Todo empezó y terminó en Berlín. Del primer gol de Morata al último (y legendario) tanto de un Oyarzabal que no sabía si estaba en fuera de juego. Como bien apuntó mi compañero Moisés Camuñas, España llegó a Alemania con dudas y regresa bañada en oro. Otra vez más, cuando era difícil creer, somos campeones de Europa. Por ello, hoy sería ideal para pasar las facturas: a mí y a todos los que no creímos lo suficiente. Pero no, no es momento. Es momento de disfrutar y acordarnos del porqué ha sido tan especial. Porque sí, este título es de Luis de la Fuente, de Cucurella, y de tu vecino. Todos hemos ganado.
La Eurocopa de todos, la de España, se merecía el último ‘Dieguenazo’ de la temporada.
🇪🇸 España, lo hicimos
Hay mil historias de héroes anónimos a lo largo de este mes. Yo voy a contar las que conozco, que posiblemente no sean las mejores, pero son las mías. Voy a comenzar por mí, ya que es la más común. Como el 90% de los españoles, veía la Eurocopa como la muestra de que las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina. Ni la lista me emocionaba especialmente ni nos veía capaces de eliminar a Alemania, Francia e Inglaterra. Qué cosas, eh. Son las tres que han caído en orden ante España. ‘La Roja’ ha conseguido que esa falta de esperanza se transformase en una fuente alegría en el día a día. Han logrado hasta algo más importante que la Eurocopa: que las vacaciones llegasen antes.
Dejemos de hablar de mí (siempre fui un egocéntrico) y hablemos de uno de mis mejores amigos. Nos conocimos hace casi 10 años en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, y siempre hemos estado juntos en esto del periodismo. Vi como tuvo que pelear contra todo mientras se sacaba la carrera. No entraré en muchos más detalles, pero no lo tuvo fácil. Pues bien, el tipo siempre lo hizo con una actitud excelente. Por muchos reveses que le llegasen, seguía. Así le acreditaron con un medio trucho para entrar en el Bernabéu en unas semis de Champions y así encontró curro. Entonces, hace unos meses, me lo contó: le iban a llevar de enviado especial en la Eurocopa. Al terminar la final, tras recibir una foto suya detrás de una portería que ya es historia de España, le recordé todo el camino que ha recorrido. «Que me haces llorar, hermano», me respondió. Él también acababa de ganar su propia corona europea.
Este trofeo también es de mi abuelo. Junto a mi abuela, se fue de Ciudad Real hace mucho para encontrar una vida mejor en la capital. Allí, desde un barrio humilde, le picó el gusanillo del fútbol y se aficionó al Real Madrid. Durante todos estos años, ha vivido la friolera de 15 Champions de su equipo y cuatro Eurocopas de España. Sabe bien lo que es reinar en Europa. Por desgracia, su afición por este deporte se ha ido diluyendo poco a poco. A medida que subían los precios para ver el fútbol, iba perdiendo el interés. Su único reducto de afición quedaba reservado a lo poco que echaban en abierto. Los grandes torneos internacionales han sido lo único que han removido algo dentro de él. Tanto que hasta me pilló por sorpresa hace un par de semanas. «Oye, qué bien juegan los dos jovencitos», me comentó sin yo sacarle el tema. Le pregunté que si estaba viendo a España, y me respondió que solamente cuando mi abuela le dejaba. Si este es el último torneo que ve (por lo poco que perdona el tiempo o por la caída de su interés), me alegro de que se vaya a quedar con el recuerdo de Lamine y Nico.
La última historia es la de mi pareja. Este año no lo ha pasado muy allá, y este mes de Eurocopa no ha sido fácil. El fútbol, irremediablemente, le recuerda a alguien que ha perdido. Por ello, vi la final de España sin ella. No quería verla. Al terminar, igualmente la llamé. Me dijo que se había atrevido a poner la tele en los últimos minutos de partido. Puso el partido justo después del gol de Oyarzabal, y voy como a Dani Olmo no le puedes pedir peras, pero sí la parada de la Eurocopa. Por mi superstición, estoy convencido de que algo ha tenido que ver. Algo allí arriba así lo quiso, lo sé. Después de colgar, acabé en la piscina con ropa. Me tomé un par de cervezas y volví a casa, feliz. Ella ya estaba acostada. «¡Qué ha ganado España!», susurré al entrar. «Ya, y el despertador me va a sonar mañana a la misma hora», respondió. Llevaba más razón que un santo. La Eurocopa ya ha terminado y nos toca pasar página. Volver a la rutina, a que las ‘carvajalinhas‘ no sean multitudinarias. Fue bonito mientras duró, amigos. Vamos a por más, pero no mejor, porque eso es imposible.