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LaLiga: ¿defensa del espectáculo o maltrato de los espectadores?

Hace apenas unos días, la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) respondió la consulta formulada por una asociación de seguidores del Burgos CF —“La hinchada del Arlanzón”— acerca de la obligación de que los aficionados que entren en las gradas de animación del Estadio El Plantío de la capital castellana tengan que registrar previamente sus huellas dactilares.

La contestación de la AEPD fue clara y contundente: “La adopción de un acuerdo de la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la intolerancia, en el ámbito de sus competencias, estableciendo medidas para el cumplimiento de los clubes consistentes en la instalación de sistemas biométricos para el control de todos los accesos a las gradas de animación que permita la identificación univoca de los aficionados que accedan a dichas gradas, no es conforme con la normativa reguladora de protección de datos”.

La respuesta iba formalmente contra la Comisión Antiviolencia, pero las informaciones publicadas al respecto en los medios de comunicación no tuvieron duda de que a quien apuntaba realmente era a la Liga de Fútbol Profesional (LFP), pues esa disposición de la Comisión, al igual que otras adoptadas por esta, había sido tomada indudablemente a iniciativa de la organización que preside Javier Tebas.

Lluvia sobre mojado

En todo caso, no es la primera grave intromisión de este estilo perpetrada por LaLiga en la privacidad de los espectadores, a los que se toman huellas dactilares, como se suele hacer a quienes delinquen.

Hace apenas nueve meses, la Audiencia Nacional ratificó una multa de 250.000 euros que la AEPD impuso en 2019 a la LFP porque la app que sirve para seguir los resultados de sus competiciones abría automáticamente el micrófono del móvil del usuario en cuanto este accedía a ella, lo que permitía hacer escuchas y localizar desde dónde este estaba usando la aplicación.

La AEPD consideró que LaLiga había cometido una infracción muy grave al vulnerar el principio de transparencia por no informar suficiente ni convenientemente a los usuarios de que esa app activaba el micrófono de sus móviles.

La primera violación de la intimidad era supuestamente para preservar la seguridad en el espectáculo futbolístico. Esta segunda, para detectar los bares y otros locales en los que se cometían actos de piratería mediante la transmisión por sus televisores de los partidos para disfrute gratuito de sus clientes (al parecer, los equipos que, según se ha dicho, contrató LaLiga para detectar este fraude yendo de local en local no eran suficientes). En todo caso, el denominador común de ambas iniciativas era trasladar el problema a los aficionados.

Pero volvamos a insistir, con ser muy graves estos dos incidentes, no agotan las actuaciones frecuentemente alentadas o permitidas por LaLiga que coinciden en perjudicar a los espectadores con el pretexto de preservar el espectáculo.

¿Un consumo de lujo?

Por ejemplo, el pasado mes de octubre, la Federación de Accionistas y Socios del Fútbol Español (FASFE) puso el dedo en la llaga de los elevados precios que se cobran en España a los aficionados de los equipos que juegan como visitantes en la Primera y Segunda División cuando se desplazan a los estadios de los clubes que en esos partidos ejercen como locales. Y proponía en concreto que se estableciera un precio máximo de 20 euros para esos espectadores en los partidos de Primera y de 10 euros en los partidos de Segunda, porque bastante tienen con afrontar los gastos de desplazamiento y estancia.

¿Una propuesta insólita? En absoluto. En Inglaterra y en Francia ya se aplica tal medida. En ambos países, están vigentes precios máximos para las entradas que adquieren los aficionados de los equipos visitantes: 30 libras en Inglaterra y 10 euros en Francia. Por el contrario, los aficionados pagan en España un mínimo de 40 euros, independientemente de que sean del equipo local o del club visitante.

Por supuesto, siempre cabe la posibilidad de decirles a esos aficionados que, si no están de acuerdo, eviten tanto gasto y se queden en su casa a ver los partidos por televisión o tablet… pagando, por supuesto, a las cadenas que los emiten “en cerrado”.

Sin embargo, será de dudoso consuelo. Los aficionados españoles pagan más de 100 euros al mes para poder ver las ligas nacionales domésticas y la Champions a través de los canales privados a los que LaLiga ha vendido los correspondientes derechos audiovisuales ¿Es un precio razonable? Parece que no: los ingleses pagan 85 euros, los italianos 50, los alemanes 60 y los franceses 30… a pesar de que los ingresos medios de los ciudadanos españoles son manifiestamente menores que los que perciben los de esos cuatro países.

Una carrera de crecientes obstáculos

O sea, que vuelta a la casilla de partida y a comprar entradas para entrar en los estadios de otros clubes. Sin embargo, el aficionado visitante que desee hacerlo no lo tendrá fácil. Y no solo por el elevado precio: la tendencia creciente es que sea cada vez más complicado adquirir la entrada si no es comprándola a través de las que el club local pone a disposición del equipo visitante.

Por ejemplo, en el reciente Real Madrid-Atlético de Madrid, el club blanco suministró al colchonero el mismo número de entradas que este le había facilitado en su anterior enfrentamiento… 334. Sí, solo 334, no es un error. Esto es promover la afición y la asistencia a los campos y lo demás, historias raras.

Por cierto, el aficionado que logre sortear esta carrera de obstáculos tendrá que cuidarse mucho de acudir al campo ataviado con una camiseta del club de sus amores. El club local quizá se lo impida.

El Barça, por ejemplo, ha advertido públicamente que, en el caso de partidos considerados de «alto riesgo», “se denegará el acceso al estadio a aficionados con vestimenta o emblemas del equipo rival”. Nuevamente, es por bien del espectáculo y de la seguridad, por supuesto… pero resulta inquietante que el celo del club azulgrana al respecto se haya intensificado a raíz de que, ansioso por recaudar más dinero en una reciente eliminatoria contra el Eintracht de Francfort “que estaba hecha”, hizo posible que hasta 30.000 aficionados germanos entraran en el Camp Nou ataviados con las camisetas de su equipo… que son blancas. Y, encima, ganaron la eliminatoria.

Huellas dactilares, acceso a los micrófonos de los móviles, precios elevados para los aficionados visitantes, costes disuasorios para ver los partidos por televisión de pago, dificultades para encontrar entradas, imposibilidad de llevar las camisetas del club de sus amores… Todo esto que se “carga” sobre los aficionados es por el bien del espectáculo, según LaLiga y sus clubes. Lástima que, de seguir por este camino, nos podamos encontrar un buen día con que hay espectáculo… pero no espectadores.

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