Ocho semanas. Según el diagnóstico, ese era el tiempo estimado que debía estar de baja Rafael Nadal tras sufrir una lesión de grado 2 en el psoas ilíaco de su pierna izquierda durante su participación en el Abierto de Australia. Han transcurrido tres meses y el tenista español sigue sin fecha para regresar a las pistas. Cada ausencia en el calendario es más dolorosa con Roland Garros, su objetivo marcado en el calendario, a la vuelta de la esquina.
Renunciar a Indian Wells y Miami fue una decisión lógica: esquivar un regreso prematuro sobre el cemento para encarar con garantías la gira de arcilla. No saltaron las alarmas, porque el balear ya se ejercitaba sobre su superficie preferida. El jarro de agua fría llegó con la ausencia en Montecarlo. Como un efecto dominó, en cuestión de días Nadal ha dicho “no” también a Barcelona y Madrid, dos escenarios sagrados para él.
“La lesión sigue sin curarse”, pronunció en un video compartido a través de sus redes sociales. “No puedo dar plazos, porque no lo sé”, afirmó. Quizás, estas últimas palabras son las que más escuecen. Nadal no es capaz de jugar sin dolor y no tiene fecha de regreso, a poco más de dos semanas para el Masters 1000 de Roma. El español está obligado a llegar a la cita italiana si quiere repetir éxito en París o se adentrará en territorio desconocido: nunca ha encarado un Grand Slam tras lesión.
Hola a todos. Hace un tiempo que no me comunico directamente con vosotros. Han sido unas semanas y unos meses difíciles. Como sabéis me hice una una lesión importante en Australia, en el Psoas. pic.twitter.com/m0TbsGFn5t
— Rafa Nadal (@RafaelNadal) April 20, 2023
No estar en Roma sería un revés porque como preparación para el segundo major del curso es un torneo más interesante que, por ejemplo, Madrid. Su ausencia supondría también una escasa pérdida de puntos. Precisamente el ranking es otro quebradero de cabeza. Tras abandonar el top ten después de 18 años, el balear no mira a la clasificación, pero puede ser determinante: Novak Djokovic o Carlos Alcaraz serían sus hipotéticos rivales en los octavos de final. Con poco bagaje, el manacorí debería hacer frente a los, posiblemente, dos máximos aspirantes al título.
Todo, en un contexto marcado en rojo, con solo cuatro partidos disputados en 2023 —con un balance de una victoria y tres derrotas—.
¿Existe la esperanza para Nadal?
Nadal afronta otro imposible, el enésimo. Y la única confianza yace en sí mismo, en el recuerdo imperecedero que refleja solo tres derrotas en 115 partidos en París. Nadal volvió en 2022 tras lesión —como otras muchas veces— y enlazó más de 20 triunfos consecutivos. Si alguien es capaz de obrar el milagro es él.
El año pasado, sin ir más lejos, su hoja de ruta a Roland Garros fue Montecarlo y Roma, con tres triunfos y dos derrotas —frente a Alcaraz y Sinner— y levantó el número 13. Lo de Nadal con la tierra es una comunión jamás vista en este deporte. El español camina hacia las 500 victorias sobre esta superficie, donde no ha cedido ni 50 duelos —un porcentaje de éxito superior al 90%—.
El físico, ese que le ha llevado a la gloria y le ha condenado en muchas ocasiones, es el gran enemigo de Nadal. Otra figura caminaría cabizbaja, sin esperanza; él aguarda su momento, ya sea Roma o directamente París. Poco importa cómo llegue o que cruce tempranero se le presente. Rafa siempre es favorito la capital francesa, donde los rivales aguardan atemorizados al otro lado de la red. El español se ha metido en un lío, pero quizás sepa salir de él con el 14º Roland Garros bajo el brazo.