Solo bastó una noche fría en Belgrado para que a la Selección española se le bajase el suflé de golpe. La pasada Nations League, la conquista de la Eurocopa, incluso el oro olímpico. Todo éxitos, alegría, jolgorio. ¿La realidad? Un crudo empate sin goles contra Serbia (0-0) en su debut tras la EURO en Alemania del pasado verano. El primer encuentro de la nueva edición de la Nations League dejó un regusto amargo para los de Luis de la Fuente, que se toparon con un muro infranqueable en la portería local, protegida por antiguo conocido de la afición española, como Rajkovic, exportero del Mallorca.
🇷🇸 Serbia hizo parecer pequeña a la campeona
El ‘Pequeño Maracaná’, testigo silencioso de tantas y tantas batallas —futbolísticas—, acogió un duelo en el que España exhibió su habitual uso del balón, pero sin la chispa y la contundencia que la llevaron a ser campeona de Europa. La ausencia de piezas clave como Rodri y Álvaro Morata se hizo notar.
También la rigidez de sus jugadores más importantes, porque Lamine Yamal, que debía ser uno de los protagonistas del partido, pareció enfadado con el mundo. Y con Pavlovic, que se llevó al extremo de 16 años en el bolsillo. Su compañero (de Selección, no de equipo) en la banda opuesta, Nico Williams, también tuvo una actuación discreta. Sus múltiples centros no encontraban rematador y sus regates siempre terminaban frustrados. El ejercicio defensivo de la línea de Serbia siempre se abasteció para defender a los cracks españoles en las bandas sin dejar descubierto el área en ningún momento.
Dani Olmo, que ha empezado el curso en Can Barça flotando entre líneas, también encontró una sobrepoblación excesiva para poder girarse y amenazar la portería rival. Sin Morata y con un Ayoze a medio gas para fijar a los defensas y generar algo de espacio, y sin Rodri pero con un negado Zubimendi, Fabián tuvo que abarcar de más, por lo que el ’10’ nunca estuvo realmente abastecido con balones de calidad con los que destapar el tarro de las esencias de su calidad. El muro de Serbia seguía armado y activo para frustrar cada nuevo ataque, sin obviar su velocidad para pillar a España desprotegida y transitar con peligro.
El contraste con la versión eurocopera no podía ser más evidente. Allí, España era un torbellino de energía y creatividad, un equipo que fluía como un río desbordado. En Belgrado, sin embargo, parecía un arroyo en época de sequía. Por eso, el partido tuvo un desarrollo claro: falso dominio español y contragolpes serbios. De hecho, la ocasión más clara llegó para Serbia cuando el exmadridista Luka Jovic se plantó solo ante Raya, pero su definición fue impropia de un delantero de su calibre.
España creció en la segunda mitad, por decir algo, fruto del cansancio, del empuje, de algunos errores serbios en salida que permitieron a España pillar al equipo local más abierto y desordenado que cuando esperaba en su área las acometidas de ‘La Roja’. España acechó la portería serbia, pero solo hasta alzar a Rajkovic como el héroe local. Ni los cambios, ni la entrada de Grimaldo o Joselu cambiaron el destino del partido. Serbia merecía el empate y no lo soltaría. Es un mensaje de atención: España debe volver a terrenalizarse para recuperar el foco. Recuperar la humildad, la concentración y la ilusión. Pasar la resaca Y volver a empezar el camino que termina con ella.