuvo la oportunidad más clara para los colchoneros, pero Courtois, con una gran intervención, mantuvo su portería a cero. Por su parte, el Real Madrid, con Bellingham como faro, buscaba sin éxito encontrar fisuras en la defensa rojiblanca sin suerte ninguna. Nada de nada por izquierda, con Vinícius, tampoco por derecha, con Rodrygo. El Madrid no jugaba porque apenas olía el balón. El Atlético se empeñó en retenerlo lo máximo posible ante la indolencia del equipo de Ancelotti, pasivo, desordenado y sin ningún plan para recuperarlo, como suele acostumbrar.
Pero que el juego sea aburrido, incluso malo, no es un delito. Nada grave que no puedan solucionar un par de goles. Pero en la segunda mitad fue cuando el partido dio un giro dramático. Militão, aprovechando un centro medido de Vinicius, rompió el empate con un disparo certero que hizo estallar el partido por los aires. La celebración del gol por parte de Courtois, mirando desafiante a la grada atlética, fue la chispa que encendió la mecha de lo inimaginable. Según Simeone, casi casi un culpable más en los incidentes que tendrían lugar a continuación.
Simeone: ''Para mí, sanción al que provoca. Así, equilibramos''. #DeportePlus pic.twitter.com/0uVIJljhxY
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❌ La imagen del bochorno en Madrid
Siguió fue un espectáculo denigrante para el fútbol español y el deporte en general. Desde el fondo sur, territorio de los ultras del Frente Atlético, comenzaron a llover objetos sobre el área de Courtois. Mecheros, botellas e incluso bolsas llenas de quién sabe qué cayeron sobre el césped y pusieron en peligro la integridad física del meta belga, recordemos, leyenda rojiblanca, considerada así desde el propio club, por más que la placa que le conmemora como tal viva rodeada de basura.
– Los jugadores del Atlético de Madrid van a aplaudir a los aficionados de la zona del fondo del estadio.
– El resto del estadio reacciona con pitidos.#DeportePlus pic.twitter.com/6J5UTSAJ3d
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El árbitro Busquets Ferrer, ante la gravedad de la situación, no tuvo más remedio que suspender temporalmente el encuentro. Durante 15 minutos, el fútbol quedó en un segundo plano mientras directivos, jugadores y cuerpo técnico del Atlético intentaban calmar los ánimos de una afición descontrolada. Una afición representada por ultras enmascarados. La imagen de Simeone, Koke y Giménez dirigiéndose a los extremistas para pedir cordura quedará grabada como un triste recordatorio de lo que nunca debería ocurrir en un estadio de fútbol.
''¡En nuestra casa no!''.
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Tras el paréntesis forzado, el partido se reanudó en un ambiente enrarecido. El Real Madrid buscaba sentenciar, mientras el Atlético se volcaba en busca del empate. Vinicius rozó el segundo para los blancos, pero Oblak, en una actuación soberbia, mantuvo con vida a su equipo. Y cuando todo parecía perdido para los colchoneros, surgió la figura de Ángel Correa. En el minuto 96, el argentino recibió un pase magistral de Javi Galán y, con la sangre fría que le caracteriza, superó a Courtois para establecer el empate definitivo. La alegría desbordada en el Metropolitano contrastaba con la decepción de un Real Madrid que veía cómo se le escapaban dos puntos en el último suspiro. El árbitro, tras revisar la jugada en el VAR, validó el gol de Correa. Un final trepidante que, sin embargo, no logra borrar la mancha que los incidentes han dejado en este derbi. El empate, que en otras circunstancias habría sido celebrado como una hazaña por el Atlético, queda ensombrecido por los actos violentos de una minoría que en ningún caso debería ser imagen del fútbol español.