En 2020, cuando el mundo estaba parado por la pandemia, el Liverpool hizo un fichaje que sonaba increíblemente bien. Thiago Alcántara llegaba del Bayern para ser el contrapunto asociativo de un equipo que vivía de las altas revoluciones en el medio. Así se dio pistoletazo de salida a una montaña rusa de sensaciones que siempre tuvieron como constante los problemas físicos. Por ello, justo antes de afrontar su último año de contrato en Anfield, toca valorar lo que ha sido Thiago en Liverpool. Y, como lo imprevisible de su futbol, difícilmente se pueda cuantificar.
🚑 Las lesiones arruinaron todo
El primer año de Thiago estuvo marcado, evidentemente, por los problemas que pasaba todo el mundo. La pandemia del covid-19 cambió el fútbol con sus aislamientos y nuevas rutinas, por lo que no sería fácil la adaptación. Había que tener paciencia, pues venía de ser titular en el Bayern de Múnich que arrasó en la Champions de 2020. Comenzó estrenando la enfermería esa temporada, perdiéndose un par de meses de competición. Cuando salió, el resto de sus compañeros no paraban de caer en el dique seco. Estos constantes contratiempos obligaron a Klopp a usarle en distintas posiciones, por lo que sus actuaciones siempre quedaban nubladas por el bajo nivel colectivo. Que el Liverpool llegase a puestos de Champions League fue un milagro.
Con todo más asentado en la segunda temporada, Thiago comenzó a convertirse en ese centrocampista mandón que prometía ser cuando salió de la cantera del Barça. Estaba bien custodiado y el equipo lo notaba cada vez que estaba en el campo. Eran mucho mejores con él a los mandos. Además, había ganado una agresividad en su juego que no tenía antes, siendo capaz de mancharse de barro si era necesario. Lo malo es que, para un jugador con tantos problemas físicos, esa garra podía empeorarlo todo. Klopp tenía que racionar sus minutos, sufriendo por su salud cada vez que estaba en el campo. Cada choque era sinónimo de pánico. En aquella temporada, los Reds se quedaron a las puertas de ganar cuatro títulos. Solo el Real Madrid y el Manchester City les aguaron la fiesta en Champions y Premier. Nadie sabe lo que hubiese podido ser ese equipo si Thiago no fuese de cristal.
⌛ Klopp se cansó de esperar a Thiago
La última temporada comenzó con el mismo guion de las últimas. Thiago empezó lesionado, con los mismos problemas musculares de siempre. Esto, sumado a que la dinámica del equipo era similar a la que se vio en la primera temporada del centrocampista español, hizo que Klopp comenzase a imaginar una reconversión del medio. Por desgracia, meter a Thiago no era sostenible por mucho talento que tuviese en sus botas. No podían seguir dependiendo de un futbolista con tanta tendencia a las lesiones. Además, por añadir más problemas, el ex del Barça y del Bayern no acabó de encontrarse con su fútbol a lo largo de la temporada. Era el momento de planificar la siguiente temporada, dando carpetazo al intento de reconversión que se inició hace tres años.
Para empezar a perfilar ese cambio, Klopp cambió el sistema con balón a un 1-3-2-2-3, similar al esquema que usan Arsenal y Manchester City. Con Trent Alexander-Arnold en el doble pivote, la figura de Thiago no era necesaria en la base. En la zona de interiores (o mediapuntas, según se mire), tampoco tenía hueco, pues estaban demasiado altos en el campo como para plantearse jugar con el español. El cambio de dibujo dejaba al centrocampista español como una opción clara de rotación, no como uno de los hombres importantes desde la pizarra. Klopp, como todo el mundo del fútbol, se había cansado de esperar a un futbolista cuyo talento nadie pone en duda, pero sí su continuidad.
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🔜 ¿Y ahora qué?
Se ha rumoreado este verano sobre una posible salida de Thiago Alcántara. El que más ha sonado, sea verídico o no, es el Celta. Como hijo de Mazinho, el centrocampista es un caramelo de cara a la temporada del centenario de los celestes. Y, para él, volver a la liga española no sería mala opción. Los años del Bayern de Múnich ya pasaron, y en el Liverpool no fue lo que se esperaba. O, al menos, no lo fue durante el tiempo necesario como para dejar huella. Un regreso a España, donde el fútbol es menos físico y tendría menos focos encima, sería idóneo para pasar los últimos años de su carrera. Otra cosa es que se dé, claro está.
Lo que está claro es que no llegó nunca a demostrar lo que decían las portadas de los periódicos. La mezcla perfecta entre Xavi e Iniesta se quedó en un buen centrocampista que no llegó a encontrar la continuidad, preso de las expectativas que había a su alrededor. Muchos querrían su carrera, pero pocos haberla sufrido con tantas dolencias físicas de por medio. La sensación de tener tanta magia en las botas y no poder mostrarla debe ser terriblemente frustrante. Misma sensación, aunque por distintas razones, tuvo que vivir su hermano Rafinha. Siempre tuvo focos y estuvo llamado a algo más grande que acabar jugando en Qatar a los 30 años. Ambos son la demostración de que solo con un inmenso talento no se compra el billete hacia el éxito más grande de todos: cumplir las expectativas. Así, Thiago asume que, aunque su fútbol merece la pena, su presente es casi intrascendente. Pocos finales hay más dolorosos.