Aunque los cielos no están totalmente despejados, es indudable que la NBA goza de buena salud económica. Hay algún nubarrón importante en el horizonte —por ejemplo, la incertidumbre respecto de la evolución futura de los ingresos por patrocinio—, pero también brillantes rayos de sol, como su mayor calado entre el público joven en comparación con el fútbol americano y el acelerado incremento del valor de las franquicias.
Este último aspecto ha experimentado en los últimos años una trayectoria francamente espectacular. En el presente 2023, el valor medio de los 30 clubes franquiciados que integran la competición es de 3.850 millones de dólares, es decir, algo más de 3.500 millones de euros.
Y no es solo que el valor absoluto de esta media llame la atención, sino que, además, es 20 veces mayor que el de 2001, más del doble del alcanzado en 2019 y más de 900 millones de euros superior al del año pasado; o sea, nada menos que un 35% mayor.
Por añadidura, casi la mitad de los clubes —concretamente, 13— superan esa media. Y hasta el farolillo rojo de la clasificación, los Memphis Grizzlies, alcanza la nada despreciable cifra de 2.400 millones de euros. Sí, es ese equipo en el que militaron Pau Gasol (siete años), su hermano Marc (once años) y lo hace ahora Santi Aldama.
Es verdad que los Grizzlies, trigésimos de esa clasificación económica, ocupan en estos momentos el puesto 26 de la totalidad de la Liga. Por supuesto, la competición de la NBA está organizada por Divisiones y Conferencias, aunque todos los equipos terminan compitiendo con todos, pero acudamos a la clasificación global para simplificar.
Así pues, la cercanía entre las dos posiciones que ocupan los Grizzlies, por importe en euros y por situación actual en el torneo, parece sugerir una más que lógica y elevada correlación entre valor económico y rendimiento deportivo.
Una curiosa falta de correlación en la NBA
Sin embargo, esa correlación, aparentemente tan razonable, suele presentar en el deporte notables y repetidas excepciones año tras año (que se lo digan, si no, al Girona de nuestra Liga de fútbol). Y tal ocurre incluso en una competición bastante menos aleatoria que el fútbol, al menos en cuanto a resultados, como es la NBA.
En efecto, los datos al respecto dan tanta sorpresas como la vida misma. Los Golden State Warriors de Stephen Curry son la franquicia más valiosa, con más de 7.000 millones de euros, prácticamente el doble de la media de la NBA. Sin embargo, ocupan en este momento un sonrojante puesto 19º en la Liga.
A su vez, los muy clásicos y casi siempre también clásicamente decepcionantes New York Knicks de Julius Randle valen más de 6.000 millones de euros, lo que les sitúa en el segundo lugar del top económico, pero van decimosegundos en la clasificación deportiva. Y hasta los glamurosos y normalmente más exitosos Lakers de LeBron James, que son terceros por valor, con más de 5.800 millones de euros, aparecen empatados con los Knicks en ese mismo duodécimo puesto.
Algo más de normalidad
Hay que llegar al cuarto puesto de los equipos más valiosos —otro clásico: los Boston Celtics de Jason Tatum, pero con algo menos de 4.300 millones de euros, casi un 40% por debajo de los Warriors— para que la cosa adquiera un poco de “normalidad”. En efecto, van primeros en la Liga… pero los Timberwolves de Minnesota, que van segundos, solo valen un poquito más que los Grizzlies y se hallan en el puesto 29º del top económico.
Ciertamente, si acudimos a la clasificación de los clubes ordenados por títulos ganados a lo largo de la historia de la NBA, el asunto parece volver “a su ser”: los tres con más torneos (Celtics, Lakers y Warriors) se encuentran entre las cuatro franquicias más valiosas.
También es cierto que en estos momentos apenas se ha jugado una quincena de los más de 80 partidos que componen la temporada regular de la NBA y que el resultado deportivo final será quizá diferente al que en estos momentos contemplamos.
Sin embargo, a día de hoy es difícil sustraerse a la impresión de que este panorama recuerda poderosamente el título de una famosa telenovela mexicana que paralizó España a mediados de los años ochenta: “Los ricos también lloran”.