El eterno debate sobre quién es el mejor jugador en la historia de la NBA vuelve a tomar fuerza. Y no solo porque LeBron James haya pulverizado recientemente buena parte los grandes registros, sino porque a medida que comienzan las nuevas temporadas, las estadísticas vuelven a tomar forma sobre unos y otros.
Y es que la mejor liga de baloncesto del planeta, la NBA, a lo largo de su historia ha ofrecido la oportunidad de disfrutar de los jugadores más importantes, espectaculares y decisivos del deporte. Es imposible hacer una lista con los mejores jugadores en la que todos los aficionados a la canasta estén conformes. Pero sí de acuerdo a los números, las asistencias, a su mejor nivel. Y ahí, el diario argentino Clarín, se ha decantado por uno de ellos.
Clarín elige a Michael Jordan como el mejor jugador de la NBA de la historia
Con todo, la misma es una cuestión, a pesar de su subjetividad irresoluble, que reaparece en los debates de actualidad cada cierto tiempo, especialmente cuando se ganan títulos o baten récords históricos en cualquier especialidad. En la NBA, el asunto sobre el GOAT (acrónimo inglés para Greatest of All Time, el mejor de todos los tiempos), vuelve a estar en boca de todos.
Sobre todo ahora que está a punto de comenzar una nueva temporada, en el mes de octubre, y vengamos del hito anotador de LeBron James, desde los últimos compases del pasado curso, el máximo anotador de todos los tiempos en la liga estadounidense. Lo hizo superando a Kareem Abdul-Jabbar.
Sin embargo, para muchos, y aunque para incluso el propio LeBron se considera a James como el mejor de siempre, la figura de Michael Jordan en la NBA sigue estando en lo más alto, aún de todos los títulos que hoy puedan conseguir el resto, como menciona el diario argentino Clarín.
Michael Jordan, la figura más grande de la NBA
Hablamos de un Michael Jordan que jugó durante 15 temporadas en la NBA. Se le recuerda por vestir siempre el uniforme de los Chicago Bulls, pero también defendió los colores de los Washington Wizards, los últimos dos años de su carrera en el mejor baloncesto del mundo.
Así, y más allá de LeBron James, posiblemente el único jugador que ha podido encender el debate, se sigue contemplando a Michael Jordan como el jugador de baloncesto más grande que ha existido, dentro y fuera y de la NBA.
A sus 61 años, su nombre es sinónimo de éxito: seis veces campeón y MVP (jugador más valioso) de las Finales, cinco veces el MVP de la temporada, catorce veces All-Star y demasiados triunfos más como para enumerarlos. Sobre todo, es el más grande por la certeza de victoria inmanente a él: si el partido estaba apretado hacia el final, no había duda de que Jordan iba a ganarlo, a cualquier precio.
El triunfo en persona
Jordan llegó a la NBA en 1984. Fue seleccionado tercero en el draft por Chicago Bulls (los Rockets de Houston eligieron primero a Hakeem Olajuwon y Portland Blazers a Sam Bowie). A su llegada, Michael Jordan eligió el número 23. Por entonces, el último que lo había usado antes que él en los Bulls fue Mike Bratz en la temporada 1981-82) pero MJ después explicó por qué:
“Cuando jugaba con mi hermano en la escuela, mi número favorito era el 45 y el suyo también. Pero estábamos en el mismo equipo. Él era el mayor y tenía más antigüedad ahí. Eligió el 45 y yo el 23, que era lo más cercano a la mitad. Me quedé con el 23 y me acompañó todo el tiempo”.
En esa misma época fue llamado a sus primeros Juegos Olímpicos como profesional, los de Barcelona 1992. Era la primera vez se le permitía competir a los jugadores de la NBA en los Juegos Olímpicos. Ese año, a la selección de Estados Unidos (que arrasó 6-0) se le bautizó como el Dream Team original, considerado como el mejor equipo jamás formado.
Michael Jordan promedió 12,7 puntos por partido y consiguió su segunda medalla de oro olímpica. A sus 29 años, el nacido en Brooklyn había logrado la Triple Corona de títulos: NCAA (liga universitaria), NBA y Juegos Olímpicos. Alguien diferente a todos.
Tanto es así que fue siempre recordado por sus compañeros en los 90′ como si tuviera algún tipo de brillo o aura, como una suerte de semidios. Vivimos para contar historias, y las de Jordan siempre se quedan. Va más allá del baloncesto, él era el triunfo en persona. Nadie como él ha incorporado esa sensación, y por eso nadie lo ha derrocado del número 1.