Si miramos a la Roma desde un prisma resultadista, con los números en la mano, el equipo está dentro de los baremos esperados este curso. En puestos de Europa League. Sin embargo, su capacidad para mandar en los partidos, es netamente inferior a lo que se podría esperar de un plantel con tanto talento como el que dispone José. Sobre todo, en tres cuartos de campo. O, mejor dicho, le falta dominar varias fases del juego, donde en la mayoría no se percibe una evolución positiva en los últimos meses, exceptuando una: el balón parado ofensivo. Esa que le ha dado mil y una soluciones. Esa que ha servido para sumar los puntos suficientes como para tapar las carencias de ‘La Loba’.
😓 Un único plan de partido
La Roma tiene el síndrome de la actual Juventus de Allegri o el Atlético de Madrid de Simeone: no dominar desde la tenencia de la posesión y sufrir un mundo para manejar los encuentros si no es por delante en el marcador. No querer hacerlo, de hecho. Algo lícito y coherente durante parte de los 90 minutos reglamentarios, aunque difícilmente comprensible a medida que se acerca el final sin ir por delante en el luminoso. Falta agitación y plan B en muchos de ellos.
En el caso particular del cuadro capitalino, a diferencia de la Juventus de finales de 2022 y en consonancia con lo que sucede en el Metropolitano, la Roma tampoco es fiable a la hora de defender a través de un repliegue. Mancini, Smalling y Robert Ibañez, centrales a priori titulares en el 1-3-4-2-1 o 1-3-5-2 prototípico de ‘Mou’ desde hace un año, son demasiado impetuosos y expertos en pegarse tiros en el pie.
Otra arma que explotan hasta la saciedad, es el juego directo sobre Zaniolo y Abraham, delanteros expertos en identificarse como receptores de los pases alejados de su equipo y sacar ventaja gracias a la autosuficiencia de ambos para ganar duelos, cuerpear, retener balones, prolongarlos e ir al espacio. Se retroalimentan de cine, además. Aunque la Roma abusa de este recurso hasta convertirlo, frecuentemente, en discurso. Dybala, Pellegrini o el joven Volpato podrían ejercer como nexos para no tener que saltarse el centro del campo como sucede muchos días, o imprimirle una mayor agilidad a las circulaciones largas que Mourinho trata que no se den.
⛳ El arte de la pelota quieta
En la presente Serie A, nueve de los 21 goles que ha marcado la Roma en 17 partidos, han llegado por esta vía. O, lo que es lo mismo, ha terminado la primera vuelta del campeonato liguero con un promedio de gol cada dos partidos en dichas situaciones aisladas del juego. Una virtud que todo equipo querría tener, porque te reengancha a partidos como el de San Siro, donde los giallorossi parecían inofensivos y empataron (2-2) con dos tantos de estrategia; pero de la que a nadie le gustaría depender, que es lo que sucede ahora en la capital de Italia. Lo de Milán, de hecho, es un déjà vu de la temporada pasada contra la Salernitana. Fortaleza acentuada, por tanto, pero no nueva.
Mucha culpa de ello tienen Pellegrini, casi ambidiestro, y la zurda de seda de Dybala, dos de los mejores golpeos de todo el Calcio. Lanzadores superlativos y, eso sí, centrales muy dominantes en el área rival. Una de sus principales virtudes, de hecho, lo cual, tratándose de defensas centrales, es más defecto que piropo. Pizarra, olfato, salto y remate ganador, aunque menos efectivos cerca de Rui Patricio por sus desconexiones. Esta es la realidad en Roma. La de un plantel reconocible, con Mourinho a los mandos, que tiene fortalezas y debilidades muy marcadas. Algo peligroso, que puede desembocar en comida para hoy, pero hambre para mañana.