West Ham Bubbles.
Cultura

El West Ham y el encantador pesimismo de ‘I’m Forever Blowing Bubbles’

El aficionado de un club de fútbol es un optimista por naturaleza. Por mucho que diga que no, siempre cree que su equipo va a ganar. Entonces, llega la realidad en forma de tortazo. En vez de una victoria, se avecina una derrota dolorosa. Otro partido, misma mierda… hasta que llega ese día de después. Tras la desilusión, el ciclo vuelve a comenzar. Por mucho que los antecedentes indiquen lo contrario, regresa esa creencia a la cabeza del aficionado. Esa idea como si creasen una burbuja de jabón, tan bonita que parece que durará siempre y tan delicada que no aguanta ni el más mínimo revés. Y, entre todos los equipos del mundo, para el West Ham es especialmente cierto.

🎶​ La rocambolesca historia de ‘I’m forever blowing bubbles

I’m forever blowing bubbles‘ salió en Estados Unidos en 1919, de mano de la música de John Kelette y la letra James Kendis, James Brockman y Nat Vincent. Se convirtió un éxito inmediato tras la Primera Guerra Mundial. Por ello, era cuestión de tiempo que triunfase al otro lado del charco y calase en la cultura popular británica, aunque lo haría por un motivo inesperado. Un chaval de 14 años y su talento tendrían la culpa de que ‘I’m forever blowing bubbles‘ se transformase en uno de los grandes himnos del fútbol inglés.

Por aquel entonces, las ligas colegiales tenían mucho tirón, y el West Ham tenía la suya. Dentro de esta, el Park School era de los clubes más potentes. El director de esa misma escuela era Cornelius Beal, un entusiasta del fútbol que tenía una sensibilidad especial para la música. Al unir sus dos pasiones, compuso una versión del éxito ‘I’m forever blowing bubbles‘ en honor de Billy ‘Bubbles‘ Murray, uno de los mejores de aquel equipo. Debido al gran parecido del joven futbolista con el chico del célebre cuadro ‘Bubbles‘, se volvió uno de los cánticos habituales en los partidos del Park School.

‘Marching on together’, el himno que cambió la imagen del ‘Dirty’ Leeds

Bubbles‘ nunca jugó para el West Ham United (sí que lo hizo su compañero Jim Barrett, leyenda del club), pero su legado fue mucho más allá. Cornelius Beal era amigo de Charlie Paynter, entrenador de los hammers, y conocía la historia del joven Billy a la perfección. Al estar tan cerca la sede del Park School de Upton Park, el técnico sabía que la canción causaba furor en la zona. No tardó en proponer ‘I’m forever blowing bubbles’ como himno del club, e incluso pagó a una banda para que tocase la melodía antes de los partidos. Acababa de nacer una de las canciones más representativas de la cultura futbolística inglesa.

West ham bubbles

Los momentos previos a los partidos del West Ham tienen la peculiaridad de las burbujas de jabón que dan nombre a su himno.

A lo largo de los años, su condición de himno se asentó con nuevas versiones y reediciones de la canción. Y todo ello, claro está, estaba acompañado de una gran performance antes de los partidos. Cuando los jugadores del West Ham saltaban al campo, Boleyn Ground se llenaba de burbujas al ritmo de ‘I’m forever blowing bubbles. La estampa, por supuesto, se ha mantenido con su cambio al Estadio Olímpico de Londres. Nunca dejarán de formar pompas cuando los hammers hagan rodar el balón.

🫧​ El sentimiento del aficionado del West Ham hecho canción

Pocas canciones ejemplifican mejor el sentimiento del aficionado que ‘I’m forever blowing bubbles‘. «Siempre estoy soplando burbujas, bonitas burbujas en el aire. Vuelan tan alto, casi llegan al cielo. Entonces, como mis sueños, se desvanecen y mueren», reza el estribillo. Las burbujas funcionan como una metáfora perfecta de las expectativas que tienen en la grada con su equipo, así como su empecinamiento en seguir soñando con lo mejor para su club. Para ellos, lo importante no es que se cumplan esas perspectivas de futuro, sino el hecho de poder hacer más burbujas.

Ese amor por el camino y no por la meta es lo que mueve al West Ham United. Entre tantas idas y venidas, han visto muchas burbujas explotar. Y, aun así, siguen soplando con ilusión. Ese pesimismo crónico es tan bello que se transforma en optimismo, el que hace que sepan aún mejor conquistas tan grandes como la de la Conference League. Si no fuese así, no saldrían burbujas en la previa de los partidos del West Ham. Por mucho que estas exploten y que su vida útil sea ínfima, siempre habrá espacio para una pompa de jabón más. Es su forma de seguir ahí, al lado del equipo que les da la vida —y se la quita— cada fin de semana.

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