Los Juegos Olímpicos son una fuente inagotable de historias de superación, lucha y reivindicación. La batalla contra el reloj; contra tu máximo oponente; ante uno mismo. Sin embargo, la dimensión de una cita olímpica es tan grande que no solo brilla lo que sucede en la competición puramente deportiva. En Atlanta 1996, en plena celebración del centenario de los Juegos, el héroe no fue un deportista. Es más, su aspecto no era el de una persona habituada a hacer deporte. Tenía sobrepeso, era inseguro y actuaba de forma metódica, aunque algo torpe. Esa descripción corresponde a Richard Jewell. El 27 de julio de 1996, durante los Juegos Olímpicos de Atlanta, este americano trabajaba como guardia de seguridad temporal en el Centennial Park, el recinto escogido como parque olímpico en Atlanta. Su sueño era convertiste en policía. Algo que todavía no había podido lograr pese a sus anteriores intentos. Sin embargo, su instinto y correcta forma de actuar evitó una catástrofe. Toda esta historia merece ser contada. Richard Jewell fue el gran vencedor de los Juegos de Atlanta.
Lorena Guréndez, ‘la niña de oro’ que hizo historia en los JJ. OO.
🎒 Richard Jewell y una mochila con explosivos
El Centennial Park era el epicentro de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 cuando el deporte no acaparaba toda la atención. Era como una especie de Fan Zone. Por las noches, el público se congregaba allí para disfrutar de puestos de comida, espectáculos musicales y mucha compañía. Incluso se llegaba a poner La Macaranera, canción española mundialmente conocida y que empezó a ponerse de moda en esa época. La noche del 27 de julio reinaba el buen ambiente y, sobre todo, resonaban las canciones del grupo Jack Mack and The Heart Attacks, que estaban animando a casi 50.000 espectadores. En medio de esta multitud, Richard Jewell detectó una mochila verde debajo de un banco junto a una torre de iluminación y sonido.
Jewell elevó la voz por encima de la música para preguntar a los presentes si la mochila pertenecía a alguno de ellos. Los jóvenes, ocupados en disfrutar de la música y algo ebrios, no le prestaron atención. Al insistir con más énfasis, obligó a que le respondieran, pero nadie reclamó la mochila. «Cuando nadie dijo ser el dueño, los pelos de mi nuca se erizaron y la adrenalina empezó a correr por mi cuerpo. Pero debía actuar con profesionalismo», relató Jewell.
Ante la presencia de ese bulto sospechoso, este miembro de seguridad no dudó en avisar a sus compañeros y a los policías. En un principio no se lo tomaron en serio. Jewell era un tipo que quería tener siempre todo bajo control. No obstante, siguiendo el protocolo, se llamó a los especialistas en artefactos. Paralelamente, alguien anónimo llamó a emergencias para informar que en media hora explotaría una bomba. Una vez observada la mochila se confirmó que contenía explosivos. Empezaron a desalojar la zona, pero bomba acabó detonando. Una mujer de 44 años murió y más de cien personas resultaron heridas. Un periodista turco también falleció de un ataque cardíaco. La rápida y decidida actuación de Richard Jewell evitó una tragedia aún mayor y que pudo haber manchado gravemente el desarrollo de los Juegos Olímpicos en el país americano.
😓 De héroe a principal sospechoso para el FBI
El FBI inició una frenética búsqueda del responsable del atentado, explorando diversas hipótesis. Por su parte, Jewell fue considerado un héroe y todo el mundo quería hablar con él. El guardia de seguridad fue entrevistado por la CNN en el mismo lugar de los hechos Era el hombre del momento. Todo el mundo se dirigía al introvertido agente para agradarle su buena actuación. Lo que nadie esperaba es lo que acabaría pasando con el paso de los días. Se filtró a la prensa que el FBI consideraba a Jewell como el principal sospechoso del atentado. Su perfil de hombre con una vida social casi nula, con problemas para relacionarse, con un nivel de control que casi rozaba la obsesión, que seguía viviendo con su madre y que tuvo la frustración de no haber podido entrar en la policía, hizo que se le mirara con lupa. Las autoridades creyeron que Jewell había plantado la bomba para obtener reconocimiento público.
En ese momento, la vida de Richard se convirtió en un infierno mediático durante tres meses. Los periodistas acamparon en la puerta de su casa y el teléfono del domicilio de su madre no paraba de sonar con insultos y amenazas. El FBI lo sometió a un interrogatorio bajo engaño y continuó investigándolo exhaustivamente. Jewell se vio obligado a contactar con el abogado Watson Bryant para que defendiera su caso. Tuvo que soportar el escrutinio público de su vida pasada y salieron a la luz todos sus anteriores errores profesionales magnificados y analizados minuciosamente. Tras meses de lucha, el FBI lo exoneró de cualquier implicación en el atentado, reconociendo que se había tratado de un error.
Jewell demandó a varios medios que lo difamaron, llegando a acuerdos extrajudiciales con la mayoría, aunque el daño a su reputación ya estaba hecho. Con el tiempo, Eric Robert Rudolph se declaró culpable de ese atentado de Atlanta y de dos más. Dejaron en paz a Jewell, aunque el tiempo transcurrido hizo que el impacto de esa noticia no fuese tan mediático. Murió en 2007, a los 44 años, de un infarto. Su madre siempre defendió que esa presión tuvo algo de peso en la muerte prematura de su hijo.
En 2019, el actor y director Clint Eastwood rescató esta historia en la película «Richard Jewell». El largometraje habla de todo el suceso y de cómo la sociedad puede volverse contra aquellos que encumbra. La historia de este guardia es un recordatorio de la importancia de la verdad y la justicia, y del devastador impacto que las acusaciones infundadas pueden tener en la vida de una persona. El velocista Michael Johnson, el saltador Carl Lewis o el tenista Andre Agassi destacaron en el plano deportivo. Sin embargo, todo el mundo recuerda la cita olímpica en Atlanta por el caso Richard Jewell.