George Russell es uno de esos prodigios al volante que suelen emerger una vez cada década. Sin embargo, en su caso, comparte generación —un año más joven— con otros dos talentos mayúsculos: Max Verstappen y Charles Leclerc. El estadounidense desembarcó en la Fórmula 1 más tarde que ellos —le fichó Williams en 2019 tras ganar la GP3 Series y la Fórmula 2— y está lejos de sus registros. La sensación, en cambio, es que tiene en su mano equilibrar la balanza. Solo necesita tiempo.
De momento le ha ganado el pulso al considerado por muchos el mejor piloto de la historia. Lo ha hecho en su primer año en Mercedes, después de un bagaje de dos temporadas al volante de Williams. El contexto no ha sido el más sencillo en una etapa que ha comenzado bajo la tiranía de Red Bull.
Con Hamilton lejos de su mejor nivel, consciente de que 2022 no sería el año de su vendetta, Russell asumió una responsabilidad que no le correspondía. Camufló el bajo rendimiento de un Mercedes que solo presumía de fiabilidad con ocho podios. Y evitó un año en blanco con su primer triunfo en la Fórmula 1 (en el Gran Premio de Brasil). El estadounidense cerró la temporada en cuarta posición con 275 puntos —35 más que su compañero de equipo—.
Russell se ha ganado el derecho a tomar el relevo de Hamilton cuando este anuncie su retirada —todo apunta a que renovará dos años más—. Una tarea imprescindible para su futuro en el gran circo, con las otras dos escuderías importantes, Red Bull y Ferrari, lideradas por los rivales de su generación. Ha hecho lo más difícil, pero ahora debe lidiar con la presión. Esa que le obliga a ser igual de bueno que el curso pasado con un Hamilton más voraz. Si doma una vez más al británico, quizás su figura de primer piloto llegue antes de lo que se presupone.
Ese es el deseo del estadounidense, inconformista como la mayoría del paddock. Quiere librar batallas con Verstappen y Leclerc como hizo antaño, pero esta vez en la cúspide del automovilismo. El holandés, con 35 victorias y un bicampeonato, ha llevado su nombre a otra escala. Leclerc ha descorchado el champán desde el primer escalón hasta en cinco ocasiones.
Russell sabe que solo no puede. Necesita a Mercedes. Y ese sentimiento es recíproco. El estadounidense tiene motivos para fiarse. En un año de transición, donde la escudería alemana no dio con la tecla, cerraron sobrados su tercera posición en el Mundial de Constructores —a solo 39 puntos de Ferrari—.
Mercedes vive ahora un momento convulso… o eso dice Helmut Marko. La salida de Vowles, que se habría llevado a ingenieros de cierta categoría a Williams, ha generado tensión en la escudería alemana, según apunta el jefe de Red Bull. Lo único cierto es que Mercedes redujo notablemente la brecha que les separaba de la cabeza. Ahora tienen un concepto diferente que les debe llevar a pelear por el título, por mucho que prefieran ser cautos e ignorar esa batalla.
Russell lo sabe. Y quiere beneficiarse de ese aumento de ritmo para erigirse en el campeón que siempre ha sido. Su contrato acaba en 2023 —como el de Hamilton— y tiene en sus manos, las de un piloto agresivo y talentoso, labrarse un futuro brillante a nivel deportivo y económico bajo el amparo de Mercedes.