Ante la atenta mirada del mundo, la Croacia de Zlatko Dalić volvió a gritarle al mundo que su capacidad de superación y determinación en las tandas de penaltis ya es historia del balompié. En un ejercicio de resistencia tan inteligente como poco vistoso en un mundo de highlights, los balcánicos le asestaron un golpe definitivo a la Brasil de Tite y Neymar. Una ‘Canarinha’ que, por tercera vez en este Mundial, terminó los 90 minutos reglamentarios sin recibir un solo disparo entre palos.
Pero como el fútbol es un deporte cualitativo, y no cuantitativo, de poco sirvió la estadística. Y tampoco el gol de Neymar, que derribó el muro de un estratosférico Livaković en el minuto 105, hasta despertar el último arrebato de épica para que Orsić y Petković, recién ingresados, devolviesen las tablas al marcador (1-1) a cuatro minutos para el final de la prórroga. El resto ya es historia. La historia de siempre. La historia de una selección cuyo hogar es el punto de penalti.
👩🍳 MasterChef, Luka Modrić
Dalić, quién sabe si ayudado por el gran capitán y cerebro del fútbol croata, diseñó un plan muy consecuente con los 22 jugadores que había sobre el verde. Al son de Luka Modrić, secundado por Marcelo Brozović y Mateo Kovacić, los europeos consiguieron jugar la mayor parte de la batalla a fuego lento. Defender con balón, situando al ’10’ como mediocentro durante muchos lapsos de juego, para que la mente más superlativa del centro del campo impusiese cómo, dónde y a qué ritmo se iba a jugar el primer choque de cuartos de final. Fue una exhibición en lectura y dirección desde la base de la jugada. Con Luka abajo y no entre líneas, los suyos ganaron en control y cedieron en amenaza. Así, a fuego lento, pero constante, Croacia cocinó su partido y ‘La Verdeamarela’ se terminó quemando.
Croacia ha jugado ocho prórrogas consecutivas en los últimos ocho partidos de eliminatorias, entre Eurocopa o Mundial. Ha ganado las cinco mundialistas, cuatro de ellas en penaltis.
Cayeron los de Tite en la trampa de los balcánicos, que le inyectaron cloroformo al encuentro, sabedores de que físicamente y en pegada o fugacidad ofensiva no tenían nada que hacer. Y, aunque su propósito nunca fue usar la posesión para dañar al rival, sí lograron domesticar a Neymar, Raphinha, Paquetá o a un Vinicius sorprendentemente sustituido en el minuto 74. Si Brasil ya se caracteriza por rehuir del juego de transiciones, en esta ocasión fue también demasiado conservadora ante una selección que, a medida que corre el reloj, convierte cada instante en veneno.
😕🇧🇷 Neymar hizo sonreír a una Brasil sin samba
Lo peor para los brasileños, más allá del propio peso de la derrota en un Mundial donde eran favoritos a levantar su sexto título, radico en la identidad que representa a su fútbol a nivel histórico. Fue un equipo algo rígido, como de costumbre, sin mucho regate, con apenas desborde a través de microsociedades colectivas y pocas ráfagas de fantasía. El gol fue la excepción, obra de un Neymar que tuvo que regatear a Livaković para batirlo, después de dos paredes con Rodrygo y Paquetá, respectivamente.
Richarlison, que dibujó buenos apoyos de espaldas, y Antony, que entró más revoltoso que nadie, fueron los que más se acercaron a sus respectivos máximos niveles. Lovren y Gvardiol no estuvieron todo lo exigidos que cabría esperar ante Brasil, pero volvieron a resolver sus acciones defensivas de forma sobresaliente. El central del RB Leipzig, sobre todo, estuvo inquebrantable fuera del área, mientras que el defensor Zenit fue un seguro de vida dentro de la misma. Mención aparte para Juranović, que no solo resistió el duelo con Vinicius primero, y con Rodrygo después, sino que también fue oxigeno y amenaza para Croacia por su verticalidad en conducción.
Tite repitió el 1-4-4-2 a la hora de replegar, que se transformaba en 1-3-2-4-1 para atacar en posicional, con Militão de tercer central derecho y Danilo acompañando a Casemiro en la zona del mediocentro, para acercar así a Paquetá a Neymar.
Defensivamente, si bien Brasil no pudo recuperar muchos balones tras pérdida —especialidad de la casa, mitigada por la técnica e interpretación de la medular croata—, y dado que tampoco fue incómoda desde su bloque medio pasivo, sí se hizo fuerte mediante la destreza de sus zagueros. Dejó jugar más de la cuenta a Modrić, Brozović y Kovacić, aunque Thiago Silva y Marquinhos, soberbios, hicieron que, sin desconectar un instante, Alisson fuese poco más que un espectador de lujo.
🔵 Dinamo power a la heroica en Croacia
Hasta que dejó de serlo. El del Liverpool no sacó el único remate entre palos de Croacia, una jugada que dinamitó el partido con el desborde y centro por izquierda del siempre incisivo Mislav Orsić, que su eterno socio en el Dinamo Zargeb, Bruno Petković, se encargaría de mandar al fondo de la red, con la contribución de un desvió que modificó la trayectoria de su chut. Tal vez por llegar frío a la tanda, o, quizá, porque los lanzamientos de Vlasić, Modrić o el propio Orsić fueron realmente buenos, el meta brasileño fue poco protagonista. Mientras tanto, Livaković, también portero del hegemónico equipo de la capital, le detuvo el primer lanzamiento a Rodrygo y vio como Marquinhos estrellaba el definitivo en el palo.
De este modo Croacia fulminó a la pentacampeona del mundo para plantarse, por tercera vez en su historia y por segunda edición consecutiva, en semifinales de un Mundial. Una selección que no conoce medias tintas, que cada vez que ha pasado una fase de grupos, ha llegado a esta instancia. La primera, en 1998, con Davor Šuker a la cabeza. Las dos siguientes, con un Luka Modrić que no cesa en su empeño por desafiar a la lógica, a la biología y a la metafísica.