Brasil sacó la muda de campeón y registró una victoria de esas que solo pueden consumar los equipos con callo. Richarlison se inventó un triunfo ante Serbia (2-0) con un doblete que quedará a la sombra de su gol, gol de goles de los cinco días que llevamos de Mundial de Catar 2022. Pies de plomo y cabeza alta para los de Tite en el principio de un camino que se vislumbra tenebroso, como tantas otras veces, si el faro de Neymar parpadea.
🇧🇷 Brasil: de siempre y de ahora
Triunfo a la brasileña, de genios y genialidades. De favorita y de histórica. De la Brasil de hoy y de la Brasil de toda la vida. Ambas triunfaron: la Brasil de Tite, más segura, pragmática y contemplativa, hija del escenario y del contexto; y la Brasil de siempre, de la calle y la cultura, con trazos de arte y fantasía esperando detrás de cada esquina.
La selección de Serbia, con Dragan Stojković a los mandos y once soldados a su servicio, salió respondona. ‘Las águilas blancas’ tenían un plan y no dudaron en usarlo. «El potencial creativo de Brasil es devastador si se desata en el último tercio», debió pensar ‘Piksi’, por lo que invirtió todos sus esfuerzos en reducirlo al máximo y regalarle a Tite zonas en las que su modelo flaquea, de recursos y de talento.
🇷🇸 Todo y todos por la idea
Serbia renegó de presionar y exponerse a partir el bloque, y tampoco practicó un repliegue intenso de salida, sino que regaló el control y la dirección del juego a Marquinhos, Thiago Silva, Álex Sandro y Danilo. Sus dos líneas defensivas, la de cinco defensas, con tres centrales y dos carrileros, y la de cuatro centrocampistas, enjaularon a Neymar al mismo tiempo que oprimieron a Raphinha y Vinícius. La extrema concentración de Nikola Milenković, central de la Fiorentina, y la coordinación de Nemanja Gudelj y Saša Lukić, pivote del Torino, dibujaron el escenario sobre el que Brasil, sin sus dos talentos más autosuficientes, tuvo que redibujarse.
Con destellos de lo que hubiese sido de Thiago Silva si hubiese nacido mediapunta y certezas de que Casemiro es una pieza tan capital como Brasilia, los de Tite, por primera vez en mucho tiempo, se quedaron sin ideas. Con el plantel más rico en variedad, potencial y posibilidades, Brasil se vio exhausta ante la brillante ejecución del plan de Serbia.
«¿Otro sorpresón?», nos preguntamos, muy bajito, todos en nuestro fuero interno. Casi en un susurro, porque la realidad es que Brasil, también a lomos de Casemiro, no sufrió en ninguno de esos tramos en los que tampoco estuvo cómoda. Sello Tite.
No palideció, o por lo menos no tanto como podría en las pérdidas y en las secuencias de pases serbias, porque sus rivales encontraron ventajas que su obsesión por reducir el plan de Brasil no les permitió desarrollar.
🩼 ¿Cambio de rumbo?
Así, los esfuerzos incontables de los serbios, que por momentos aflojaban en sus labores con la intención de crear falsas esperanzas en los genios de la Canarinha para después arrebatárselas de golpe, tuvieron peaje a medida que pasaron los minutos. Amarillas, centímetros de más y segundos de menos, sustituciones… todo iba como esperaban, pero el escenario ya no era el mismo. En esas brilló Neymar, poco antes de apagarse. Finta con el cuerpo, dos jugadores eliminados y se acabó. Vinícius encontró situación de remate y Richarlison, portería. Todo cambió.
Para redondear la victoria de la Brasil más contemporánea, Richarlison dibujó una obra de arte de las que se quedan en la retina. De las que todo el mundo habla al día siguiente… siempre que no se lesione Neymar. Drama nacional y alerta mundial. ‘Ney’ salió arrastrando su tobillo como si de una bola de presidiario se tratase. Ahora todos los brasileños han cambiado su rumbo y sus prioridades: primero, toca suspirar por Neymar, porque sin Neymar no habrá manera de ganar. Y, después, entonces será momento de suspirar por ganar.