Se pudo complicar enormemente al final, pero supieron sobrevivir al arreón final de un Granada desesperado. El Atlético de Madrid vence al conjunto nazarí (0-1) en el Nuevo Estadio de Los Cármenes y consigue tres puntos vitales para seguir en la pelea por el título. Un solitario gol de Álvaro Morata y una acción salvadora de Hermoso fueron clave para asegurar el triunfo.
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⚔️ Una primera parte marcada por la tensión
Tras el subidón copero de la semana pasada, el Atlético de Madrid tenía que volver a su realidad del día a día. La visita a Los Cármenes era de mucha importancia, pues dejarse más puntos por el camino supondría decirle adiós a la liga en enero. O, en el peor de los casos, podría enturbiar su clasificación a la Champions League. Tenían que ganar, pero no sería fácil. Al otro lado estaba un Granada tan necesitado de triunfos como los madrileños. Su lucha no era por llegar a los grandes escenarios, sino por mantenerse donde están. Mientras cada uno miraba hacia lados diametralmente opuestos, les tocaba sobrevivir a costa de hundir a su igual.
Esa tensión inherente de sus necesidades marcó la primera mitad. El Granada estaba temeroso de lo que podía pasar, y el Atlético de Madrid estaba apático. La vuelta a su rutina liguera, esa que le aleja del calor del Metropolitano, no les ayudaba. Por ello, la primera parte se movió al trantrán. Ninguno de los dos parecía por la labor de abrir el marcador y añadirle picante al encuentro. Solo los chispazos de calidad de los futbolistas colchoneros se acercaban a romper el statu quo. No fue así, por lo que el partido llegó al descanso tal y como empezó. A sabiendas de que el empate no era suficiente para ninguno, la segunda parte solo podía ir a mejor.
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💪 Morata y Hermoso, los pilares de la victoria del Atlético
La mejor noticia para el Atlético de Madrid estaba en esos destellos de sus mejores jugadores. Sin haber firmado un partido brillante, habían estrellado el balón en el larguero y hubo un par de ocasiones más que podían haber acabado en gol. Aunque fuese dentro de un ritmo poco apetecible, estaban en el camino de conseguir el triunfo. Por ello, la desesperación colchonera se tornó en esperanza. Había tiempo para ganar. El Granada, por su parte, volvió al campo atascado por esa tensión clasificatoria. Era el momento idóneo para los de Simeone. Griezmann, el llamado a aparecer en estos días grises, encontró a Morata en el área. El madrileño había estado desaparecido en la primera mitad, pero se las arregló para zafarse de los centrales al filo del fuera de juego. Conectó con el centro y anotó el 0-1. El Atlético ya podía respirar.

Morata no cuajó un gran partido, pero fue clave en la victoria con su gol.
Los focos ahora apuntaban al Granada. Sus rivales habían conseguido su valioso botín, y la experiencia señalaba que sabían defenderlo. Les iba a tocar mover ficha para esperar un milagro en el Nuevo Estadio de Los Cármenes. No obstante, el Atlético de Madrid no les iba a dejar campar a sus anchas. Cuando los locales querían envalentonarse, Saúl marcó el que hubiese sido el 0-2. No subió al marcador por una posición antirreglamentaria muy ajustada del centrocampista, pero sirvió para bajar los ánimos del Granada. Por mucho que lo intentasen, lo harían con miedo de un hipotético golpe de gracia. Aun así, lograron embotellar al Atlético durante algunos minutos. Ese pánico se tornó en imprudencia, pues la ocasión lo merecía. Su gran hándicap es que ni con estas incordiaban en exceso a los rojiblancos. No iban a hacerle daño así a un equipo que cimentó su éxito cerca de su propia área.
Para subrayar esa condición de «quiero y no puedo», fue Correa el que tuvo la ocasión más clara de los últimos compases. El argentino pudo marcar el segundo si no fuese por el buen hacer de Batalla y su alianza con el palo. Con ello, una calma tensa se instauró en el campo. Una cesión de Giménez que se pudo complicar fue el preludio de lo que estaba por venir, y el Granada no podía desearlo más. Sus plegarias se vieron correspondidas en el último suspiro. Tras un barullo en el área, Matías Arezo remató. Era gol sí o sí. Menos Mario Hermoso, todos creían en ese destino era inevitable; y quizás por eso mismo fue el que impidió que el balón atravesase la línea. Su acción valía lo mismo que la victoria, pues había salvado al Atlético de ese accidente final. Era el que culminaba esa vuelta tranquila (o no) a la rutina, el que hundía al Granada a costa de su supervivencia. Con ello, volver a la rutina sabía mejor.