El partido de Pedri González, un ocho de enero, contra el Atlético de Madrid en el Metropolitano. Con esto, más un vídeo del mismo, podría acabar esta pieza. Y, a buen seguro, les haría más felices. Tal y como el fútbol del canario canaliza la alegría culé. Pero, a sabiendas de que no será la mejor opción y de que no tenemos los derechos, vamos a tratar de explicar dónde, cómo y por qué el canario ha sido el jugador con el que (más) hemos babeado este fin de semana. Con jugadas de Iniesta y un ligero aroma a Hernández. No será este que escribe el mayor amante de acudir a las comparaciones para ensalzar al primer talento que pasa por ahí, pero ayer, por momentos, sentí de verdad que estaba recuperando highlights de Xavi y Andrés.
8️⃣ La filigrana de la abuela
Después de revisar el partido de Pedri en el Metropolitano sientes lo mismo que cuando te vas de casa de tu abuela tras comer. Estás saciado, pero piensas que nunca son croquetas suficientes. Imaginar cómo deben ser las croquetas de la abuela de quien nos hizo campeones del mundo. O, bueno, mejor no, que si seguimos por ahí, Pedri y la bechamel de nuestra yaya nos parecerán cuestiones terrenales. A lo que vamos. Por ahora, es más diestro que Iniesta para que le salga tan natural la jugada que patentó Andrés. Pero también se le cae la visión de juego, la técnica en los pies y la coordinación y elasticidad corporal para convertir en realidad aquello que su cabeza procesa en milésimas de segundo, casi instintivo, como una buena opción.
El técnico culé le volvió a emplear como falso extremo izquierdo o doble mediapunta junto a Gavi en un dibujo asimétrico, llamémoslo ‘X’. El caso es que Mr. González, por delante de la línea del balón de entrada, en el Barça de los (cuatro) centrocampistas, completó un partido magnífico. Uno que sabemos que tiene dentro, pero que pocas veces enseña. La jugada del Galatasaray la hemos visto mucho menos de lo que deberíamos. Brilló con movimientos de arrastre para que se luciesen sus compas, con otros donde fue él quien se aprovechó de la ventaja para recibir entre líneas y, sobre todo, dio rienda suelta a su conducción y capacidad para improvisar con el balón en los pies.
6️⃣ El radar del jefe
Cuando había que agilizar, agilizó, con innumerables jugadas de control, pase y movimiento. Apostarse una mano a que eso lo ha entrenado hasta la saciedad con Xavi, sería como beber con tres hielos: jugar fácil. Eso mismo fue lo que no hizo Pedri. Quiso mejorarlo todo. Para eso, hay que tener la lectura, agilidad de mente y de piernas. Y la sensibilidad en el control orientado o en carrera, cambio de ritmo, más pase bien dirigido, para que generen más valor añadido aún. Un poco de Perogrullo la teoría y de Xavi e Iniesta la práctica. Recibo, atraigo, libero y habilito.
Casi todo lo expuesto anteriormente, lo hizo bien. Salvo lo de habilitar, en un inicio impreciso. Perdió muchos balones. 17, concretamente, que parecieron menos durante el partido y más al ver los cortes con sus jugadas. Pérdidas que conviene contextualizar, de esas que a un analista de métricas le importan mucho, pero que a la mayoría de entrenadores, racionales les hacen sonreír por lo bajini, conscientes de que si la próxima sale, el insular desatará el caos. Y que a un aficionado le levantan del asiento para aplaudir si es de los suyos o enmudecer si es de los otros. Impreciso, sí, pero malintencionado, o bienintencionado, según para los intereses de quien se mire. Atenazó y acongojó jugada a jugada. La mayoría, propias de un elegido; que acabaron primero en balde y después en Dembélé, para que este anotase el 1-0.
Aceleró, aceleró, y el muro de Oblak derribó. Una vez en ventaja, la pizarra de Xavi ya fue otro rollo. Se volvió cautelosa. Entre otras cuestiones, como tratar de bajar el ritmo del partido o de juntar posesiones defensivas, sin demasiado éxito, Pedri pasó a actuar más en la base, para sacar a relucir el repertorio por el que nos habíamos jugado una extremidad. El Dr. González mapeó, ordenó a los suyos lo que pudo, se vació y robó como ese chaval criado en la calle que sabe que o se anda avispado, o mañana no jugará a la pelota. Y eso sería una pena. ¿El fin justifica los medios? Ni idea, pero en la casa de Simeone, el fin se argumentó gracias a sus medios. Los de un niño prodigio, disfrazado con una capa color oro, que le sienta muy natural. Lo natural es que te guste.