Novak Djokovic ha cerrado el debate, si es que todavía existía. El serbio es el mejor tenista de la historia, por números y sensaciones. En sus vitrinas solo faltaba un oro olímpico, y lo ha conseguido. Lo ha hecho con 37 años, en tierra batida, y frente a Carlos Alcaraz, un joven llamado a marcar época que hace solo un mes le ganó la partida en Wimbledon.
El de Belgrado ha disputado cientos de partidos en las más de dos décadas que lleva en la élite, De todos ellos, quizá este sea uno de los que más se recuerden dentro de unos años. Por lo que significa, y por cómo lo ha conseguido: el nivel ha rozado lo sobrenatural. Dos sets (7-6 y 7-6), pero casi tres horas que reflejan la dureza de un envite que concluyó con las lágrimas de ambos protagonistas.
Un primer set de mucha tensión
El ambiente era el propicio de un día grande. La Philippe Chatrier, como a lo largo de todo el evento, lucía abarrotada. Con una anomalía, eso sí: los serbios se hicieron notar para apagar esa ayuda que había acompañado a Alcaraz en todos sus envites. Sobre la arcilla, la tensión era latente. El respeto era mutuo entre la leyenda y aquel que aspira a sucederle.
El serbio salió confiado, pese que hace menos de un mes no tuvo opciones de ganar al español en Wimbledon. Fiable con el servicio, restando como solo él sabe, y decidido a mandar. Pudo haberlo hecho de inicio, pero desaprovechó un 0-40 en cuarto juego. Algo similar le sucedió a Alcaraz, que aceptó el reto, elevó el nivel de la contienda, pero no consumó ninguna de las ocho bolas de break de las que dispuso en la primera manga.
El murciano asumió más riesgo que el serbio. En total, firmó 24 winners, 18 más que Djokovic. Pero la realidad era otra: la de un envite igualado donde abrir brecha era prácticamente imposible. El paso del tiempo confirmó este hecho e hizo inevitable el desempate. Allí, por experiencia o nivel, fue el de Belgrado el que marcó la diferencia. Rozó la excelencia y exhibió esa solidez que tanto le caracteriza, para cerrar con una volea un acto que se alargó más de 90 minutos.
El ansiado oro de Djokovic
El guion no cambió demasiado en la segunda manga. Djokovic quiso cerrar de un plumazo el envite, pero no pudo. Ni con su mejor versión fue capaz de hacerle un break a Alcaraz en todo el encuentro. Tampoco lo necesitó. Con un 80% de puntos ganados en el primer servicio, volvió a asegurarse el desempate. Y ahí volvió a bordarlo. Golpeó preciso en todo momento, siempre bien situado, como si el tiempo no pasase por sus piernas.
Espectáculo, talento… Djokovic aunó todos los ingredientes para cerrar una tarde inolvidable en París. El serbio puede decir que lo ha ganado absolutamente todo en este deporte: los cuatro Grand Slam, todos los Masters 1000 y su ansiado oro olímpico.