Entre tantas inscripciones, crisis económicas e institucionales y demás líos, el Barça ve la luz al final del túnel. O, al menos, lo hace en el terreno deportivo. De tres partidos de liga, los de Hansi Flick han sumado nueve puntos de nueve posibles con una plantilla más inexperta (y teóricamente peor). Sin la mayoría de los fichajes que llegaron hace un año, pero con más canteranos dispuestos a dejarse la piel, son los primeros en presentar su candidatura al título. ¿Cuáles son las claves de este resurgir blaugrana?
🔎 Hansi Flick y la competitividad perdida
El Barça lleva tiempo tratando de reencontrarse con lo que fue. De hecho, la llegada de Xavi Hernández pretendía ser una respuesta a su crisis de identidad. Y es que, a fin de cuentas, no había nadie mejor que el centrocampista que definió lo que era el Barça para intentar resolver el problema. Con sus más y con sus menos, no se puede decir que funcionase bien su estancia en el banquillo. El club, en su búsqueda espiritual, se perdió. Ni fue el equipo que quería ser, ni tampoco logró competir como debería. Por ello, el fichaje del nuevo entrenador debía ser vital. Conocedor o no del ADN culé, debía ser la mente pensante que los guiase en su travesía por el desierto. Así, tras mucho tira y afloja estirado en el tiempo, llegó Hansi Flick a la Ciudad Condal.
Pese a que no le fue bien como seleccionador de su país, el alemán aterrizó con el caché que merece alguien que ganó un sextete hace cuatro años. Su Bayern de Múnich, aquel equipo de recuerdo aciago en Barcelona por el célebre 8-2, era la muestra de lo que podía ser su Barça. Era un best case scenario, sí, pero uno al que podía agarrarse el aficionado culé. ¿Y si lo conseguía? Esa esperanza era gasolina suficiente para creer, y el alemán lo sabía. Poco a poco empezaron a verse imágenes de los futbolistas entrenando como posesos. A más músculos, más aplausos del populacho. Pese al hándicap de la crisis del club, Flick había alimentado la llama sin hacer demasiado ruido.
El Barça despide a Xavi y mira a Hansi Flick para construir el futuro
El cambio del Barça se ha podido palpar en estos primeros partidos. El equipo se plantea menos lo que dice su ADN y es más consciente de lo que es en el presente. Compiten mejor, y todo ello sin tener una guerra abierta contra el estilo que les ha definido siempre. Lograron que ambas realidades convivan sin colisionar. Y es que, a fin de cuentas, cuando un equipo está repleto de jóvenes criados en La Masía, no se puede decir que no entiendan lo que es el club. Tras tanto tiempo de camino por el desierto, por fin se han adaptado. Han sabido reencontrarse con la competitividad.
⚙️ La pizarra detrás de este nuevo Barça
Lo principal de este nuevo Barça ha ganado en dinamismo. Presionan mucho (y bien), y no dudan en atacar rápido si la dinámica de partido se lo sugiere. Van a degüello. Siguen teniendo mucha posesión de balón (un 65% de media en estos tres primeros choques ligueros), pero da la sensación de que es mucho menos plomiza. Esta percepción se vio reforzada con la entrada de Dani Olmo contra el Rayo Vallecano. El español, con su movilidad, fue como un cuchillo caliente cortando mantequilla entre líneas. Sumado al vértigo que aporta Raphinha como extremo a pie natural y con el talento de Lamine Yamal por la derecha, parece que todo tiene un sentido.
Quizás, lo único que chirría en ataque es el rol de Lewandowski. Aunque nunca le va a faltar olfato a uno de los mejores goleadores de siempre, es igual de cierto que tiene carencias lejos del área. Ya se notó durante el curso pasado con Xavi, y este año va por el mismo camino. No asume que sus años de plenitud son fruto del pasado, no del presente, y entorpece el vértigo que le aportan sus compañeros de la mediapunta. Esta falencia, sumada a su fragilidad defensiva (han encajado en todos los partidos de esta temporada), puede quitarle fuelle al Barça a lo largo de la temporada.
La cosa está en que, pase lo que pase en el futuro, el arranque liguero es tremendamente meritorio. En medio del terremoto constante que se vive en Barcelona, ellos han sabido encontrar el equilibrio necesario como para empezar a construir un futuro mejor. Sin grandes lujos y con una rotación más propia del Barça Athletic que del primer equipo, pero lo han conseguido. Las sensaciones y los puntos no engañan al respecto. De momento, y solo de momento, el cielo es el límite para un Barça que se ha reencontrado con la competitividad.