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Medicina regenerativa y deporte (1): el plasma rico en plaquetas y las células madre

Las lesiones de cartílagos, tendones y ligamentos se sitúan a la cabeza de las patologías que sufren los deportistas y constituyen el porcentaje más elevado de morbilidad con el que han de enfrentarse los traumatólogos y médicos del deporte.

A diferencia de lo que ocurre con otros tejidos, como la piel o el hueso, la reparación de estas estructuras es lenta e, incluso, incompleta, a pesar de que se utilizan habitualmente los tratamientos más reconocidos. Sirva como ejemplo la dificultad para reparar el cartílago articular, debido a su deficitario de suministro de sangre, que es necesario para promover su regeneración.

En jóvenes adultos que han padecido lesiones deportivas de esta estructura, la tasa de éxito a largo plazo no ha superado el 50% tras haber sido sometidos a cirugías en las que se efectuaron microfracturas, lo que determinó un riesgo evidente para su continuidad en la actividad deportiva a alto nivel. Cuando la técnica se aplicó sobre rodillas artrósicas (patología cada vez más frecuente, como consecuencia del aumento de la esperanza de vida y el incremento de la actividad física), la tasa de éxito fue prácticamente nula.

Las posibilidades de la medicina regenerativa

Los profesionales han visto en la medicina regenerativa una opción válida para la resolución de estas patologías, pues procura una mejora en la calidad y duración de la vida activa de los deportistas. A lo largo de los últimos años, se han publicado múltiples estudios con los que se intenta dar soporte científico a la eficacia de este tipo de terapias dentro del ámbito de la medicina deportiva.

El concepto de Medicina Regenerativa se encuentra en constante evolución y está integrado por muchas especialidades clínicas y de laboratorio. Podemos definirla como “el proceso de creación de tejidos vivos y funcionales para reparar o reemplazar la función de tejidos u órganos perdidos, debido a la edad, enfermedad, daño o defectos congénitos”.

Su objetivo es restaurar el tejido dañado que, por sus características, no sanaría adecuadamente por sí solo. Incluye la ingeniería de tejidos e incorpora la investigación sobre los mecanismos utilizados por el propio organismo, los cuales, usando sus propios sistemas y con la ayuda ocasional de material biológico ajeno, le permiten recrear células y reconstruir tejidos y órganos, promoviendo así la autocuración.

La tendencia actual al respecto en el tratamiento de las lesiones deportivas es el uso de técnicas inyectables que inoculan los propios tejidos biológicos del deportista.

Podríamos definir tres categorías de terapias. Algunas tienen el apoyo de la evidencia científica, mientras que otras se encuentran aún en fase de desarrollo e investigación: las terapias celulares, la ingeniería de tejidos y las terapias que intentan activar la capacidad natural del cuerpo para curar tejidos sin introducir nuevas células o tejidos.

En esta primera aproximación a la aplicación de la medicina regenerativa al deporte, nos ocuparemos de la primera categoría, y abordaremos las otras dos en un próximo artículo.

El plasma rico en plaquetas

Las terapias celulares consisten en inyectar o colocar células vivas en el paciente. En esta categoría, se incluyen los tratamientos con mayor difusión en la actualidad, como son el Plasma Rico en Plaquetas (PRP) y las terapias con células madre mesenquimales(CMM).

El Plasma Rico en Plaquetas o PRP es un concentrado de plaquetas y suero obtenido a partir de la sangre del propio paciente.

Mediante esta técnica, se aplican proteínas con capacidad regenerativa que se encuentran de forma natural en el interior de las plaquetas y del plasma sanguíneo sobre las estructuras lesionadas (ligamentos, tendones, meniscos, etc.), con la intención de favorecer la cicatrización        y restitución del tejido, acortando los periodos de convalecencia.

Estas proteínas estimulan la acción de las células madre presentes en los tejidos de forma habitual.

La preparación del PRP se realiza mediante la toma de una pequeña cantidad de sangre por punción intravenosa, de forma similar a la que se utiliza para obtener una analítica. Esta muestra se introduce en una centrifugadora, donde se obtiene el concentrado de plaquetas. Este se administra, a su vez, mediante una infiltración local, preferiblemente, ecoguiada. El procedimiento puede realizarse hasta en tres ocasiones con un margen semanal entre ellas.

El procedimiento puede verse afectado si el paciente presenta alteraciones metabólicas tales como la hipercolesterolemia o la hiperuricemia.

Las células madre

Las propiedades de las Células Madre Mesenquimales (CMM) son conocidas desde finales del siglo XIX o principios del XX. En 1902, el científico alemán Hans Spemann demostró cómo toda la información necesaria para crear un nuevo organismo en una salamandra estaba contenida dentro de una sola célula embrionaria. Sin embargo, a medida que avanzaba ese desarrollo y las células se diferenciaban, las células perdían tal capacidad. En 1935, recibió el Premio Nobel por su trabajo sobre el efecto organizador, que describe cómo la inducción embrionaria que permite que las células influyan en el desarrollo de las células cercanas.

No obstante, el uso terapéutico de estas células se retrasó debido a inconvenientes éticos, derivados de las técnicas utilizadas para su obtención. En 2007, los investigadores Paolo de Coppi y Anthony Atala consiguieron aislar y extraer células madre del líquido amniótico de una mujer embarazada, abriendo así las puertas al desarrollo de las terapias con estas células.

La indicación del tratamiento con células madre mesenquimales (CMM) se establece ante situaciones en las que existe una mayor pérdida o deterioro del tejido. Habitualmente, suelen asociarse a factores de crecimiento procedentes de las plaquetas.

Teóricamente, las células madre se adaptarán al ambiente local al que sean expuestas. Al situarlas sobre una estructura dañada —por ejemplo, el cartílago—, se deberían convertir en células cartilaginosas (condrocitos) sanas.

El mecanismo real es algo más complejo, pero, en definitiva, lo que se obtiene es la incorporación del mayor número posible de células progenitoras de ese tejido para potenciar su actividad en la coordinación de la respuesta de reparación.

El procedimiento de obtención de Células Madre Mesenquimales es más complejo que el utilizado para la obtención del PRP. Existen dos formas:

Lipoaspiración. El tejido adiposo contiene un alto número de células madre regenerativas capaces de diferenciarse en numerosos tipos celulares. El procedimiento es mínimamente invasivo, similar a una liposucción en el vientre o las nalgas. El producto obtenido es procesado para separar las CMM y, posteriormente, estas son administradas en la zona dañada mediante infiltración local o aprovechando un procedimiento quirúrgico.

Aspiración de la médula ósea de la cresta iliaca o cadera posterior. En este procedimiento, se obtienen plaquetas, células madre mesenquimales y otros tipos de células madre. Mediante un procesamiento especial, se separan las plaquetas y las células madre del resto de los productos sanguíneos. Este concentrado se reintroduce, a su vez, en el área lesionada durante la terapia con células madre por los mismos mecanismos descritos en el apartado

En ambos casos, estos procedimientos son más largos (duran aproximadamente una hora u hora y media) y más costosos que la terapia con PRP.

Existen en el mercado preparados de células madre obtenidas de líquido amniótico, placenta o tejido del cordón umbilical, pero tienen el inconveniente de que un mal almacenamiento y transporte pueden provocar su inactivación, con lo que el producto pierde su eficacia terapéutica.

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