Si bien es más frecuente, cada cuatro años se recuerda el pasado. Por mucho que haya pasado tiempo, ni con ello se olvida lo que sucedió en los Balcanes a finales del siglo XX. La llegada de una nueva Eurocopa supone reabrir una herida que nunca se cerró. Al menos, y por suerte, el fútbol no deja semejante rastro de destrucción. No obstante, el odio sigue ahí. Para esta edición, fueron Serbia, Croacia y Albania los que continuaron este conflicto en la grada. ¿Por qué les es imposible olvidar lo que sucedió hace tres décadas?
⚔️ La caída de Yugoslavia agitó el avispero de los Balcanes
Ya sea por su importancia geográfica al este de Europa o por el crisol de etnias y religiones que hay en la zona, los Balcanes siempre han sido una zona complicada. Sin embargo, no es posible meter dentro de un artículo todo el contexto de la región. Por ello, el punto de partida más común es el de la caída de Yugoslavia. Josip Broz (más conocido como ‘Tito’) falleció en 1980 y dejó un vacío de poder en la presidencia que no ayudó a solventar la crisis económica de la década de 1980. Entonces, los nacionalismos regionales comenzaron a crecer. Dentro de todos ellos, el serbio era el que tenía un mayor peso. Con Slobodan Milošević al frente, Serbia tenía el control de un país de países tremendamente diferentes entre sí. Era cuestión de tiempo que todo estallase.
Dentro de semejante polvorín, Milošević inició un efecto dominó devastador a inicios de la década de 1990. Disolvió la autonomía de Kosovo, lo que desembocó en que los serbios de Krajina (el este de Croacia) declarase su independencia de su región. Era marzo de 1991, y acababan de empezar las guerras yugoslavas. La primera fue entre Croacia y Serbia, teniendo estos últimos el control del ejército de la casi extinta Yugoslavia. Luego, llegaron los conflictos con Albania y Bosnia. El odio que se había acumulado durante años en los Balcanes explotó de la manera más cruel posible. Todos perdieron algo: familiares, amigos, su hogar… Es lógico que, aunque hayan pasado tres décadas, el recuerdo siga presente.
Yugoslavia se fragmentó en varios países. Más o menos, se agruparon en función de su etnia y religión. No pudieron pasar página, pero sí comenzaron a construir por separado. El fútbol no fue ajeno a todo esto. Poco a poco, se fueron creando las distintas federaciones. Los jugadores que crecieron en la guerra acabaron representando a sus respectivas naciones, aun con su sentimiento de revancha intacto. El cruento conflicto de los Balcanes había entrado en una nueva fase: cambiaron las balas por el balón.
⚽ La guerra moderna se juega en el campo
Pese a que la UEFA trata que el fútbol una a las naciones europeas, nunca lo lograrán en los Balcanes. Las denuncias entre federaciones son habituales durante este tipo de torneo, pues siempre hay gestos o cánticos que ofenden a unos u otros. El último (y más mediático) ejemplo fue el del hermanamiento entre albanos y croatas en la fase de grupos. Ambas aficiones se unieron para hacer cánticos tremendamente ofensivos contra los serbios, lo que agitó el avispero. Mediante un comunicado, la federación de Serbia amenazó a la UEFA con abandonar la Eurocopa si no se tomaban medidas. «Hace mucho tiempo que no se veía en eventos deportivos un insulto así a una nación con gritos de que sus ciudadanos deberían ser asesinados», rezaba el escrito.
No es la primera vez que se ve algo similar contra los serbios. En 2018, en el Mundial de Rusia, la victoria de Suiza frente a Serbia entró de golpe en la cultura futbolera. Aquel día, Xherdan Shaqiri y Granit Xhaka celebraron haciendo un águila bicéfala con sus manos, símbolo nacional de Albania. Ambos, hijos de inmigrantes albanos que huyeron de la guerra, nacieron durante el exilio. Ellos, por mucho que Suiza quede lejos de los Balcanes, se jugaba mucho más que pasar a la siguiente ronda. Un gesto nacionalista fue lo mínimo que pudieron hacer por lo que sufrieron sus padres ante los serbios.
Esta liberación futbolística para Albania llegó cuatro años después de uno de los sucesos más vergonzosos vividos en un campo de fútbol. Durante la visita de los albanos a Serbia para la clasificación a la Eurocopa de 2016, la seguridad estaba lista por lo que pudiese pasar. Para evitar conflictos en la grada, no permitieron la entrada a los aficionados visitantes. No obstante, esta estrategia tenía una grieta. Los albanos consiguieron colar un dron con una bandera con símbolos nacionalistas albanos. Un jugador serbio lo interceptó, y se armó una tángana en el terreno de juego. El árbitro no tardó en suspender un partido que se veía que no iba a terminar bien. Los Balcanes habían vuelto a comenzar un conflicto sin disparar un arma.
Volviendo al presente, las sanciones de la UEFA no van a cambiar nada. Solo van a servir para recaudar y generar más frustración en ambos bandos, nada más. Para ellos, desearse la muerte mutuamente es algo normal. Los cánticos ofensivos seguirán sonando en las gradas, como un recordatorio de lo que sucedió. Por mucho que haya pasado el tiempo y que el mundo lo haya olvidado, en los Balcanes sigue estando muy presente lo que sucedió. No van a parar el ciclo de odio que siempre ha estado activo en la zona. El fútbol solamente es un nuevo terreno en el que poder hacer lo que han hecho siempre.