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Economía

Champions League: la gallina de los huevos de oro de la UEFA

Esta semana se jugarán los partidos de la segunda jornada de la Champions League. Por supuesto, lo que resultará sin duda más interesante serán los tanteadores con los que finalicen los partidos. Sin embargo, aunque parezcan en principio mucho menos apasionantes, es muy posible que los responsables de la UEFA estén atentos también a otros resultados: en concreto, a los económicos.

La Supercopa de la UEFA 2024 se disputará en Varsovia

Para valorarlos bien, igual es bueno dar un rodeo histórico.  Se dice que hace más de 2.500 años, un tracio llamado Esopo —si es que existió— escribió un buen número de fábulas, buena parte de las cuales siguen siendo hoy cuentos morales de referencia. Entre ellas, hay una en la que un enanito mágico regala a un labrador muy pobre una gallina que pone un huevo de oro cada día, convirtiéndole así en un hombre muy rico.

Hoy en día, cuando una institución o una empresa cosecha resultados económicos extraordinariamente positivos gracias a disponer de un producto imbatible, un gran cliente o un mercado “cautivo”, es fácil que se diga de ella que ha encontrado su “gallina de los huevos de oro”.

El problema es que, si ese producto deja de ser tan rentable, se le va ese cliente o su mercado deja de ser “cautivo”, la entidad en cuestión puede estrellarse de manera estrepitosa.

La Champions le reporta a la UEFA tres de cada cuatro euros

La UEFA tiene claramente una “gallina de los huevos de oro” que se llama Champions League.

Puede presumir de haber trazado una línea excepcionalmente creciente en lo que se refiere a sus ingresos económicos: en la temporada 2021-2022, consiguió 4.052 millones de euros, frente a 648 millones en la 2005/2006, lo que supone que los ha multiplicado por más de 6 en ese período de tiempo.

Y la cifra de 2021-2022 ni siquiera es la más alta, pues la superan las obtenidas en los dos últimos años en los que se jugaron las fases finales de la Eurocopa: 4.580 millones de euros en 2016 y 5.725 millones, que ya es decir, en 2020.

El grave riesgo, que igual lo es, reside en que la abrumadora mayoría de esa ingente cantidad de millones de euros procede de la Champions League. En efecto, esta competición le proporcionó 3.156 millones de euros de ingresos en 2021-2022, es decir, tres de cada cuatro euros conseguidos.

Por el contrario, la Europa League y la Conference League apenas le reportaron, sumadas, 468 millones de euros; es decir, uno de cada diez euros ingresados. Como diría un analista financiero con gesto de desprecio, “peanuts”.

Una doble dependencia

El problema para la UEFA —porque puede serlo— es que, salvo en los años en los que la celebración de la Eurocopa le aporta cantidades significativas de ingresos adicionales, el elevado peso de la Champions League en sus recursos se ha mantenido prácticamente a lo largo de los años; o, incluso, ha superado en ocasiones el que alcanzó en 2021/2022. Hace ya unas cuantas temporadas, por ejemplo, llegó a suponer el 90% del total.

Además, la fotografía puede empeorar. Igual que los ingresos de la UEFA dependen abusivamente de los que le reporta la Champions League, estos dependen de forma asimismo abusiva, a su vez, de los que le proporcionan los derechos de retransmisión televisiva.

En 2021-2022, estos representaron alrededor del 85% del total, mientras que los derechos comerciales apenas aportaron un 14% y la venta de localidades, una cantidad comparativamente irrisoria.

¿Es “sostenible” este modelo de negocio y de crecimiento? Resulta dudoso, por decirlo suavemente.

Un modelo bajo sospecha

Para tratar de asegurar su mantenimiento en el tiempo, la UEFA se ha lanzado a una carrera consistente básicamente en que en la Champions League se jueguen muchos más partidos y en que puedan competir en ella los equipos de las Ligas más débiles del continente.

Esto obliga a los clubes a gastarse mucho más dinero —esto es, endeudarse, tropezar violentamente con las reglas del fair play financiero, cosechar pérdidas crónicas…— a fin de disponer de plantillas más amplias y caras que les permitan compensar el mayor número de lesiones y garantizar su competitividad en todos los demás torneos en los que participan.

Por añadidura, no está claro que a los operadores televisivos les vaya a entusiasmar en exceso pagar cantidades tan elevadas por retransmitir partidos entre equipos de poco nivel (entre otras cosas, además, porque esto en nada les ayuda a captar un público joven que tiende a sentirse menos atraído que antes —y también mucho menos que sus mayores— por la contemplación de partidos de fútbol).

Y, para rematar la faena, el traslado a Oriente Medio de una legión de primeras figuras puede terminar por suponer, aunque sea muy a la larga, un importante polo de competencia para la Champions League en todos los terrenos que afectan a sus ingresos.

Así pues, el producto corre el riesgo de ser menos atractivo, el cliente puede estar pensando en ser menos fiel y aparecen amenazas de que el mercado deje de resultar tan “cautivo”.

¿La solución es extender la Champions League hasta el rincón más remoto del Viejo Continente y exprimir ad libitum la gallina de los huevos de oro? Al labrador de la fábula de Esopo se le ocurrió que, en lugar de esperar a que la clueca pusiera un huevo cada día, era más inteligente matarla, abrirla en canal y descubrir dónde estaba la mina de oro que llevaba dentro.

Por supuesto, dentro del ave no encontró nada.

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