Lo que pasó en el Mutua Madrid Open fue una anomalía cada vez más frecuente. A la renuncia de Novak Djokovic se sumaron las molestias físicas de Carlos Alcaraz y las retiradas de Sinner, Mensik, Medvedev o Lehecka, entre otros. Un cúmulo de abandonos que acortaron las jornadas y deslucieron uno de los mejores eventos del mundo. Las lesiones son cada vez más recurrentes y, aunque existen diversos factores que han propiciado ese aumento, uno de ellos es el que más controversia ha generado, porque no gusta a (casi) nadie: la moda de los Masters 1000 de más de una semana.
🎾 El modelo de Indian Wells y Miami
Una excepción puede ser enriquecedora hasta que se torna en algo habitual y genera rechazo. Es un poco el caso de los Masters 1000 que duran más de una semana. Desde hace tiempo, las citas de Indian Wells y Miami —los dos primeros eventos de esta categoría que se celebran cada curso—han sido consideradas como el quinto Grand Slam. ¿Los motivos? Una duración más extensa que el resto de Masters 1000, un ambiente espectacular, un prize money elevado y la presencia también de las féminas al mismo tiempo.
Para los cabezas de serie, no obstante, este tipo de torneos son un quebradero de cabeza. Principalmente, porque afrontan una ronda más y tienen que estar más tiempo concentrados, sin poder desconectar, pese a que dispongan de un día de descanso entre partido y partido.
Así lo reconoció recientemente Alexander Zverev en el media day en Roma: «Descansar es cuando pasas tiempo en casa, duermes en tu cama o estás con tu familia. Un día entre partidos si estás en otro sitio no es descansar. Si estás llegando lejos en los torneos como Jannik y Carlos, si tratas de llegar a semifinales o a la final de cada torneo, pasas allí mucho más tiempo y tienes que trabajar más. Es tan simple como eso».
El debate no había tomado dimensión hasta que más torneos han pasado a sumarse a esta moda. Madrid lo hizo el año pasado y, este curso, también se ha extendido la duración de Roma. El resultado es que los jugadores viajan directamente de una ciudad a otra, sin tiempo para recuperarse en condiciones, arriesgando su físico, como ha quedado latente con los problemas que han golpeado a las principales figuras del circuito.
A ello hay que sumarle un calendario exhaustivo, en el que un finalista de Copa Davis, por ejemplo, apenas tiene un mes entre el último torneo de un año y el primero del siguiente —pretemporada a parte—. El interrogante de todo esto es, ¿a quién benefician los Masters 1000 de dos semanas? ¿A qué precio?
❌ Los Masters 1000 ‘largos’, un peligro
Este tipo de torneos solo beneficia a dos partes: al puñado de jugadores que, con una ronda más, puede acceder y asegurarse como mínimo casi 10.000 euros, y a los organizadores del evento. Obviamente, estos últimos son los que de verdad sacan algo de todo esto. Más días de torneo, más entradas, más dinero al bolsillo. La ecuación es de lo más sencilla. Sin embargo, y más allá de los problemas físicos, este afán por el dinero supone un contratiempo para el tenis.
Principalmente porque al durar más estos eventos los tenistas ni se plantean ahora transitar otros escenarios menores (ATP 250) a los que antes, en ocasiones, acudían para ganar ritmo o confianza. Esto es un hachazo en toda regla a la supervivencia de muchos eventos, tan necesarios para que puedan ganarse la vida aquellos que no acaparan los focos.
¿Qué ofrecen a cambio? Nada especial. Madrid y Roma, por ejemplo, han presentado un prize money muy similar al de Montecarlo —torneo que dura una semana— y, obviamente, han repartido los mismos puntos. Estos torneos solo buscan el beneficio económico, desmarcarse del resto. Sin embargo, ese tono especial que tenían Indian Wells y Miami ahora es un modelo recurrente y agotador, que les puede salir mal a largo plazo si figuras veteranas como Djokovic deciden renunciar o estrellas emergentes como Alcaraz y Sinner sucumben a las lesiones.