En una noche mágica bajo el estrellado cielo de Roma, el mundo del atletismo fue testigo de una hazaña sin precedentes. Abebe Bikila, un soldado etíope de 28 años, se convirtió en una leyenda del deporte. Fue el primer africano en ganar una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos y lo consiguió imponiéndose en el maratón con los pies desnudos. No llevó ningún tipo de calzado. Algo insólito. Su victoria no solo fue un triunfo personal, sino también un símbolo de la perseverancia y el espíritu indomable del continente africano ante todo el planeta.
🤩 La carrera de su vida
La historia de Bikila en los Juegos Olímpicos de Roma comenzó con un giro del destino. Llegó a la competición como reemplazo de última hora. Apenas conocido fuera de su país, se presentó en la capital italiana con un perfil bajo. Sin embargo, lo que hizo después lo catapultó a la inmortalidad deportiva. En los días previos a la competición, el etiope probó varias zapatillas, pero todas le producían ampollas o rozaduras. Esta situación le llevó a tomar una decisión sin precedentes: correr descalzo. Era una práctica a la que estaba acostumbrado, habiendo entrenado sin zapatos en los caminos rocosos de Etiopía.
El 10 de septiembre de 1960, el maratón olímpico comenzó con una atmósfera de emoción y oscuridad. Se disputó en plena noche. En algunos tramos la única iluminación procedía de los miembros de las fuerzas armadas italianas que sostenían antorchas al costado de las carreteras. Los corredores salieron del Campidoglio, el corazón histórico de Roma, y recorrieron las antiguas calles empedradas. Bikila, con su estilo sereno y paso constante, se mantuvo entre los líderes durante toda la carrera. Kilómetro tras kilómetro, su estrategia era clara: mantener un ritmo constante y esperar el momento adecuado para atacar. Mientras otros corredores luchaban con el cansancio y el calor, Bikila parecía estar en perfecta armonía con el pavimento romano. Su expresión corporal denotaba comodidad.
🥇 Una victoria histórica
Cuando la carrera se acercaba a su fin, Bikila se encontraba en una feroz batalla con el maratonista marroquí Rhadi Ben Abdesselam. Con solo unos pocos kilómetros por recorrer, el etíope atacó con una aceleración poderosa y dejó a atrás a su oponente para dirigirse hacia la línea de meta, ubicada en el Arco de Constantino, junto al Coliseo. La multitud rugió mientras Bikila cruzaba la línea de llegada en un tiempo récord de 2 horas, 15 minutos y 16 segundos, estableciendo un nuevo récord mundial y olímpico.
La imagen de Abebe Bikila corriendo descalzo hacia la victoria quedó grabada en la memoria colectiva. Su triunfo no solo fue un logro atlético extraordinario, sino también un símbolo de la resistencia humana y la capacidad de superar las adversidades. Bikila se convirtió en el primer africano en ganar una medalla de oro en los Juegos Olímpicos, y lo hizo con una humildad inspiradora. Abrió el camino a los muchos fondistas del continente africano que han triunfado tras la exhibición del etiope.
Bikila no se detuvo con esa heroicidad. Cuatro años después, en Tokio 1964, volvió a ganar el maratón olímpico, esta vez con zapatillas y habiendo superado una reciente cirugía de apendicitis. Su tiempo fue aún más rápido, consolidando su estatus como uno de los más grandes maratonistas de todos los tiempos. La vida del atleta fue trágicamente corta. Falleció en 1973 a los 41 años por las consecuencias de un grave accidente de tráfico. Sin embargo, su legado se sigue recordando. Cada vez que se celebra un maratón, su nombre resuena como un ejemplo de sencillez y resiliencia. Abebe Bikila: el hombre que corrió descalzo y conquistó Roma.