muerte súbita
🚑​ Espacio salud

Más sobre la muerte súbita en el deporte: las maniobras de resucitación cardiopulmonar

En un artículo precedente de esta misma sección, se realizó una valoración del problema de la muerte súbita en deportistas, analizando a su frecuencia, sus causas y los mecanismos de prevención.

En esta ocasión, se ahondará en las medidas que son aplicables al respecto, incluyendo un breve apunte sobre las maniobras de resucitación cardiopulmonar básica y el manejo de los dispositivos de desfibrilación cardiaca externa automáticos y semiautomáticos (DEA y DESA).

Tal y como se explica en el primer artículo, la muerte súbita del deportista es un cuadro que se produce de forma imprevista, con pocos o ningún síntoma de alerta previo y que, si no se actúa con la suficiente diligencia, ocasiona el fallecimiento del sujeto.

En todo caso, el elemento fundamental que nos pondrá sobre aviso será el colapso del deportista. Desde ese momento, su vida dependerá de una carrera contrarreloj en la que los primeros cuatro minutos son esenciales para poder incrementar las posibilidades de su supervivencia.

La Cadena de Supervivencia

En ese tiempo, debe ponerse en marcha la denominada Cadena de Supervivencia (fig. 1)

salud

Podríamos definirla como el conjunto de actuaciones que, aplicadas en la secuencia correcta, pueden incrementar las probabilidades de supervivencia de la víctima de una muerte súbita.

El primer eslabón de la cadena es activar de forma inmediata los servicios de emergencia extrahospitalaria (teléfono 112) e intentar localizar un desfibrilador. Esto viene facilitado por la implantación de estos dispositivos en complejos polideportivos y puntos de gran afluencia de público, tales como centros comerciales, aeropuertos y otras localizaciones estratégicas.

Prácticamente sin solución de continuidad, deberemos iniciar las maniobras de resucitación básica, cuya formación debería ser accesible para la población en general e, incluso, implementarse en los planes de formación escolar; y, en el momento de disponer de un DEA-DESA, incorporarlo a las maniobras, procediendo, si es necesario, a realizar la primera descarga. Esta debería ser aplicada antes de 4 minutos desde la producción del colapso.

El tercer nivel de actuación o eslabón consiste en la intervención de los servicios de emergencia extrahospitalaria y la aplicación de las medidas de resucitación cardiopulmonar avanzada.

Por último, el sujeto, una vez estabilizado, deberá ser trasladado a un centro hospitalario donde puedan aplicarle el nivel de cuidados que requiera.

Las maniobras de resucitación cardiopulmonar

Las maniobras de resucitación cardiopulmonar son un conjunto de actuaciones perfectamente estandarizadas y de aplicación secuencial dirigidas a la sustitución, y si es posible, la restitución de la función cardiaca normal.

Estas maniobras, tal y como las conocemos actualmente, se comenzaron a describir a mediados del siglo XX, creándose organismos específicos dirigidos a su valoración, revisión y difusión. Estos organismos se encargan de forma periódica de la publicación de las recomendaciones más actuales en esta materia. La última de estas publicaciones se emitió en 2021 y en ella se recogen las recomendaciones con mayor peso de acuerdo con la evidencia científica.

Sus elementos fundamentales son el inicio precoz de las compresiones cardiacas y la desfibrilación asimismo precoz; e inciden de forma expresa en la conveniencia de difundir con criterio generalizado estas maniobras e incrementar la disponibilidad de dispositivos de desfibrilación automática y semiautomática.

Esta es la secuencia de actuación recomendada por el ERC (Consejo Europeo de Resucitación Cardiopulmonar):

salud

Las actuaciones

Como comentamos al principio, cuando el sujeto sufre un colapso hay que determinar si está o no consciente, manteniendo al mismo tiempo todas las medidas de seguridad posibles con respecto al entorno.

Foto 3

Para ello, tendremos que estimularle verbalmente (“¿se encuentra bien?”), de forma táctil (sacudir por los hombros) e incluso de forma ligeramente dolorosa (pellizcar el tórax o golpear suavemente el rostro) (fig.2).

A veces, en los primeros momentos del colapso, el sujeto puede presentar movimientos convulsivos y suele asociarse con arritmias cardiacas.

Si no hay respuesta, es necesario gritar pidiendo ayuda y valorar si la persona respira de forma normal o no.

Para hacer esto último correctamente, es necesario colocarla en posición de decúbito supino, es decir, boca arriba (fig. 3) y, a continuación, aplicar la denominada maniobra frente–mentón (fig.4). Esta consiste en realizar un movimiento de extensión del cuello, aplicando la palma de la mano sobre la frente del sujeto y dos dedos de la otra mano bajo la parte ósea del mentón, para abrir una vía aérea.

Una vez realizada esta operación, acercaremos nuestro rostro a la boca y la nariz del sujeto, mirando hacia el pecho del mismo, de forma que podamos, sentir, ver y oír los movimientos respiratorios (fig. 5).

La ausencia de ventilación normal (incluida la existencia de intentos agónicos de respiración) serán considerados como síntomas de parada cardiorrespiratoria y nos deberá llevar a activar el sistema de emergencias extrahospitalarias (teléfono 112) e intentar localizar un dispositivo de desfibrilación para iniciar de forma inmediata las compresiones cardiacas externas.

Los operadores del 112 están preparados para dirigir, por vía telefónica, a la persona que está realizando las maniobras hasta la llegada de la ayuda avanzada.

Para poder aplicar el masaje cardiaco externo, nos situaremos de rodillas junto a la persona inconsciente, aplicaremos las dos manos entrelazadas, una sobre otra, en el centro de su pecho (concretamente, sobre el esternón) por debajo de la línea que uniría las dos mamilas y, con los codos extendidos (fig. 6), dejaremos caer nuestro peso sobre su tórax, haciendo que este se deprima unos 5 cm.

Tras cada compresión, deberemos dejar que el pecho recupere su posición inicial, pero sin perder el contacto de las manos con el esternón. Intentaremos mantener un ritmo de compresión de entre 100 y 120 compresiones por minuto.

Las compresiones no deben detenerse, salvo que sea necesario para aplicar las descargas del desfibrilador o porque vayamos a intercalar ventilaciones por el sistema del boca a boca. Esto último será realizado únicamente por personal con conocimientos para su aplicación y en ningún caso deben interrumpir en más de 10 segundos las compresiones torácicas.

Para su ejecución, habrá que realizar inicialmente la maniobra frente-mentón y, aplicando los labios alrededor de la boca de la víctima (fig. 7), haremos una insuflación con el aire espirado de forma progresiva, durante aproximadamente un segundo, percibiendo que se llenan los pulmones del sujeto. Seguidamente, separaremos la boca para permitir la salida pasiva del aire y repetiremos nuevamente la maniobra. Inmediatamente después de aplicar la segunda ventilación, restauraremos las compresiones torácicas, intentando mantener ciclos de 30 compresiones y 2 ventilaciones.

El dispositivo desfibrilador

En el momento en el que dispongamos del dispositivo desfibrilador (fig.8), este será incorporado de forma inmediata a las maniobras. Para ello, abriremos la funda de transporte, lo encenderemos y procederemos a seguir las instrucciones que el propio dispositivo proporciona.

El desfibrilador analizará el ritmo eléctrico del corazón de la víctima y, en el caso que sea necesario, realizará de forma automática la activación de la desfibrilación (dispositivo automático DEA) o le indicará al reanimador que la active pulsando un botón (dispositivos semiautomáticos DESA). Una vez aplicada la desfibrilación, se deberán reiniciar las maniobras de compresión, tal y como indicará el propio dispositivo.

Periódicamente, el desfibrilador señalará también la necesidad de interrumpir las maniobras para poder analizar el ritmo cardiaco del sujeto y realizar, si es necesario, una nueva desfibrilación.

Las maniobras descritas se mantendrán hasta la llegada del equipo médico del 112.

Las maniobras de resucitación cardiopulmonar son fundamentales para poder revertir las situaciones de muerte súbita del deportista y deberían ser difundidas de forma generalizada, facilitando a la población general el acceso a cursos de formación sobre ellas.

Tanto las instalaciones deportivas como los propios clubes deportivos deben contar con planes de actuación ante este tipo de eventos, con los medios técnicos necesarios (DEA- DESA) y con personal específicamente entrenado, lo que debería incluir no solo al personal sanitario, sino a todas las personas que forman parte de la entidad (personal administrativo, preparadores, deportistas, etc.).

Ir al contenido