Ontario Soccer, la principal organización de fútbol de la provincia canadiense de Ontario, pondrá en marcha este verano una medida insólita: algunos árbitros, principalmente los de las categorías sub-9 y sub-11 —es decir, de fútbol infantil— llevarán cámaras adosadas a su pecho para grabar los ataques verbales o físicos que puedan sufrir en el curso de los encuentros.
Además, tendrán la posibilidad de pedir un tiempo muerto propio para tratar de “enfriar” el ambiente si este se vuelve especialmente “caliente”.
¿Es que los jugadores canadienses de las ligas de menor edad son especialmente salvajes? No, en absoluto. Según Johnny Misley, director general de Ontario Soccer, el problema no está principalmente en el terreno de juego, sino sobre todo en las bandas; es decir, en la actitud y comportamiento de los familiares de los jugadores, los entrenadores y el público en general.
“Es muy triste, pero esto es a lo que hemos llegado”, ha declarado Misley. «Los árbitros del fútbol amateur sufren ataques ridículos, espantosos, atroces… Y tenemos que hacer cuanto esté en nuestras manos para cambiar estar cultura”.
Cada vez menos árbitros
Ontario Soccer va a iniciar ese experimento con el fin de comprobar si ayuda no solo a relajar el ambiente en los partidos, sino también para tratar de atajar un problema que afecta no solo al fútbol canadiense, sino también a otros deportes nacionales, como el hockey sobre hielo, el football americano o el lacrosse (un deporte muy entendido en EE. UU. y Canadá, en el que los jugadores se pasan la pelota y marcan goles con la ayuda de un palo que termina en una especie de red): cada vez hay menos gente dispuesta a trabajar de árbitro.
Los datos son espectaculares, en el peor sentido del término. Ontario Soccer calcula que le hacen falta 12.000 árbitros para atender de manera óptima las necesidades que generan todos los encuentros de las competiciones que organiza. En el año 2019, justo antes de la pandemia, había 8.313 árbitros registrados, una cifra inferior a la necesaria, pero relativamente cercana a ella. Sin embargo, el año pasado había… 4.950.
Los dirigentes de la organización han investigado las causas de este “abandono” y el resultado es muy claro. La primera razón de que los árbitros abandonen su actividad y nadie quiera sustituirlos reside en los graves y frecuentes ataques que reciben del público. A su vez, la segunda razón está estrechamente relacionada con la primera: los árbitros no se sienten suficientemente apoyados por sus comunidades y por sus organizaciones. Y la tercera es la derivada inevitable del problema principal: incluso si siguen trabajando como árbitros, el número de partidos que se les asignan son muy escasos.
Para Misley, la explicación de esta derivada es obvia. Se trata de una pescadilla que se muerde la cola: «si no hay árbitros, no hay partidos». Así pues, aunque solo sea la tercera causa del “abandono arbitral”, el menor número de encuentros asignados hace que los árbitros dejen la actividad; y esto, a su vez, hace que sea cada vez más difícil asignar un número suficiente de partidos a los que se quedan; esto les impulsa a dejar la profesión…, y el círculo vicioso vuelve a rodar.
Parches a la espera de medidas más eficaces
Las medidas que se han adoptado hasta ahora para paliar este último problema parecen más bien parches. Por ejemplo, que haya solo un árbitro, en lugar de tres, en los partidos.
En lacrosse, el número está bajando “solo” de tres a dos, pero porque los organizadores de las competiciones tratan de que se celebren varios encuentros consecutivos en un mismo lugar para que un solo equipo arbitral intervenga en todos.
Algunos dirigentes deportivos creen que, aunque el problema viene de lejos, se ha exacerbado después de la pandemia. «Es como si, tras el covid-19, la gente hubiera olvidado cómo comportarse en público», afirma Michelle Loveless, directora ejecutiva de la Asociación de Fútbol de la Región de Durham, una zona del sur de la provincia.
En todo caso, parece que los responsables del fútbol de Ontario no quieren cerrarse a una explicación reduccionista del problema. Además de seguir investigando sobre el impacto de las agresiones sobre la salud física y mental de los árbitros, se plantean ampliar los métodos de contratación, así como apoyar y orientar mejor a los árbitros jóvenes para que quieran seguir trabajando el tiempo suficiente como para ascender a las categorías superiores.