Sevilla y Ajax han dado a conocer la rescisión de la cesión que vinculaba a Lucas Ocampos con el equipo neerlandés. La segunda de esta ventana invernal para el equipo hispalense, tras la llegada de Loïc Badé y las salidas de Isco Alarcón (libre), José Ángel Carmona (Elche) y Kasper Dolberg (Hoffenheim). Cuatro meses y medio después de la marcha del extremo argentino las cosas han cambiado mucho para ambas las partes.
¿Es una buena operación para todos los implicados?
😄 Ocampos y el Ajax creen que sí
Su paso por la capital de Países Bajos no pudo salir peor. Y eso que no lo parecía en un principio, dado que Alfred Schreuder, técnico ajacied, le dio minutos nada más llegar. Menos de medio año después, sin embargo, Ocampos vuelve a la que fue su casa, con la descorazonadora cifra de seis partidos disputados entre Eredivisie y Champions League, solo uno como titular y con una media de 19 minutos por encuentro. Para colmo, lejanos en el tiempo, pues para rememorar sus últimos minutos disputados con el Ajax hay que retrotraerse hasta mediados de octubre.
Entre otras consecuencias, esta inactividad costó a Ocampos su presencia en Catar y le privó de tener un título de Copa del Mundo, tras ser un recurso para Scaloni en el camino mundialista. Casi nada el trauma. Por tanto, física y, sobre todo, anímicamente, su situación se intuye muy delicada. Y el Sevilla, antes que características técnico-tácticas, lo que necesita es mentalidad ganadora, ambición, liderazgo y rendimiento inmediato. Ahí se prevé un hándicap importante.
😏 A Sampaoli se le escapa una sonrisilla
Las cuestiones anteriores no deberían estar en entredicho a estas alturas de su carrera, aunque hoy pueda sonar extraño. Habrá que comprobar qué sucede. En Nervión arden en deseo de que Ocampos transforme esa frustración en rabia, la rabia en desmarques y que estos concluyan con algún que otro gol. Porque, por mucho que su habilidad vestido de corto no sea ya una certeza, encaja como anillo al dedo con muchas de las cosas que busca Jorge Sampaoli y que no tiene actualmente.
Para empezar, lo dicho: agresividad al espacio dentro de un equipo sin nervio, en el que todos la prefieren al pie y eso ralentiza habitualmente la fluidez de sus ataques colectivos. La plantilla, además, carece de extremos con desequilibrio individual. Bueno, carece de extremos (sanos o enchufados), a secas. Más aún, si estos reciben al pie y no hay demasiados espacios. Lo mejor de Ocampos, más allá de rezar por que recupere las cifras de su primera temporada en Sevilla (14 goles en 33 partidos de liga), es su cambio de ritmo, con o sin balón.
Estirará a los suyos sin querer, prácticamente. Algo muy necesario. Y su experiencia es un extra, tanto en el club, a las órdenes de Lopetegui, como en la selección de Scaloni, vestido de comodín táctico, algo muy del agrado de Sampaoli. Lucas es de esos que te repiten esfuerzos, sirven para cerrar como carrileros y atacar la profundidad como extremos, entre otras claves tácticas de similar calado. Y para presionar en campo rival, otro activo importante.
😓 Monchi no sabe dónde meterse
La parte que sale peor parada, claramente, es la directiva del Sevilla. Más en concreto, la figura de su director deportivo. Ese que tantas alegrías le ha dado al club por su brillante trabajo en la sombra, pero que este verano completó, de largo, el peor mercado que se recuerda en el Ramón Sánchez Pizjuán. Evidentemente, marcado por un plan austero, que priorizó lo económico respecto al rendimiento óptimo a corto plazo. Pero, por mucho que hubiera que apretarse el cinturón, lo que llegó no estuvo a la altura y lo que salió dejó un vacío histórico.
Uno de ellos fue Lucas Ocampos, en una operación muy extraña, o avispada, por parte de un Ajax cuyo plan ‘A’ consistía en adquirirlo como cedido con una obligación de compra cuantiosa. Sin embargo, finalmente, quedó en algo opcional, que ni mucho menos se ha firmado. Toda esa negociación express, sucedió a pocas horas para el cierre de mercado, con Ocampos subido ya al avión dirección Ámsterdam. Monchi, seguramente, pensó que no era una buena idea recular, ya que corría el riesgo de ensuciar la imagen del argentino.
El problema era evidente: a ver con qué cara habría mirado Ocampos a los suyos después de haberles dejado claro que ya no eran su prioridad. Pero el resultado ha sido peor, incluso: una devaluación en el precio de uno de los pocos activos que quedaban en el club para sacar tajada económica. Ahora, su retorno a la desesperada esconde un reencuentro. No les queda más remedio.