En el Santiago Bernabéu siempre han estado acostumbrados al caviar. Los mejores vistieron la camiseta blanca e hicieron que su afición se acostumbrase a las más grandes exquisiteces. El listón, como consecuencia, se puso muy alto. Tanto fue así que ya dejó de servir el jugador que solo tenía talento. El caviar, por muy exclusivo que fuese, debía traer algo más. Poco a poco, el envoltorio del talento fue mutando: para unos fue garra, para otros fue compromiso y para el resto fue la intensidad. Entonces, llegó Karim Benzema, un hombre, un niño, que era una fusión entre Ronaldo y Zidane. Su carácter frío no casaba con el Santiago Bernabéu, lo que hacía presagiar que ese matrimonio estaría abocado al fracaso. Luego, pasó lo imposible. Más de una década después, Benzema se marcha como el jugador más laureado de la historia del club y como el culpable de que la afición del Real Madrid haya refinado su paladar aún más.
🤍 El primero y el último 👑#GraciasKarim pic.twitter.com/1rcWws1ZJV
— Real Madrid C.F. (@realmadrid) June 5, 2023
🔝 El 9 más generoso del fútbol
Benzema ha cambiado el paradigma de lo que es un delantero centro. Él, durante sus primeros años en el Real Madrid, prefirió el silencio en cuanto a su fútbol. «Yo juego para los que saben de fútbol», llegó a afirmar. Muchos no podían entender que el encargado de portar el ‘9’ del conjunto blanco no fuese el goleador… y así se lo hacían ver. No soportaban a Benzema.
Mientras, el francés sabía que tenía que ser el fiel escudero de Cristiano Ronaldo. Sus goles no caerían a sus estadísticas, pero sí pertenecían a su fútbol. Sin quitarle mérito a uno de los mejores que han jugado a este deporte, sus números no hubiesen sido tales sin el talento del Benzema y el resto a su servicio. Y todo se reducía a un cambio de mentalidad básico: no jugaba para marcar, sino para acercar a su equipo a la victoria.
Esa máxima cobró aún más sentido cuando Cristiano Ronaldo decidió marcharse del Real Madrid. Las decisiones de Benzema seguirían buscando el mismo fin, pero, esta vez, también le tocaba marcar a él. Así, llegó la regularidad goleadora que nunca tuvo en el Bernabéu. Y, gracias a esos focos, se empezó a apreciar el trabajo que no veía la afición merengue. Quizás no era como Casemiro, Ramos u otro baluartes del club, sino que su gestualidad más elegante engañaba a los suyos. Siempre estaba en la presión, siempre estaba dispuesto a hacer un desmarque que generase para otros. Aquello de que jugaba para los que sabían de esto cobraba más sentido que nunca. Ya se entendía lo que hacía, casi una década después de su llegada. Benzema jugaba al fútbol, no para marcar.
👏 Los abucheos a Benzema acabaron siendo cánticos
Era cuestión de tiempo que las agrias críticas se transformasen en aplausos. Su evolución como goleador implacable tocó su techo en la temporada anterior, cuando marcó 44 goles en 46 partidos. Y todo, claro, sin perder esa cuota de juego que le hacía diferencial. Las dudas sobre si podría coger el testigo de Cristiano Ronaldo se acallaron, pues consiguió mirarle a los ojos al goleador más voraz que vio el Santiago Bernabéu. Aun así, lo mejor no era eso. Después de tanto tiempo, su afición apreciaba cada movimiento. Un intento de una pared, bajar a recibir o devolver un pase eran el preludio de la tormenta. Los abucheos incómodos eran ahora personas que se levantaban del asiento para paladear cada invención de Karim.
Como si fuese el guion de una película, su mejor socio en esta etapa fue otro futbolista que era la diana habitual de burlas. Vinícius encontró en la finura de su compañero la catapulta perfecta para la potencia de su fútbol. Benzema era el yin y el brasileño el yang. Juntos, formaron una dupla demoledora que conquistó la mejor Champions que ha visto un club que, para más inri, gana ‘Orejonas’ por castigo.
Por desgracia, ese fue el canto de cisne de uno de los más grandes que jugaron en el Bernabéu. Esta temporada, entre las lesiones y la preparación del Mundial, se perdió el Balón de Oro. Seguro que alguno pensó que había vuelto el viejo Karim, el que sacaba de quicio a la parroquia merengue. Pese a ello, ya era demasiado tarde como para recordar sus diferencias. Benzema ya era un mito del madridismo, de esos de los que los abuelos le hablarán a sus nietos en el futuro. Recriminar al hombre que les hizo volver a entender todo hubiese sido imperdonable.
🔄 La historia se repite
Como sucedió con la marcha de Cristiano Ronaldo, la salida de Benzema abre un mar de dudas. Alguien debe rellenar el hueco que deja el capitán del Real Madrid, tanto a nivel de goles como de juego. Vinícius este año ya ha demostrado tablas como para ser la cara visible del Real Madrid. Está capacitado para volar solo después de vivir a la sombra de Benzema. Aun así, es lógico que haya dudas. El brasileño no es un goleador tan prolífico como el francés en los últimos años, por lo que toca dar un salto de fe. Ya se dio hace unos años, y poco importa darlo ahora en la Castellana cuando están en plena revolución de la plantilla. Eso sí, no parece que haya el mismo sentimiento de orfandad, pues el paso adelante de Rodrygo hace pensar que entre los dos brasileños van a llenar ese hueco.
Ellos, que sí saben de fútbol, seguramente crecieron viendo a Benzema por la tele. Luego tuvieron la suerte de verle de cerca, aprendiendo de él. Quizás no fuese un líder tan contundente como otros capitanes que tuvo el Real Madrid, pero sí era uno que tenía al vestuario unido sin dar demasiados gritos. Siempre se preocupó por los jóvenes, más aún si sabían de este deporte. Por ello, el peso de ese conocimiento cae sobre ambos. No es que metan goles o hagan el equipo juegue bien, sino que sigan expandiendo el buen paladar de la parroquia del Santiago Bernabéu. Benzema, sin ser Zidane o Ronaldo, lo consiguió y pasó a la historia. Y, quizás, es ahí donde estuvo todo el mérito del capitán. Es el momento de que vuelvan a entender todo una vez más.