Hasta aquí. Hasta el Aviva Stadium de Dublín llegó el mal fario del Atalanta. Hasta aquí llego la minusvaloración de Gian Piero Gasperini, uno de los técnicos más influyentes del fútbol italiano contemporáneo. Hasta hoy llegó el sueño del Bayer Leverkusen, su racha de imbatibilidad, su posibilidad de conquistar el triplete, de elevarse como un equipo invencible, sin techo. Primero fue la pizarra de Gasperini, que atravesó el corazón del centro del campo del equipo de Xabi como si fuera el también neerlandés Teun Koopmeiners, y no Nigel De Jong, quien pisara el pecho del tolosarra en 2010. Después, Ademola Lookman. El nigeriano firmó una actuación devastadora, legendaria, al sentenciar el encuentro con un hat-trick para la historia que dejó sin opciones al equipo de la épica, de las remontadas, de los descuentos (3-0). El Atalanta es campeón europeo por primera vez, y vuelve a levantar un título 61 años después de alzar la Coppa de Italia en 1963.
L'ABBIAMO FATTO DAVVERO! 🏆🏆🏆🏆🏆🏆
WE DID IT FOR REAL! @EuropaLeague CHAMPIONS! 🇪🇺#AtalantaBayer04 3-0 | #UELFinal #GoAtalantaGo ⚫️🔵 pic.twitter.com/RZ9RLc0dpZ
— Atalanta B.C. (@Atalanta_BC) May 22, 2024
Lookman, una actuación que termina con un equipo invencible
Mola. Mola y mucho, Lookman. No tanto el manido juego de palabras, pero look, man, entiéndeme: ¿cuántos jugadores en la historia han metido tres goles en una final europea en la historia? Desde hace más 49 años, ninguno. Lookman es el primero en coronar un hat-trick desde 1975, cuando Heynckes lo consiguió ante el Twente en la copa de la UEFA con el Mönchengladbach. Nadie lo había hecho en Champions, Europa ni Conference League… hasta hoy. El nigeriano, con una historia de barro y superación que aporta más épica a un contexto de por sí repleto de elementos que lo caracterizan como esplendoroso, conecta con el espíritu del Atalanta y de la cultura bergamasca.
Xabi Alonso ha erigido en Leverkusen una obra para la historia del fútbol, por su fondo, por su forma y por su incontestable éxito y rendimiento. No cabe duda. Y a su costa, Gasperini, tras toda una vida en la sombra, trabajador incansable, hombre de fútbol, se ha empeñado en escribir su propia página dorada, sabedor de los focos y la atención que el equipo de la aspirina ha acaparado. Y lo ha conseguido. Porque el triunfo del Atalanta empieza antes de la final. Arranca con una fase de grupos impoluta y con sendas exhibiciones —que bien honran a aquel equipo de culto que enfervorizó Internet e hizo espumar a los twitteros del momento— ante Sporting CP, a Liverpool o a Olympique de Marsella. Sigue hasta instantes antes del pitido inicial de la gran cita de Dublín, en la que Gasperini, 24 años mayor que su némesis en el banquillo, observó con respeto y dedicación las fortalezas que convertían a los pupilos de Xabi en un equipo imbatible; las comprendió, las desgranó y trazó todo un plan para anularlas por completo.
Gasperini cambia el sentido de las agujas del reloj en el Atalanta
El Leverkusen no había concedido tres goles en ningún partido del curso. Tampoco había sido sometido por nadie, táctica ni mentalmente, como sí ocurrió inesperadamente en el día D a la hora H. Gasperini ordenó a sus jugadores presionar, asfixiar y generar una atmósfera de estrés que desdibujó por completo los vínculos del Leverkusen. El emparejamiento en el pasillo central, donde Koopmeiners y Ederson se emparejaban compulsivamente con Exequiel Palacio y Granit Xhaka, dio paso al ejercicio de los atacantes, que se encargaban de bloquear los pases interiores y trataban de llevar a los alemanes a circular el balón por los carriles de fuera. Allí, seguía la persecución constante que incomodaba las recepciones, impedía la progresión limpia y forzaba al Bayer a conectar con los puntas. Wirtz, desaparecido, y Adli, con quien Xabi sorprendió de falso ‘9’, jamás pudieron ayudar al equipo a tener el balón; tampoco a estirarse y a amenazar.
Con el Bayer sometido, sin posibilidad de atacar la espalda del Atalanta, ni de marcar el ritmo del partido a través de la posesión, la concatenación de errores forzados o imprecisiones que ya derivaban del plano mental —superados Xhaka, Palacios, Hincapié y Tapsoba—, el equipo de Bérgamo empezó a recuperar constantemente y a encontrarse de bruces con escenarios de desorganización en los que hacer daño. Ahí entra en escena, para culminar la obra de Gian Piero, Ademola Lookman. El nigeriano, que primero castigó la espalda de Palacios en el 1-0, coronó un partido legendario con dos acciones individuales más en las que su explosividad, su determinación y su pegada sirvieron en bandeja el segundo título de la historia de ‘La Dea’, el primero en 61 años, el único europeo.
Así, ya en ventaja, los chicos de Gasperini solo tuvieron que reservar fuerzas para defender en un bloque más bajo y reaccionar a los ajustes de Xabi, todo sin perder la cuota de amenaza en Lookman. Como una superestrella de primerísimo nivel, el nigeriano estaba destinado a ser el encargado de dar la estocada a un equipo que empezaba a parecer divino y, por fin, ayudó a cerrar el círculo del Atalanta, que hacía historia propia y quebraba la historia, de momento, ajena. Tomaron el relevo del Parma 1998/1999 como el último equipo italiano en ganar la UEFA —al Marsella, con un doblete de Crespo y otro tanto de Vanoli— y conquistaron una nueva plaza Champions para Italia, que tendrá seis representantes el curso que viene.
Así, en la contraposición del acceso a la gloria que se le antojaba inmediata a Xabi y esquiva a Gasperini; en el mal fario del Atalanta a lo largo de los últimos años, que, sin ir más lejos, perdió la final de la Coppa Italia hace escasos días ante la Juve; y en el ocaso que se podría atisbar en el proyecto del Atalanta, cuyos mejores momentos parecían haber pasado, frente a un equipo que proyecta la voracidad de conquistarlo todo; sucedió lo impensable. A sus 66 años y 117 días de edad, Gasperini se convirtió en el entrenador más veterano en ganar su primera final europea ante un inexperto Xabi que parecía tenerlo todo en la mano desde el primer día. El fútbol, la vida, dan muchas vueltas. La victoria, la derrota. La juventud, la madurez. Todo confluye. Hoy, el Atalanta de Gasperini venció, con justicia —como reconoció Xabi—. Pudo ser antes; pudo no ser. Como le ocurre a Alonso y quién sabe si le volverá a ocurrir. Como, en una medida u otra, nos ocurre a todos. «¿Te consideran ganador solo si ganas un título? Si piensas así, todo el mundo es un perdedor».
Enhorabuena, Atalanta.