Kike
✍️​ Opinión

A todos los Kikes: un necesario baño de humillación

¿Qué dirán ahora los Kikes de turno? ¿Qué dirán ahora, cuando la selección femenina español es finalista del Mundial?

Lo de siempre. Su orgullo y su condición humana les impiden decir otra cosa.

En el mundo del periodismo, son muchas las personas —afortunadamente, la abrumadora mayoría— que hacen de esta profesión una de las más maravillosas del mundo.

Poder llegar a la gente con información veraz, contrastada y objetiva es su grandeza. Hacer lo contrario es la bajeza de algunos —muy pocos, por suerte— que se dejan llevar por una compensación de estilo mercenario para aprovechar su capacidad de divulgación con el simple fin de hacer daño y sin otro objetivo prioritario más allá que ese: hacer daño. O, incluso, podría ser que no fuera por eso, sino sencillamente por una personalidad que sufre la enfermedad de disfrutar perjudicando a los demás. Hay Kikes mercenarios y Kikes enfermos; e, incluso, los hay que son las dos cosas a la vez.

Cuando se escribe con el único fin de hacer daño por hacer daño, sin buscar ni aplicar la información mínima de la que debe hacer gala un auténtico profesional para transmitir con objetividad la realidad, no engañar a los lectores y ser, en definitiva, una persona de bien, suelen pasar estas cosas. Pero la vida termina poniendo a cada uno en su lugar.

El equipo, siempre por encima de las individualidades

Cualquiera que conozca un poco el deporte sabe que, para obtener grandes resultados en las principales competiciones, es mucho más importante el grupo que las individualidades, por muy buenas que estas sean. Sin embargo, los Kikes se rieron y se mofaron de Jorge Vilda, el seleccionador del equipo femenino español, cuando realizó estas afirmaciones.

Es la ignorancia y el desconocimiento de todos ellos acerca de lo que es de verdad el deporte por dentro lo que les ha llevado a hacer el ridículo. Creen que, con una mesa, un ordenador y los teléfonos de 4 o 5 futbolistas y, principalmente 2 o 3 representantes, tienen suficiente para ejercer esta maravillosa profesión; y no es así. De hecho, les sobran la mesa y el teléfono: simplemente, con escuchar a quien les da las órdenes o a quien piensan que deben servir, tienen más que suficiente.

El seleccionador español de nuestro equipo femenino de fútbol ha demostrado que, en el deporte, callar es una virtud; trabajar con esfuerzo y humildad es un don; y ser un profesional como la copa de un pino es lo mejor que se puede ser.

Pero, si de todo este tema podemos sacar una gran lección, es la que ha dado el presidente de la Federación española. Estamos acostumbradas a dirigentes de federaciones y de clubes que se muestran débiles y superados por la presión social y mediática, que tienen la figura del entrenador en lo más bajo del escalafón y que, cuando hay el más mínimo problema, en lugar de poner en acento en las jugadoras o en los demás deportistas, cesan al entrenador o entrenadora. Por suerte, no es este nuestro caso.

Los Kikes de turno deberían estudiar qué ha pasado en este Mundial con aquellas selecciones en las que las jugadoras han tomado el poder del equipo y han obligado a cambiar a presidentes de federaciones nacionales o a seleccionadores. Canadá, Estados Unidos, Francia, Brasil… ¿dónde están?

En los deportes de equipo, el respeto es un elemento esencial. Es imposible obtener buenos resultados si sus integrantes no respetan a su entrenadora o entrenador y al Presidente de su Federación, que conoce perfectamente —sobre todo, si ha sido futbolista, como ocurre en la española— cuáles las reglas internas del deporte y cuáles son los valores del deporte que deben preservarse.

A los Kikes, no queda sino desearles que acepten su derrota y la aprovechen para mejorar como profesionales y como personas.

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