Derbi madrileño de domingo noche en el corazón de Vallecas. Uno donde el barrio demostró su poderío. El Atlético de Madrid se vio obligado a conformarse con un empate (1-1) frente al combativo Rayo Vallecano. El encuentro, que prometía ser un trámite para los colchoneros en su persecución a los líderes de LaLiga, se convirtió en un recordatorio de que en el fútbol no hay rivales pequeños. Y en Madrid, ningún vecino fácil. Después de los placeres y regocijos de la victoria europea en Champions, los de Simeone volvieron a la realidad, bajaron al barrio y comprobaron la actitud combativa y la presión ambiental de Vallecas.
⚡️ Mucho Rayo para un Atlético sin Antoine
Desde el pitido inicial, se hizo evidente que el Rayo no estaba dispuesto a ser un mero espectador en su propio estadio. Los rayistas, a lomos de la pizarra de Íñigo Pérez, salieron con una intensidad que sorprendió a un Atlético que parecía aún bajo los efectos de su reciente esfuerzo en Champions League. El ambiente eléctrico de Vallecas se contagió a los jugadores del Rayo, que presionaron sin descanso cada balón.
El Atlético, con un once plagado de rotaciones, buscaba oxigenar a sus estrellas de cara a los compromisos venideros. Sin embargo, esta decisión de Simeone pasó factura en los primeros compases del partido. La dupla ofensiva formada por Julián Álvarez y Sorloth, que en teoría debía aportar frescura y gol, se mostró desconectada y poco efectiva. El argentino, un día más, para sorpresa de ¿alguien?, decepcionó.
Fue precisamente en este contexto de dominio local cuando llegó el gol del Rayo. En una jugada que ejemplificó la tarde atlética, un despiste defensivo permitió que De Frutos encontrara espacio para servir a Ratiu, que se la sirvió en bandeja a Isi Palazón, capitán y alma del Rayo, para que, desde la segunda línea, empujara el balón a la red. Locura en las gradas. El gol fue un jarro de agua fría para el Atlético, que se vio obligado a replantear su estrategia en el descanso. Simeone, consciente de que su equipo necesitaba un revulsivo, no dudó en mover el banquillo. La entrada de Griezmann y Correa en la segunda mitad cambió la dinámica del partido.
Bajó la energía, apareció la fatiga, y el empate no tardó en llegar. Una jugada que comenzó en los pies de Witsel encontró a Sorloth en carrera. El noruego, que jugó un gran partido, en una demostración de fuerza, velocidad y visión periférica, cedió el balón a Conor Gallagher, que definió con la frialdad de un veterano. El gol del inglés no solo igualó el marcador, sino que también inyectó nueva vida a los rojiblancos. Golazo desde la frontal. Gallagher, en particular, se erigió como el faro del Atlético en el medio campo. Su capacidad para recuperar balones y generar juego ofensivo demostró por qué es ya un favorito de la afición colchonera.
A partir de ese momento, el partido se convirtió en un asedio atlético sobre la portería de Batalla. El Rayo, sin embargo, no renunció a sus armas y buscó sorprender a contragolpe. Aunque Correa fue un dolor de cabeza constante para la defensa rayista, la fortuna no estuvo de su lado en los metros finales. Al final, el marcador no se movió y, si bien los colchoneros mantienen su invicto en la temporada, este empate los aleja de la cabeza de la tabla, justo cuando se acerca el derbi madrileño.