El Milan está ante su partido más importante desde la final de la Champions de 2007. Y, como no podía ser de otra manera, enfrente estará el Inter de Milán. Un escenario tan grande como unas semifinales de Copa de Europa solo podía tener un rival a la altura. En un cruce tan igualado como agrio por la rivalidad entre los dos conjuntos lombardos, hay un futbolista que no está para batallas de egos. Rafael Leão es alguien que ha nacido para disfrutar del fútbol, algo que delata su sonrisa cada vez que conecta con el balón. Pocos jugadores hay así, de los que se lo pasan igual de bien en San Siro que en su humilde bloque de pisos. No se le puede culpar, pues hubo un momento que no tenía dinero ni para ir a los entrenamientos. Él sabe mejor que nadie que estas semifinales son un premio a toda una vida, un paso más hacia algo más grande.
¡¡LEAO MARAVILLAO!!
¡Pero qué bestialidad de cabalgada! #LaCasaDelFútbol pic.twitter.com/Z2s2rOwcwL— Fútbol en Movistar Plus+ (@MovistarFutbol) April 18, 2023
🇵🇹 De Almada a Lisboa
Separado de Lisboa por el imponente Puente 25 de abril, Leão nació en Almada y creció en el humilde Bairro da Jamaica. Sus padres, inmigrantes de las colonias portuguesas en África, se conocieron y echaron raíces en aquel lugar lleno de edificios a medio construir. Pese a que no tenían grandes lujos, sí podían permitirse el acceso a la educación de sus seis hijos. Esta era su prioridad, pues querían que ellos pudiesen tener un futuro mejor. La cosa es que, para Leão, todo esto era una distracción. Él solo quería jugar al fútbol.
Enfrente del edificio en el que vivía, se pasaba los días jugando en una explanada. Podía no aparecer durante todo el día y pisaba solo su casa para cenar. A los 8 años, cuando sus padres estaban comenzando a preocuparse por como no prestaba atención a sus estudios para seguir jugando pachangas interminables, el humilde Amora llamó a su puerta. El presidente del club le vio jugando por la calle, y no dudó en meterle en su equipo. Poco tardó en correrse la voz del talento de un jovencísimo Leão, teniendo a Benfica y Sporting llamando a su puerta. Todo estaba hecho para entrar en las inferiores de Os Encarnados… excepto porque ir hasta los entrenamientos suponía un costo insalvable para su familia. Entonces, Os Leões estuvieron rápidos. Su centro de entrenamiento estaba más cerca de la casa del joven, por lo que pudo firmar por ellos.
🦁 Leão, por delante de Cristiano y Figo
Su ascenso fue meteórico por las categorías inferiores del Sporting de Portugal. Como todo extremo talentoso de una de las canteras más célebres del país, la comparación estaba hecha antes de tiempo. De allí salieron Cristiano Ronaldo y Figo, los dos únicos portugueses en ganar el Balón de Oro. El hype estaba por las nubes, siendo a sus 14 años el mejor jugador de las inferiores Verde e Brancas y, para algunos, era algo más. «Leão hace cosas que no hace ningún niño. Es el mejor futbolista que ha pasado por la cantera del Sporting de Lisboa», dijo Tiago Fernandes, uno de los hombres fuertes en el organigrama de las inferiores del conjunto lisboeta.
Con su debut, la expectación era máxima con Leão. Sus 188 centímetros de altura no le impedían jugar con la gracia de un mediapunta ni veía como su velocidad se resentía, mientras que mantenía la potencia de un jugador de su talla. Tenía todas las características que se le podían pedir a un jugador. Debutó entrando por Bryan Ruiz ante el Sporting de Braga, y poco tardó en convertirse en el goleador más joven de Os Leões en un partido ante el Porto. Un veterano Iker Casillas, el que le sufrió aquel día defendiendo la meta, pudo dar fe de que había nacido una estrella. Formando parte del Sporting de Lisboa que ganó la liga en 2018 y siendo uno de los mejores jugadores de la Portugal que había ganado la Eurocopa sub-17 en 2016, el cielo era el límite de Leão.
🌟 Contratiempos antes del estrellato
Por desgracia para él, aquel equipo campeón del Sporting duró poco. En medio de una guerra entre aficionados radicales y jugadores, los miembros de la plantilla rescindieron el contrato con la entidad de manera unilateral. Si bien es cierto que algunos solucionaron sus diferencias con el club y regresaron, otros decidieron marcharse. Leão fue uno de ellos; puso rumbo al Lille. Hubo entre medias lío en los juzgados, eso sí, pues se le firmó como agente libre y más tarde tuvieron que pagar una compensación. En Francia, había llegado a un equipo joven y de propuesta atractiva, por lo que no tardó en brillar en su primera y única temporada allí. Los grandes se lo rifaban y resonaban esas palabras sobre el potencial del chico que mejoraba a Figo y Cristiano Ronaldo.
La sorpresa llegó cuando aterrizó en 2019 en el Milan, una de las grandes trituradoras de talento en el mundo del fútbol. Era un gigante europeo por su historia, aunque su futuro dejaba mucho que desear. Al chico, que iba sobrado de personalidad, no le importó prometer un imposible en su llegada: «Voy a grabar mi nombre en la historia de este club». Él era el único que sonreía en la foto con sus padres, como si ellos fuesen conscientes de un fracaso que aún no había ocurrido. Sus primeros meses fueron muy complicados, llegando Stefano Pioli poco después. Era de cajón que eso no iba a salir bien, más aún cuando la Atalanta se paseó por San Siro tres días antes de Navidad. Leão estaba sentenciado antes de comenzar.
😁 La sonrisa que del fútbol italiano
La pandemia llegó, trayendo tristeza y soledad al mundo. Pese a ello, a Leão hace tiempo que nada le hacía llorar. Lo único que lo conseguía era perder en esas pachangas interminables frente a su casa, y ya había llovido mucho desde entonces. Tanto él como el Milan se tomaron el parón por el confinamiento con filosofía, asumiéndolo con un nuevo comienzo. El regreso de Ibrahimović supuso ese empujón extra de moral que necesitaban, convirtiéndose en el gran equipo de Italia en esa segunda parte de la temporada y logrando la clasificación a Champions. Al año siguiente, no lograron el Scudetto, quedando detrás del Inter de Conte. Poco a poco, los rossoneros iban mejorando sus prestaciones. Ya no había dudas en torno a Pioli, y Leão cada vez disfrutaba más en el campo. La sonrisa en su rostro, que siempre había estado ahí, ahora brillaba más.
Ya sabéis qué sucedió en la siguiente temporada, la 2021/2022. El portugués, siempre sonriendo, se convirtió en el MVP del campeonato italiano, y su equipo en el campeón. Este año, pese al bajón del Milan en liga (están peleando por asegurar el puesto en el top 4), ya ha mejorado sus prestaciones del año pasado y tiene la oportunidad de lograr el pase a la final de la Champions ante el acérrimo rival. Aquel chico que salió de su barrio siendo un ratón, ya era un león en el mundo del fútbol, habiendo cumplido la promesa de grabar su nombre en la historia de su equipo.
Y todo con una sonrisa perpetua en la cara, disfrutando de cada paso que da. Sus padres siguen trabajando, como si aún desconfiasen del Milan, por más que tengan claro lo que vale su hijo. «Si el Manchester City pagó 117 millones por Grealish, no sé cuánto valdrá Rafael», dijo Antonio, su progenitor, en una radio portuguesa. No es para menos, ya que jugadores con esa alegría que desprende Leão hay pocos: ellos son los que hacen especial el fútbol.